Durante los últimos años de la dictadura franquista había en Barcelona una especie de constelación clandestina formada por locales que funcionaban como catacumbas culturales, oasis respirables donde se realizaban proyecciones de películas o de vídeos sin permiso de la autoridad y se fraguaban proyectos de carácter vanguardista, progresista y antiautoritario. Proyectos que, en buena parte, fructificaron unos años más tarde, aunque tal vez no del modo esperado ni con la plenitud y la difusión deseadas. Uno de esos lugares era el Institut del Teatre, que se encontraba en la calle Elisabets. Allí, a mediados de los años setenta, se conspiraba a favor del empleo de un nuevo medio de expresión y de comunicación, llamado vídeo, que algunos percibían como una posible alternativa horizontal y comunitaria a una televisión que era vertical y dirigista y que se cuestionaba por razones éticas, ideológicas y estéticas.
]]>