Madrid está en ebullición. En la ciudad del poder los decibelios han subido al volumen máximo. Si creían que ya lo habían visto todo, se pueden equivocar. La metrópoli arde con las noticias que llegan de los tribunales y las redes sociales no dan abasto para ejercer de caja de resonancia en el, probablemente, momento de mayor debilidad del Gobierno desde la moción de censura. El problema es que la conversación atropellada empieza a nublar mentes en un momento en el que, precisamente, la clarividencia debería ser una virtud.
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