La educación no solo moldea la forma en que nos comportamos en sociedad, sino que también transforma físicamente nuestro cerebro. Así lo plantea la neurociencia, la disciplina que analiza cómo el cerebro procesa información y aprende, ofreciendo claves para optimizar la enseñanza y el aprendizaje.
«El cerebro actúa como un filtro: evalúa qué datos serán útiles en el futuro y organiza su almacenamiento para dar espacio a nuevas ideas», explica Sandra Jurado, neurocientífica e investigadora del Instituto de Neurociencia de Alicante CSIC-UMH.
Según Jurado, este proceso implica un delicado equilibrio entre reforzar y eliminar información, construir y destruir conexiones neuronales. «Así se conforma nuestra memoria», detalla la especialista, poniendo en foco cómo el aprendizaje no solo es cuestión de voluntad, sino también de biología.

En este proceso de aprendizaje y educación, el cerebro se adapta para incorporar saberes nuevos, esto se debe a la plasticidad cerebral, la cual se encontró como un aspecto vital en el desarrollo cerebral y en el aprendizaje.
La plasticidad cerebral es una propiedad general del sistema nervioso central. Con ella, el sistema tiene la habilidad de cambiar la funcionalidad y estructura, en respuesta a cambios o factores externos e internos. Esta representa la capacidad que tiene el individuo para adquirir nuevas habilidades, especialmente relacionadas con el desarrollo de funciones cognitivas, según un artículo del sitio especializado Neuro Class.
Como resultado, el tejido nervioso sufre cambios adaptativos y reorganizativos de su estado. El cerebro tiene la capacidad de codificar lo que es importante, las memorias, que estas desaparezcan cuando ya no las usemos y que sean reemplazadas por las nuevas. De esta manera, podemos aprender hasta el final de nuestra vida.

«Sin esta plasticidad y esta capacidad de selección de la información, si cada neurona codificara una sola actividad, no daríamos abasto», dice la neurocientífica Jurado.
Esta capacidad es una de las herramientas que ayuda en la adquisición de capacidades cognitivas. Por lo tanto, esta tiene la facultad de moldear nuestro cerebro para que logre adquirir y mantener los nuevos aprendizajes.
Cuándo la educación modifica la forma de pensar
La plasticidad cerebral es especialmente significativa durante la infancia y la adolescencia, cuando el cerebro se encuentra en pleno desarrollo, ya que a medida que las personas van creciendo, van perdiendo plasticidad y capacidad de recuperación neuronal.

La neuroplasticidad nos permite aprender idiomas, dominar instrumentos musicales, adquirir habilidades matemáticas y desarrollar capacidades creativas. A medida que practicamos y nos exponemos a nuevas experiencias, se generan cambios estructurales y funcionales en nuestro cerebro. Los circuitos neuronales se reorganizan y refuerzan, permitiéndonos adaptarnos y mejorar en diferentes áreas
A medida que uno crece esta plasticidad se va perdiendo, por lo que existen diversas técnicas de retroalimentación que pueden contribuir a mejorar el grado de neuroplasticidad, como los entrenamientos específicos de determinados movimientos que potencian la contracción muscular que puede verse en un electro miógrafo.
En el caso de una lesión cerebral, la estimulación es clave para la neuro-rehabilitación, gracias a ella surgen nuevas redes neuronales que pueden permitir a la persona recuperar capacidades que se habían perdido, según especialistas de la UNIR, Universidad Internacional de La Rioja de España.