Cuando se informó que Robert De Niro iba a recibir la Palma de Oro de Honor en esta edición del Festival de Cannes, era fácil suponer que en su discurso de agradecimiento no iba a olvidarse de alguien. No, no de su familia, ni de su pareja, que estaba en la platea, sino de Donald Trump.
De Niro criticó duramente a Donald Trump, calificándolo de «presidente filisteo de los Estados Unidos», e instó al público a manifestar su oposición al gobierno de Trump.
Sus palabras contra el presidente estadounidense fueron durísimas. Llamó a «defender la democracia» frente a un Donald Trump «sin educación».

«El arte es inclusivo, busca la libertad, incluye la diversidad, ¡y por eso está amenazado! Por eso somos una amenaza para los autócratas y fascistas de este mundo», añadió el actor estadounidense de 81 años.
De Niro instó a «defender la democracia»
Aseguró que en su país «estamos luchando duramente para defender la democracia que siempre dimos por sentada. Simplemente (Trump) recortó los fondos para las ciencias humanitarias, para la educación superior, y ahora está anunciando aranceles aduaneros del 100% para las películas producidas fuera de los Estados Unidos», continuó el actor ganador de dos Oscar. «Esto es inaceptable (…) y no es sólo un problema estadounidense, es un problema de alcance global».

«Tenemos que actuar ya», dijo. «Sin violencia, pero con gran pasión y determinación. Es hora de que todos los que se preocupan por la libertad se organicen, protesten y, cuando haya elecciones, por supuesto, voten. Esta noche, y durante los próximos 11 días demostraremos nuestro compromiso rindiendo homenaje a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad», concluyó pronunciando estas tres últimas palabras en francés, antes de ser recibido con un aplauso cerrado de los presentes en la Sala Lumière.

Estaba DiCaprio, y llegó Tarantino
No fue sorpresa que Leonardo DiCaprio fuera el encargado de presentarlo y entregarle la Palma de Oro de Honor, porque se sabía. Lo que nadie imaginó cuando vio a Quentin Tarantino más temprano caminando por la alfombra roja junto a su esposa era que el ganador de la Palma de Oro por Tiempos violentos (Pulp Fiction) iba a ser quien diera por inaugurado el Festival.
Luego del discurso de De Niro, Tarantino apareció en el escenario, saludó con los dedos en V, y tras decir a los gritos que quedaba inaugurado el Festival, arrojó el micrófono al suelo, dio marcha atrás y se retiró, ante el plauso del público.

DiCaprio antes de presentarlo recordó cómo De Niro le dio una mano para que Scorsese se fijara en él, y cómo antes hizo un casting y Bob eligió “a ése, el segundo a la derecha” y “me cambió la vida”.
El que no dijo presente fue Tom Cruise en la gala de apertura -quiso la casualidad que fuera el mismo día que la condena a Gérard Depardieu-, que se sabe que ya llegó a Cannes, donde presentará la última de Misión: Imposible. A lo mejor se le pasó la hora. O quizá prefirió reservar los flashes para la première de su propia película…
Video
«La quimera del oro»
Chaplin, restaurado y aplaudido a rabiar
Pero antes, a la tarde, tuvo lugar la primera proyección. Fue La quimera del oro, la película de Charles Chaplin de 1925, que este año cumple su centenario.
Previo a la proyección en una copia restaurada 4 K, con fotogramas que se habían perdido incluso para el nuevo montaje que el director hizo en 1942, subieron al escenario de la Sala Debussy dos de sus nietos. Chaplin tuvo 11 hijos, así que imagínense si subían todos: no habría micrófonos que alcanzaran. Una era Kieran Chaplin, enfundada de rosa, parecía la Pantera Rosa.

Es increíble, pero el largometraje mudo de Chaplin no ha perdido ni un gramo de humor, de inocencia. Sorpresa hubo cuando Thierry Frémaux, el director del Festival, pidió a los asistentes que levantaran la mano quienes nunca la habían visto: superaban el 50%.
Sumados los tímidos que seguramente no lo quisieron reconocer, y se quedaron impávidos, con las manos quietas, más de la mitad de la sala supuestamente de cinéfilos, nunca había visto “el baile de las papas”, la famosa escena en la cabaña en Alaska en la que El Vagabundo (Chaplin) pincha dos panes con sendos tenedores y los hace bailotear sobre la mesa.

La película -para quienes leen y tampoco la vieron- es una joya de la cinematografía, con mucho humor físico (slapstick), que aborda la soledad y que sus escenas bien pueden verse como sketches humorísticos separados, pero tienen un hilo argumental. El Vagabundo es uno de los cientos que llegan a Alaska por la fiebre del oro, se pierde en una tormenta de viento, se refugia en una cabaña con otros dos buscadores de oro, se enamora de Georgia, una chica que se ríe de él a escondidas y se vuelve multimillonario, sin perder nunca su buen corazón.
Ojalá alguien la reestrenara en cines en la Argentina, como sucederá desde junio en varias capitales del mundo.

La película de apertura, como «Emilia Pérez»
No hay quien pueda oficialmente confirmarlo, pero siempre se ha corrido el rumor de que las compañías productoras de la película de apertura son los que corren con los gastos del dinner de gala, la cena de gala a la que asisten las estrellas invitadas a la inauguración.
Como usualmente la película que abre el Festival, y lo hace fuera de concurso, o sea que no va por los premios, es local, el espaldarazo que significa estar allí es alto. Es la primera en exhibirse para el gran público, es de la primera de la que habla la prensa y, para más, suele estrenarse en las salas de Francia al día siguiente o en la misma semana. Una campaña de promoción magnífica, y todos felices.

Todos los cines participantes, que sumaron 382, transmitieron en directo la ceremonia, presentada por el actor francés Laurent Lafitte y con la presencia del invitado de honor, Robert De Niro. Y a continuación se proyectó la película inaugural, Partir un jour (Partir un día), el debut como directora de Amélie Bonnin.
Es una comedia musical, por lo que uno puede pensar que este año quisieron seguir con la onda de Emilia Pérez, la película que parecía que iba a comerse el mundo y el mundo se la deglutió a ella.
Sin tantas canciones, en Partir un día de la nada se ponen a cantar (y solo en un momento, a bailar). Es la historia de Cécile (Juliette Armanet), una chef que se entera que queda embarazada a dos semanas de inaugurar su propio restaurante, va de regreso a su pueblito, donde su padre acaba de pasar por el hospital tras su tercer ataque cardíaco. El y su madre tienen un restaurante al borde de la ruta, y lo que seguirá serán desavenencias, complicidades, encuentros con un amigovio y más canciones.
Nada de desnudez en la alfombra roja

Lo que llamó la atención con respecto a otras ediciones anteriores es que en las escalinatas de la alfombra roja de ingreso al Grand Théâtre Lumière no sólo no se pueden sacar fotos ni selfies, para agilizar el ingreso, sino que hay un nuevo “dress code”, un código de vestimenta, que habla de “razones de decencia”, desnudez y vestidos ampulosos.
Esos que son los más fotografiados en la alfombra roja. Sí, esos.
No es que Robert De Niro o Tom Cruise vayan a sacar sus celulares para inmortalizar el momento y se los prohíba. El asunto va por otro lado.
Es que para asistir a las proyecciones de gala del Grand Théâtre Lumière, las que arrancan no antes de las 19, para los caballeros es obligatorio llevar traje o esmoquin, y para las damas, vestido largo. En “preguntas frecuentes” puede leerse que la vestimenta también incluye “un pequeño vestido negro, un vestido de cóctel, un traje de pantalón de color oscuro, una blusa elegante con pantalones negros; zapatos elegantes y sandalias con o sin tacón (no zapatillas deportivas); un traje negro o azul marino con moño o corbata de color oscuro”, se amplía.

Hasta aquí, nada demasiado nuevo. Pero lo que no se puede hacer o llevar es más complicado.
A las galas no se puede ir con bolsos ni mochilas, pero incluyeron en el nuevo código de vestimenta algo para las mujeres: “por razones de decencia, la desnudez está prohibida en la alfombra roja, así como en cualquier otra zona del Festival”. Tampoco está permitido vestir “trajes voluminosos, o con una gran cola, que dificulten el flujo de tránsito de invitados o el acceso a los asientos en la sala”. A los rebeldes, se indica, se los invitará a abandonar su intento de ingreso a la alfombra roja.