Arranca su nuevo tema con una sugerente exhalación que es tanto imán como un exorcismo de quien sale por fin a bocanadas a un universo que la estaba esperando. Un fuego sagrado que ya estaba en ella pero al que tuvo que alinearse entre su encantadora timidez y su inspirado trabajo artístico fuera de cámara. Reinventarse y encontrar una voz propia, con la presión de un legado contundente, es mucho más que un acto de fe: un viaje expansivo hacia lo más auténtico de su ser.
“Hay un clima introspectivo, lleno de emociones contenidas y confusas”, cuenta Lisa Cerati, también diseñadora, ilustradora y directora visual, que acaba de hacer su entrada oficial al mundo de la música. Como solista y bajo el nombre artístico de Lisa Maria, lo hizo con un gesto sutil pero rotundo: lanzó su primer single (Solo Aire), el mismo día de su cumpleaños (el 2 de mayo).
También es un “hola, esta soy yo”, susurrado entre capas etéreas y una melancolía bailable que parece sacada de una escena de esas películas indie que la subyugan y suele presentar en distintos ciclos cinematográficos. Al salir a la superficie lo compartió así: “Saco para afuera esta canción como un primer adelanto de un camino de groove y texturas que me tiene bastante entusiasmada”.

Editado por el sello Hora Cero Records, el tema funciona como carta de presentación de lo que será su primer disco, a editarse en 2025. Con una cadencia que invita al trance, una voz hipnótica y, no es casual, un título lanzado entre paréntesis, sin estridencia y sin necesidad de complacer expectativas ajenas, su nueva canción cataliza simplemente lo que hoy tiene ganas de mostrar.
“Tiene una combinación de elementos y atmósferas que siento que sintetizan bastante lo que intento expresar en este momento. Hay un clima introspectivo, lleno de emociones contenidas y confusas”, lanza la heredera de Gustavo Cerati y Cecilia Amenábar, y hermana de Benito Cerati, con quien desde chica amaba cantar a Michael Jackson en tapes familiares y fiestas íntimas.
El proceso fue orgánico. La canción nació en guitarra, escrita por ella misma, y mutó en distintas versiones hasta alcanzar su forma final, coproducida junto al músico y productor Estanislao López, director del sello. En esa mutación hay algo clave: Lisa trabaja por capas, como quien edita una ilustración digital, puliendo detalles hasta que aparece la gema que estaba escondida. Es minuciosa, sensible y lo más importante, no está apurada.

Lisa, multifacética: también es DJ, directora y artista visual
Pero (Solo Aire) no surge de la nada. Lisa viene construyendo un universo personal desde hace tiempo. En paralelo a su formación visual, también se probó como DJ y curadora musical. En los últimos años fue parte de diferentes ciclos electrónicos donde exploró sus influencias y afinó su radar sonoro.
El lenguaje musical, en ella, se entrelaza con lo visual. Diseñó portadas de discos, dirigió videoclips para artistas como Richard Coleman, participó activamente en el imaginario de Zero Kill, el proyecto musical anterior de su hermano Benito, donde trabajó desde el concepto hasta la estética. También se lució al frente del programa Antiarte, emitido por Canal (á), donde entrevistó a artistas contemporáneos con una curiosidad genuina y una mirada que no buscaba likes.
“Tengo una mirada crítica sobre la cultura contemporánea, prefiero enfocarme en proyectos que me permitan expresarme auténticamente”, dijo en una entrevista previa con quien escribe. En ese mismo diálogo reveló que de chica jugaba a hacer noticieros, le encantaba ser “detective”, entrevistaba a amigos de sus padres y sentía que el arte era el lugar desde donde podía entender el mundo.

Aunque su apellido pueda parecer una mochila, Lisa vive su construcción como una outsider. No necesita la exposición, no se muestra en redes a cada rato ni recurre a la performance constante para existir.
“Me siento muy exigente con absolutamente todo. Puede ayudar y te puede frenar por mucho tiempo, y no está bueno”, explica Lisa. Y es por eso que este comienzo es parte de un nuevo hito en su búsqueda artística: “dejar las presiones externas a un margen” y “dejarse llevar un poco más”. Y permitírselo, que ya no es poco.
La estética de Lisa –tanto en lo visual como en lo musical– está atravesada por influencias múltiples: desde la geometría de la Bauhaus hasta el expresionismo, del minimalismo sonoro a la sensibilidad cinematográfica. El resultado es un estilo que no imita, sino que compone un lenguaje propio.
Esa coherencia se siente en su universo visual: dibujos que parecen afiches de una película futurista, paletas sobrias, figuras sugerentes, planos mentales convertidos en imagen. Y también se escucha en (Solo Aire), que suena a escape emocional, a loop nocturno, a alguien que intenta poner en palabras lo que ni siquiera se nombra.

«Sobredosis de arte», la clave familiar
Mientras Benito explora la distopía, la densidad poética, la androginia pop, Lisa se mueve por el carril de lo introspectivo, lo plástico, lo cinematográfico.
Pero hay un punto en común esencial: ambos se permiten experimentar sin pedir permiso. Y con una naturalidad orgánica, lejos de la pose o los “privilegios” heredados. La colaboración entre ellos no es solo familiar, es estética y simbólica. Juntos armaron un imaginario donde todo comunica. Donde el apellido importa, sí, pero no condiciona.
Acerca de Benito, Lisa detalla que, además de su papá, fue él quien “me abrió puertas musicales sarpado, porque es un Wikipedia de la música”. Claro que, aunque ella era muy chica, su padre también le fomentó esa curiosidad. “Hoy, por ejemplo, veo sus gustos en los libros que encuentro de él y me sigue abriendo mundos”, agrega.

También revela que eso mismo le pasa con las películas. Que las coincidencias entre los films que ella amaba ver, como las de Wong Kar-wai o David Lynch, que también descubrió entre las pertenencias de Gustavo, era como conversar un poco con él.
“Me siento muy agradecida de estar tan empapada en el arte. Mis padres tenían muchos amigos artistas plásticos y mis tías también, así que fue una sobredosis de arte”, sentencia.