Con honda consternación, siempre en nuestro corazón –y algún que otro órgano–, cariño y gratitud eterna, me veo en la obligación de informar que la sala Luz de Gas dejará después del verano de acoger a los últimos de Filipinas: la nueva propiedad quiere remodelar la sala y rejuvenecer la clientela, por lo que hará lo humanamente posible para que los mayores de 50 años –o alguno menos– vayan con sus tonterías, su música de ayer, hoy y ayer y sus camisas del equipo de polo de Argentina a otra parte.
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