Se abre paso el mes de mayo y con él el turismo a gran escala para Barcelona. Y eso pese a las dificultades que relataba ayer este diario en una información precisa y oportuna. Falta personal. La principal industria turística de Catalunya y de Barcelona mantiene en perfecto estado de revista el interés de los mercados internacionales, pero tiene problemas para dar el servicio necesario porque faltan profesionales para los hoteles y la hostelería.

Turistas en la Rambla el verano pasado
Marti Gelabert / Propias
Ese percance no es nuevo pero se va agudizando con los años. Mientras miles de barceloneses siguen apostando por medidas que supongan problemas para el desarrollo de la industria turística, el turismo sigue siendo, a la espera de otros flancos de actividad que lo complementen, los telares del siglo XIX y principios del XX para Catalunya. Hay demasiada ligereza en la sociedad actual quejándose de las molestias de los turistas y poco foco en un asunto esencial: el porcentaje del PIB que supone el turismo y sus actividades complementarias. Algo tan importante que casi debería estar prohibido bromear al respecto de su función.
Démosle a esta actividad el rango que merece y cuidémosla como si nos fuera la vida en ello
Hay mucha gente a la que le molesta el turismo. Es humano. A todos nos ha sobrevenido una incomodidad por culpa del exceso de turismo, o por la política de gestión de muchos locales que interpretan que servir al turismo es reducir la calidad y echarles de comer o de beber cualquier pócima de ínfima calidad a quienes ellos creen que van a ser clientes de un solo día. Los gobiernos locales y autonómicos tienen que luchar para combatir esa práctica propia de los malos empresarios, pero también deben aportar soluciones para que la mayoría de propietarios del sector servicios puedan contar con un personal preparado, dispuesto y empático.
No solo nos jugamos la imagen de nuestra ciudad, o de nuestra tierra, está en el alambre la pervivencia de un modus vivendi que hasta el momento sigue siendo esencial para millones de personas en esta Catalunya que, pese a tantos cambios, sigue sujeta a la suerte de la ruleta de los operadores de todo el mundo.
Existe un intento, loable e interesante, de abrir nuevos frentes de actividad para cumplir con el viejo e inteligente dicho de no poner todos los huevos en la misma cesta. Eso es necesario y agudo. Pero mientras tanto, démosle al turismo el rango que merece y cuidémoslo como si nos fuera la vida en ello. Que nos va. Eso sí: regulemos, vigilemos y ayudemos a esa industria que se desangra en la actualidad pidiendo empleados capaces. Esa exigencia no debería caer en saco roto y a lo mejor se debería influir más en el granítico Ministerio de Trabajo para que las condiciones que ahogan a muchos empresarios pudieran tener una salida más soportable en pos de fichar más y mejores profesionales. Si el turismo no tiene quien le atienda, bien habrá consecuencias. Y al final, no nos gustarán.