Belice es el país más pobre y menos poblado de Centroamérica y el único del istmo donde la lengua oficial no es el español. Esta pequeña nación, de apenas medio millón de habitantes, fue colonia británica y sigue muy ligada al Reino Unido, de hecho forma parte de la Commonwealth. Desde hace un par de siglos mantiene un conflicto limítrofe con la vecina Guatemala, una disputa que está en manos de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), que depende de las Naciones Unidas (ONU). Guatemala considera que alrededor de la mitad del territorio de Belice le pertenece históricamente como «derechos heredados de España» tras independizarse de la metrópoli en 1821. Ambos países están a la espera de la resolución final del tribunal, que está previsto que se pronuncie a finales de este año. Una decisión que será «definitiva y vinculante». Las dos partes se han comprometido a acatar el fallo.
Los primeros británicos que pusieron el pie en la actual Belice fueron grupos de piratas que utilizaron el territorio, poblado originariamente por el pueblo maya, como centro de operaciones para asaltar los barcos españoles que surcaban las aguas del mar Caribe cargados de oro, plata o especias. Corría el siglo XVIII y ante el acoso constante de los filibusteros, la Capitanía General de Guatemala, entonces bajo el imperio español, cedió parte del territorio a Gran Bretaña a cambio de protección. Los ingleses fueron poco a poco expandiendo sus dominios gracias a la llegada de comerciantes, esclavistas, navegantes, buscadores de fortunas y aventureros. La madera de los bosques selváticos, como el palo de tinte o la caoba, eran los productos estrella a explotar. La zona ocupada entonces era conocida como la «Honduras británica» y es la que reclama Guatemala, un total 12.272 kilómetros cuadrados de área continental y decenas de islas e islotes, una extensión que va desde el centro hasta el extremo sur de la actual Belice, país que cuenta con la mayor reserva coralina del mundo después de Australia.
Belice fue la última colonia británica en tierras latinoamericanas en independizarse. Lo hizo en 1981 y Guatemala no la reconoció hasta 10 años más tarde, aunque nunca ha dejado de reclamar lo que define como «territorio administrado por el Gobierno de Belice». Una herencia británica envenenada. La zona en litigio está separada por la «línea de adyacencia«, una franja que no aparece en los mapas de un kilómetro de ancho a cada lado. A lo largo de estos años se han registrado incidentes en la zona, con víctimas mortales en ambos bandos. En los momentos de máxima tensión, Guatemala ha reforzado con más soldados la línea fronteriza, lo mismo ha hecho Belice, aunque con tropas británicas, la unidad Britforbel, una fuerza disuasoria que se disolvió en 1994. El Reino Unido mantiene todavía militares en su excolonia, territorio que utiliza como campo de entrenamiento en zonas selváticas.
Votación popular
Las tensiones han ido disminuyendo desde que en 2008 los dos gobiernos acordaron someter a votación popular si se aceptaba que fuera la CIJ la que resolviera en última instancia el conflicto. Las consultas, celebradas 10 años más tarde en cada país por separado, ratificaron la participación del tribunal. Más de 95% de los guatemaltecos que acudieron a las urnas votaron a favor, aunque la abstención superó el 74%. Los beliceños, por su lado, votaron por el ‘sí’ un 55% y la participación fue superior al 65%. Los habitantes de Belice tienen mucho más que perder, lo que explicaría su mayor implicación en el referéndum. En el peor de los casos, Guatemala, el país centroamericano más grande con 18 millones de habitantes, se quedaría tal y como está, aunque dejaría de ampliar su línea costera.
La expectativa por conocer el fallo de la CIJ, con sede en la ciudad holandesa de La Haya, es enorme. En todo caso, los gobiernos actuales de los dos países mantienen actualmente una buena relación. El primer ministro de Belice, John Briceño, acudió a la toma de posesión de actual presidente de Guatemala, el progresista Bernardo Arévalo, en enero del año pasado. La llegada al poder de Arévalo, de carácter más dialogante que sus predecesores, ha contribuido a destensar la situación, aunque el ministro de Exteriores guatemalteco, Carlos Ramiro, ya ha advertido que la posición de su país es de «Estado no de gobierno».
Administrar este territorio entraña grandes desafíos. Sin una frontera clara y una precaria vigilancia, la zona se ha convertido en una de las más inseguras de Centroamérica. En las últimas décadas se han triplicado las operaciones de tráfico de drogas con la presencia de los grandes cárteles mexicanos. Desde 2011, Estados Unidos mantiene en la lista negra a Belice como punto de tránsito e incluso de productor de cocaína que tiene como destino final Estados Unidos o Europa. También es una zona donde se ha consolidado el contrabando de numerosos productos, así como de paso de migrantes en su viaje hacia la frontera estadounidense.