Gente viviendo en tiendas de campaña, vendedores ambulantes de souvenirs y un montón de turistas en bicicleta enturbian la vida cotidiana del parque de la Ciutadella de Barcelona. Además, en estos momentos el recinto está todo manga por hombro, atestado de obras, vallas y caminos cortados. En cualquier momento los barceloneses pueden darle la espalda, como ya ocurrió en la Rambla, tantas calles del barrio Gòtic, buena parte del centro de la urbe…
El lugar no está abandonado. Todas estas obras comportarán mejoras de su drenaje. La Ciutadella también contará el año que viene con un nuevo sistema de riego El Hivernacle quedó la mar de bien, y la verdad es que la gente entra y sale todo el rato. Este otoño arrancarán las obras de rehabilitación del Castell dels Tres Dragons. Esta restauración se enmarca en el proyecto de la Ciutadella del Coneixement, a fin de que el parque sea también hub de conocimiento científico.

Los grupos de turistas en bici no superan los topes municipales por separado, pero sí que lo hacen todos juntos
Àlex Garcia
Pero, a pesar de la atención del Ayuntamiento, la desafección ciudadana se cierne sobre esta singular zona verde de Barcelona. Entramos en los meses de mayor uso del espacio público. Los platos más superlativos están aún por llegar. La Ciutadella ya refleja algunos de los problemas enquistados de la ciudad. Estas advertencias también dibujan su otra vida.
Estos males alimentan la desafección ciudadana por el centro de Barcelona
Un joven gambiano cuenta que lleva tres años en España y unos meses en una de las veintitantas tiendas de campaña que cada mañana amanecen en los céspedes de este lado de Ciutat Vella, entre sus setos, bajo sus árboles… “Aquí te sientes mucho más seguro que en un cajero automático, que en cualquier esquina de la calle. Lo que pasa es que alguien tiene que quedarse vigilando, siempre… porque los policías vienen mucho, por la mañana y por la tarde, y si no encuentran a nadie en las tiendas pues van y se las llevan, y entonces te puedes quedar sin tus cosas”.
Se trata del dispositivo Civitas, realizado de manera conjunta y con mucha frecuencia por guardias urbanos, trabajadores de los servicios sociales y empleados de Parcs i Jardins, básicamente para facilitar el mantenimiento del recinto. Además, por las noches campan las ratas. Los trabajos de desinfección son habituales.

Un vendedor ambulante de pareos
Àlex Garcia
Doller. Este joven gambiano que vive de recoger chatarra en un carrito de supermercado se llama Doller. La verdad es que por estas latitudes nunca le fue bien. Son docenas las personas que de algún modo malviven aquí. Muchos vienen y van. Algunos también lo hacen al otro lado, en el paseo Picasso, junto al parque y en los porches. De un tiempo a esta parte los tinglados de cartones, vallas de obras y un trapo son cada vez más sofisticados en Barcelona.
Los vendedores ambulantes dicen que los turistas compensan las incautaciones
“Siempre tiene que quedarse uno atento –insiste Doller–, para recoger si hace falta, por si vienen los policías, para que de repente no lo perdamos todo”. Algunos lo hacen sentados en sillas que se trajeron, frente a mesita de café del Ikea que ya tuvo una vida anterior. De repente, uno aparece entre los árboles subiéndose la bragueta. Otro sestea en una hamaca.
Y a cada rato pues se cuelan en el fondo de la selfie de un turista. Ahora que los chorros de la gran fuente de la Ciutadella ondulean de nuevo los turistas multiplican sus fotografías. Hasta media docena de tiendas llegan a concentrarse en los espacios centrales del parque, entre carritos de supermercado, enseres personales, maletas… Otras tiendas permanecen ocultas a los lados del parque.

Últimamente las obra también marcan la vida cotidiana del parque
Àlex Garcia
Otro síntoma de saturación del parque lo constituyen los vendedores ambulantes sin permiso. Los que se apostan en el parque de la Ciutadella no acostumbran a ofrecer productos propios del top manta. A veces algunas gafas de sol. Sobre el mediodía de cualquier día entre semana ya puedes contar una decena. Son principalmente asiáticos que tratan de vender sobre todo pareos a 10 euros, silbatos con forma de pájaro a un par de euros, imanes y abrebotellas a modo de recuerdo de Barcelona a solo 1 euro…
Las excursiones de turistas en bici se cruzan y confunden, y así sus restricciones se tornan papel mojado
Afortunadamente ninguno de ellos tiene aspecto de falo. Hablamos más bien de souvenirs convencionales, con reproducciones de la Sagrada Família, la torre Glòries y algún otro inmueble difícilmente identificable. Uno también puede encontrar algunos sombreros y piezas de bisutería barata… Sí, en cierto modo el parque de la Ciutadella es un reflejo de los problemas enquistados de Barcelona.
Muhammad dice en un castellano precario que hace pocos días que se estrenó en estos menesteres, que benditos sean los turistas, que gracias a ellos merece la pena pasar aquí el día. En el universo de los vendedores ambulantes sin permiso los de souvenirs baratos representan el último escalafón. Son los que menos ganan.

El Ayuntamiento realizó muchas inversiones en el parque, como la reforma del Hivernacle
Àlex Garcia
“Has de estar muy atento sobre todo a las once de la mañana y a las cuatro de la tarde, porque son las horas a las que los policías vienen y van ¡y entonces sí que pueden quitarte toda la mercancía! todos los días se llevan las cosas de alguien, pero el resto del día puedes trabajar mucho más tranquilo. Además, los turistas compran mucho. Los españoles, no. Pero los turistas…”. Una suerte de correo va de vendedor en vendedor recogiendo la caja de cada uno.
El Ayuntamiento quiere que este singular parque también funcione como un hub del conocimiento
Otro catalizador de la desafección de los barceloneses por sus rincones más entrañables es la masificación turística. Los grupos de turistas pedaleando en formación de patos ya hartaron a muchos vecinos de toda Ciutat Vella. La abundancia de excursiones de guiris en bicicleta en el parque de la Ciutadella nada más empezar la temporada alta constituye una advertencia. La normativa municipal establece que estos grupos no han de superar las 15 personas, y que han de ir acompañadas de tres guías. Lo que pasa es que frente a la gran cascada unos y otros se cruzan y se confunden, y así la normativa se diluye.