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¿Cómo impactan los diferentes niveles de natalidad a la economía mundial?
03:09 – Fuente: CNN
¿Cómo impactan los diferentes niveles de natalidad a la economía mundial?
03:09
CNN Español —
Sin respirar y al hilo…
El acceso a la educación, la crisis de la vivienda, los cambios en los roles de género, los anticonceptivos, la cultura en movimiento constante, la incertidumbre económica, el desarrollo profesional, el avance de la mujer en la esfera pública, los tratamientos de fertilidad asistida, los proyectos, el reloj biológico, el deseo, la duda, esperar el momento indicado, el ocio, viajar.
No hay un motivo único que explique que una persona o una pareja no tengan hijos, pero la disminución de la fecundidad en el mundo es un símbolo de la época, y América Latina lidera esa tendencia a la baja.
Y aunque no tener hijos no siempre es una decisión (a veces es algo que simplemente sucede, o una imposibilidad biológica o, incluso, la ausencia de otra persona que quiera encarar ese proceso conjunto), los resultados son concretos: la tasa actual de hijos por mujer en edad fértil en Latinoamérica es de 1,8, mientras que en 1960 era 5,8. Es decir, una caída del 69 %, según datos del Banco Mundial, y las proyecciones aseguran que se seguirá desacelerando.
Un informe sobre el estado de la población mundial del Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unpfa) de 2024, registra que a nivel global la tasa se encuentra en 2,3; siendo de 1,5 en las regiones más desarrolladas; 2,4 en las menos desarrolladas y 3,8 en los países menos adelantados.
Preceden a Latinoamérica Europa, Asia Central y Norteamérica con una tasa de 1,6 y el resto de Asia en 1,7.
Los números sustentan —en general— lo que sostienen los expertos: a más desarrollo, menos nacimientos. Por eso llama la atención que Latinoamérica, con las particularidades propias de una idiosincrasia atravesada por la desigualdad, presente una tasa cercana a los países con mayor desarrollo.
En un restaurante lujoso de la capital argentina, dos amigos de más de 40 años conversan livianamente sobre si tener o no tener hijos. Uno de ellos es padre —y espera su segundo hijo con ilusión—, pero asegura que, si no lo fuera, tendría más plata, más tiempo para jugar videojuegos con sus amigos y, además, no tendría que despertarse antes de las 7 a.m. para llegar puntual a la oficina. Su amigo, que no es padre, responde que no quiere serlo, justamente por esos motivos.
El primero está de traje y acaba de llegar de su estudio de abogados, el otro lleva un buzo holgado y desde hace unos años vive en Barcelona, trabaja “freelance en publicidad y está en la ciudad de visita por unas semanas. Podría ser al revés, pero el estereotipo completa la escena.
El demógrafo Albert Esteve es director del Centro de Estudios Demográficos de Cataluña y estudia temas de fecundidad y hogares. En diálogo con CNN, dice que conforme las sociedades se enriquecen, sustituyen la cantidad de hijos por la calidad de su educación. Pero, también, dice que las parejas esperan reunir todos los requisitos que antes pesaban más sobre el hombre, “porque era el principal proveedor económico”, y la mujer, relegada a quedarse en casa, era potencialmente madre cerca de sus 20 años.
Actualmente, en las sociedades modernas, por cuestiones económicas, pero también por los cambios en los roles de género, las mujeres se han incorporado casi en su totalidad al mercado de trabajo. “Entonces, los dos quieren maximizar su rendimiento y apuestan por la educación”, explica Esteve.

Todos esos son motivos que resultan en un retraso de la maternidad y que recortan el período fértil de la mujer. Como consecuencia, baja la cantidad de hijos por familia.
Pero también hay cambios culturales: “Un mayor individualismo y personas que ya no quieren tener hijos”, dice el demógrafo. Las expectativas y la realización en la vida pasan por otras prioridades. “El estilo de vida, el ocio, los hobbies, etc.”, sostiene Esteve.
Martina Yopo Díaz es socióloga y profesora Asistente de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y su campo de investigación es sobre a género, reproducción y tiempo. En diálogo con CNN introduce un concepto de la época: la parentalidad intensiva. “Hoy las formas de cuidado y de crianza demandan mucha más energía, cariño y tiempo. Si pensamos cómo fueron criados nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros y cómo estamos criando hoy a nuestros hijos, los estándares se han vuelto mucho más altos y más exigentes”, explica.
Pero, además, sostiene que, en Chile, el segundo país con la tasa más baja de fecundidad de América Latina (1,82), -precedido por Brasil (1.78) y sucedido por Colombia (1,93)- las mujeres muchas veces ven la maternidad como un impedimento para la movilidad social.
“Contrario a otras épocas, crecen en sus años de adolescencia y de adultez temprana con el mandato de no embarazarse”, sostiene Yopo Díaz. “No pueden ser madres porque eso va a poner en riesgo su capacidad de trabajar y de tener autonomía económica, algo muy importante, por ejemplo, para no sufrir violencia de género”, explica. “Las mujeres hoy están siendo socializadas con el mandato de que la maternidad es, de alguna manera, algo puede dañar su otro proyecto de vida”, agrega la socióloga.
“Invitar a todos los jóvenes (…) a que se animen a tener sus hijos y que las mascotas, pues, son mascotas. Porque ahorita, pues, lamentablemente, estamos en ese (…) en que, pues no sé, no quieren hijos. Entonces están los ‘perrhijos’ y, pues, todos queremos que haya natalidad de niños”. Las palabras son de Patricia Iparrea Sánchez, secretaria de Educación del estado de Tabasco, en México, pero replican algo que se observa en otras ciudades de la región, como en Buenos Aires y algunos lugares de Brasil, por ejemplo. Las mascotas se multiplican mientras la tasa de reemplazo juega al límite.
La tasa de reposición es la cantidad de hijo que una mujer debería tener a lo largo de sus años fértiles para reemplazar a su propia generación. Si persiste por debajo de 2,1 hijos por mujer a largo plazo, habrá una disminución de la población.
En América del Sur, Brasil (1,78), Chile (1,82), Colombia (1,93) y Uruguay (2,04) estuvieron se encuentran por debajo de ese número. En Centroamérica, Costa Rica (1,85), y en el Caribe, solo cuatro países la superan. Suman entonces 17 los países de la región que no alcanzan la tasa de reposición generacional, en base a datos de la Unfpa.
Atravesada por la desigualdad, América Latina tiene su dinámica particular. Si la lógica en el resto de los lugares del mundo es una baja en los embarazos adolescentes y el retraso de la edad en la que las mujeres tienen hijos, en la región se observan algunos patrones que se diferencian de los países europeos y del este de Asia.
Un informe de Naciones Unidas que estudia los desafíos de la baja fecundidad en América Latina y el Caribe, publicado en 2018, señala que las tasas altas de fecundidad adolescente persisten debido a una combinación de una iniciación sexual temprana, el acceso deficiente a métodos anticonceptivos y una limitación a la interrupción legal del embarazo. Además, “las personas de los estratos socioeconómicos bajos suelen presentar una fecundidad más alta y más temprana que las de los estratos altos, así como una mayor proporción de embarazos no deseados”, según el mismo informe.
“Lo que se observa”, explica Esteve, “es un aumento de las mujeres de entre 25 y 29 años sin hijos”. A la vez, hay un retraso de la maternidad en las mujeres con mayores oportunidades sociales y económicas.
“Esto ha provocado una polarización del calendario reproductivo”, concluye el informe de la ONU, refiriéndose a la creciente brecha entre quienes tienen hijos muy temprano y quienes postergan significativamente la maternidad.

Según la ONU, la llegada de los regímenes de baja fecundidad “es inevitable”.
Entre los desafíos se encuentran la presión sobre el sistema de seguridad social que implica el envejecimiento de la población, la desaceleración del crecimiento poblacional e incluso la posibilidad de su declive en términos absolutos, en base a análisis de especialistas.
También existe una mirada más optimista. “Suele ser la consecuencia de una mayor equidad de género, del control casi perfecto de la anticoncepción, de la expansión educativa y de mayores oportunidades laborales para las mujeres”, detalla el estudio.
Y todavía queda una tercera lección: “Hasta el momento, los regímenes de baja fecundidad se han instalado en países que cuentan con los recursos necesarios para implementar las medidas institucionales adecuadas para hacer compatible la crianza de los hijos con el estilo de vida de estas sociedades”.
Soledad Santa Cruz nació en Córdoba, una provincia argentina, pero vive en Nueva Jersey, Estados Unidos. Ella y su marido son profesionales con altos cargos en sus rubros y tienen tres hijos varones de entre 3 y 10 años.
Pantalla de zoom mediante, le dice a CNN que sin la ayuda de una persona que trabaja en su casa a tiempo completo, incluido por la noche, no podría sostener la dinámica familiar.
Por la mañana, antes de irse a la oficina, es una explosión de energía, “un terremoto”, relata. Recuerda también que las veces que tuvo que lidiar sola con ese escenario estuvo cerca de la locura: “dije nunca más”.
Para ella, tener hijos fue como “morir y resucitar” en esto que es ahora, no tener tiempo más que para trabajar y cuidar de sus hijos. Hace muy poco pudo volver, algunas veces a la semana, al gimnasio.
“Siempre hablo mal de la maternidad porque es lo gracioso”, comenta. Pero se pone seria ante la pregunta de lo que significa realmente para ella. De pronto, la emoción la atraviesa y con lágrimas en los ojos responde: “La proyección que tenés de una familia y dar vida”.