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jueves, mayo 8, 2025

Fernando Aramburu: “Me preocupa que una parte de la sociedad cuestione la democracia”

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Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) llegó a Buenos Aires cuando la Feria Internacional del Libro recorre su última semana antes del cierre. Su nuevo trabajo literario es un libro de cuentos titulado Hombre caído (Tusquets) y el primer impacto no llega con la primera historia, sino con la portada.

Dispuestos para la entrevista con Clarín le comentamos al notable escritor vasco que el mencionado hombre que cae en la tapa de su libro nos retrotrajo a la imagen tremenda e imborrable de un hombre cayendo de cabeza desde una de las Torres Gemelas cuando los atentados terroristas del 11S en 2001.

Se sorprende el autor de la dolorosa novela El niño. “Ah caramba no había pensado en eso. Tiene razón. Acertó al suponer que la imagen la elegimos con los editores y nos costó encontrar una ilustración adecuada. Nos pareció adecuada porque no es demasiado explícita y luego va unidad al título. La razón principal es que muestra a un ser humano en un ámbito cotidiano pero en una posición que no es la normal. Creo que eso define el espíritu del libro, protagonizado por seres humanos, normales y corrientes, que interpretan algo inesperado, anómalo, inhabitual. Pero ahora que lo dice, vamos, que no se me va olvidar más. Lo que me sorprende siempre es que los lectores ven más allá de lo que yo he pensado al escribir el libro”, dice detenido sobre la portada.

Después de aquella novela monumental que fue Patria, que solo en España agotó 41 ediciones y se convirtió luego en una serie televisiva de enorme popularidad, Aramburu ha transitado varios géneros. Novelas, en principio, como Los vencejos y El niño, por nombrar las más reconocidas, y también ensayos como Vetas profundas, una delicatesen literaria donde reflexiona sobre poetas y poemas.

Estos cuentos de Hombre caído tienen una tensión interna fascinante desde la perspectiva del lector, porque el escritor narra situaciones aparentemente sencillas, próximas, triviales o cotidianas, pero en el fondo el clima que construye va tensionando la trama y apuramos la lectura para librarnos de esa tensión que preanuncia algo que ignoramos.

Respecto del título, Aramburu ha dicho antes de ahora: “Tengo el hábito de titular mis libros de cuentos a partir de uno de ellos. Me dejé llevar inicialmente por la intuición, me pareció un título eufórico, un cuento que recogía un cierto espíritu de época. Luego he escuchado las interpretaciones de algunos lectores que me han resultado muy luminosas. Al final me he convencido de que este cuento en concreto es una especie de metáfora de nuestra época”.

Es la última historia del libro y trata sobre un hombre caído en el suelo, a quien un corrillo de curiosos rodea sin ayudarlo a levantarse.

Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.
Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.

En un país de cuentistas

Aramburu dice sentirse un poco inhibido de venir a presentar este libro de cuentos nada menos que en Argentina, cuna de tantos extraordinarios narradores de cuentos que menciona como lector y admirador: Borges, Cortázar, Quiroga y sigue la lista. El escritor vasco vive hace muchos años en Hanover.

Es un escritor europeo con tres culturas: la de su País Vasco, la de España y la de Alemania, algo que a la hora de las preguntas políticas, le permite analizar con mucho sentido común. A los 66 años sigue siendo un observador agudo, de enorme curiosidad. Y agrega, cuando le preguntamos por este viaje a Buenos Aires, que se siente “como en casa, porque Buenos Aires se parece mucho a Madrid”.

Esta fue la charla del famoso escritor vasco con Clarín.

–Sus personajes reaccionan en situaciones corrientes de forma anómala, mostrando un lado oscuro. ¿Es tan común en las personas?

–No sabría decirlo sin incurrir en algún tipo de generalización. No soy ni psicólogo ni sociólogo, pero sí soy un observador constante de mis semejantes, y no creo haber contado en mis relatos algo que no fuera posible o que yo no hubiera observado. En la vida toda mi literatura está hecha de la misma manera, con esta convicción que tengo convicción que tengo de que todos nosotros encerramos una especie de habitación interna, donde están nuestras debilidades, donde habita lo inconfesable que no queremos que los demás sepan, pero que la literatura es capaz de sacar fuera. Mi literatura es casi una invitación a mirar por un ventanuco la interioridad del ser humano. No diría que se pudieran sacar conclusiones generales.

–Después de El niño, llega usted con este libro de relatos. Da la impresión que la escritura de cuentos es más compleja que la de una novela. Qué halla en este género?

–Principalmente, un gozo creativo. No es un género que me haga sufrir. Pero también encuentro un reto que es muy estimulante. Lo que hago es sacudir a la creación literaria con una disposición particular que no es la misma que tengo con otro tipo de textos. De hecho, la escritura de artículos no es que la llevo a cabo cuando otras tareas presuntamente superiores me dejan tiempo. De eso nada. Yo soy un escritor constante de cuentos que voy acumulando. Cada cierto tiempo hago una selección, de acuerdo con el editor, y los publico. Desecho muchos, no todos pasan el filtro de calidad. Ya llevo tres muestras con este libro de relatos (alude a tres libros). Y si la salud no me falla tengo el propósito de seguir escribiendo cuentos. No soy un visitante ocasional. Le confieso que el Aramburu que escribe relatos es completamente distinto al que escribe novelas y al que escribe artículos. Yo me calzo una personalidad creativa distinta. No soy un novelista que escribe cuentos. Abro mi armario donde están mis distintas personalidades creativas y me visto con la que es la más adecuada para el tipo de obra que me propongo.

–Usted dice que desde niño ha sido un observador de sus semejantes. ¿Por qué?

–Yo soy uno que mira a sus semejantes, pero lo que me interesa acerca de ellos no es hacer un documental ni una investigación analítica, sino que me interesa poner en práctica unos ejercicios de curiosidad. Yo sé que mis semejantes son mucho más de lo que uno en apariencia percibe. Hay todo un mundo de gestos, olores, voces, vestimentas, que a mí me resulta fascinante. Este ejercicio lo hago desde niño y nunca he dejado de practicarlo. Y además me resulta muy provechoso para mi actividad. Por ejemplo, estoy hablando con una persona y de una manera más o menos discreta me estaré fijando en sus manos, tomaré nota de su peinado o su perfume, de partes que no son las más sensibles, como los hombros, pero eso no lo hago con fines científicos. Me asombra la circunstancia de darme cuenta que uno no está solo en el mundo.

–Cuando uno se encuentra con sus personajes, como en este libro, el lector percibe que son como en la vida misma. Se rompe la frontera entre ficción y realidad. Es un recurso deliberado?

–Lograr esto es para mí el objetivo máximo. Efectivamente intento que no exista una luna de cristal o de membrana que permita a las personas que leen mis libros sentirse a salvo, que piensen que no les va a salpicar nada. De ahí que deliberadamente elija personajes que son bastante similares a personas comunes. Son personajes a los que les ocurren hechos cercanos a los comunes. En todo caso, en escenarios cotidianos. Para mí no es legítimo otro tipo de literatura. Algunas personas se sienten como desvalidas, cuando les hago algún comentario acerca de ello. Somos vulnerables, pero tampoco somos los que creemos que somos. En nosotros va toda una cuerda de situaciones personales, de pasado y de presente, que a menudo son visibles hasta en el aspecto físico. Todo esto lo traslado luego a mi literatura. No es raro que me encuentre con alguna persona que me diga: “Es que mi padre…” o “es que mi suegra…” y ya siento yo que lo interpeló ese personaje. Me gusta lograr eso.

Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.

–Vivimos un tiempo donde los ismos parecen haberse acentuado: individualismos, personalismos, populismos, nacionalismos… Como europeo cómo lo observa?

–Eso forma parte del juego político del que ningún país está libre. Hay un fenómeno actual: cualquier acontecimiento hoy en día resulta amplificado por las redes sociales y las facilidades de comunicación en todo el planeta. Eso nos puede llevar a creer que estamos ante un momento catastrófico, pero es la misma sopa que el siglo pasado. Lo único es que estamos más interconectados. Algo que ocurre en la Argentina salta en la prensa española, y ya no hay necesidad de montarse en una carabela y estar cruzando el océano para saber qué nivel de inflación tienen acá. Lo busco en mi celular. Por esa misma sensación de que no abarcamos la realidad, yo me he visto agobiado por esa riada de novedades, noticias, acontecimientos, de tal manera que renuncié a una columna semanal que escribía en un periódico porque me agobiaba, y deseaba retirarme a escribir mi obra literaria. Y luego usted sabe que es más noticia la maldad que la bondad. La maldad rompe el equilibro social, supone violencia y destrucción. En cambio los buenos y los tranquilos no generan ni acción ni problemas.

–A usted no le preocupa el crecimiento de los nacionalismos ultra?

–Sí, claro, me preocupan mucho; sobre todo, porque vengo de una ciudad que tuvo un movimiento nacionalista hegemónico (San Sebastián), que además tuvo una versión terrorista. Me preocupa que una parte de la sociedad cuestione la democracia. A mí esto no me deja indiferente. Y luego, hay algunos sectores que tildamos de nacionalistas, que quieren hacerse con los resortes del poder a costa de la democracia, esto no lo podemos aceptar. Me preocupa porque tengo hijas y tengo nietas, y uno pretende que vivan en un mundo digno y desarrollado, con derechos y garantías. Por lo que no soy indiferente a lo que me rodea. Existe siempre ese tirano moderno que se hace elegir de manera democrática y una vez asumido el poder rompe el pacto social, asume todo el poder, destruye a la oposición e impone su totalitarismo. Esto lo inventó el siglo XX y hay que tener mucho cuidado porque sigue vigente.

–Podríamos ver Hombre caído como una metáfora de este tiempo que vivimos?

–No fui consciente de esto al escribirlo, pero he asistido a interpretaciones muy perspicaces que van en esta dirección. No me extraña, a mí me bastó poner a actuar en mis historias al ciudadano actual para atrapar de manera natural un dibujo social de mi época. No tengo inconvenientes en aceptar esta interpretación. Mis cuentos no están protagonizados por seres fantásticos, sino por ciudadanos corrientes, probablemente muy similares a la gente común, e incluso se nombran en ocasiones los lugares donde se desarrolla la historia. Por tanto es evidente que estoy situando socialmente de manera deliberada a los protagonistas en un ámbito real.

–Que autores de cuentos le gusta leer?

–Me gustan muchos, por fortuna es un género que ha dado grandes maestros…

–En la Argentina tenemos varios de ellos.

–Es que el cuento, dicho de manera clara, es una especialidad argentina. Sería muy raro que un aficionado al cuento no frecuente a Cortázar, a Bioy Casares, a Borges, a Horacio Quiroga, a Mariana Enríquez, y a tantos otros. Nosotros tenemos la paella, los franceses tienen su vino, y vosotros tenéis a los cuentistas (dice con su humor vasco). Y luego hay muchos otros, un tal Poe, un tal Chejov, un tal Aldecoa, hay tantos por los que me hubiera gustado ser influido y haber sido ellos. Pero no tengo un termómetro para saber qué gran escritor de cuentos, hombre o mujer me da igual, me ha influenciado. Pero algo habrá quedado en mí después de haberlos leído atentamente. Como escritor pongo la lupa sobre aquellos que me despiertan admiración para averiguar por qué están sus cuentos tan bien hechos y qué tienen los autores de talento y habilidad que han escrito relatos tan excelentes. Entonces trato de robarles la receta…Me da vergüenza haber venido a hablarles de cuentos! (se ríe).

–Dicen algunos autores de relatos que recurren al territorio de la infancia para sus trabajos literarios, dado que en la infancia los cuentos nos gustan muchísimo.

–Los cuentos como las canciones son el primer contacto del ser humano con la ficción. Me parece muy afortunada la criatura a quien, en edad temprana, le cuentan historias. Pueden explicarles el mundo mediante fábulas y cuentos. Esa relación grata no se pierde nunca. Los seres humanos somos unos consumidores incesantes de ficciones. Esto no quiere decir que estemos leyendo todo el día, pero vemos películas o en las conversaciones nos contamos historia sobre nuestras alegrías y nuestras penas, es decir que tenemos la capacidad de añadir realidad a la realidad en la que estamos metidos. Y podemos sentirnos privilegiados. Incluso, para la explicación de fenómenos. A un niño no se le explica qué es la envidia, pero se le cuenta un cuento sobre un rey que no soportaba que otro tuviera una corona más brillante. Esa disposición descriptiva no acaba nunca en nuestra memoria y nuestra vida.

Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.Fernando Aramburu en la ciudad de Buenos Aires. Fotos: Ariel Grinberg.

Fernando Aramburu básico

  • Nació en San Sebastián, en 1959. Es autor de los libros de cuentos Los peces de la amargura (2006, XI Premio Mario Vargas Llosa NH, IV Premio Dulce Chacón y Premio Real Academia Española 2008) y El vigilante del fiordo (2011).
  • También de las obras de no ficción Autorretrato sin mí (2018), Vetas profundas (2019) y Utilidad de las desgracias (2020).
  • También escribió, entre otras, las novelas Fuegos con limón (1996), Los ojos vacíos (2000, Premio Euskadi), Años lentos (2012, VII Premio Tusquets Editores de Novela y Premio de los Libreros de Madrid), Ávidas pretensiones (Premio Biblioteca Breve 2014) y Patria (2016, Premio Nacional de Narrativa, Premio de la Crítica, Premio Euskadi, Premio Francisco Umbral, Premio Dulce Chacón, Premio Arcebispo Juan de San Clemente, Premio Strega Europeo, Premio Lampedusa, Premio Atenas…), traducida a 35 lenguas y convertida en prestigiosa serie.
  • Los vencejos (2021) e Hijos de la fábula (2023) lo confirmaron como uno de los mejores escritores europeos. Ha recogido su poesía completa en Sinfonía corporal (2023).

Los libros de Fernando Aramburu se encuentra en el stand 917 de Grupo Editorial Planeta en el Pabellón Verde de la Feria del Libro.

Redacción

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