“De chiquita, después de lavar tapices en el río, los giraba, los retorcía, los hacía sonar… Luego soñaba con la amante de mi padre. En esos sueños, le hacía sonar el cuello. El espiral en mi obra (me encanta) representa control y libertad”.
Louise Bourgeois (París,1911-Nueva York, 2010), una de las artistas más importantes del siglo veinte, hablaba así, con una potencia demoledora capaz de dejarte con la boca abierta. Igual que su obra, con espirales y sin ellos.
Deben haber visto las arañas de acero y bronce de Louise Bourgeois. Maman, de casi 10 metros de alto, por ejemplo, que copó la entrada de Fundación Proa, en La Boca, en 2011, en el marco de una muestra inolvidable.
La araña, depredadora (amenazante) y protectora (cazadora y remendadora incansable), era para Louise Bourgeois el símbolo perfecto de la figura materna y sofocante.

El tejido y las telas, que Louise Bourgeois usó en muchas otras piezas, se vinculan con su mamá, Josephine, quien trabajaba en el negocio familiar de restauración de tapices y quien le enseñó el oficio.
Josephine siempre estaba enferma y Louise siempre la cuidaba. Murió cuando ella tenía 22 años. Decía que eso y las infidelidades del padre –Louis tuvo una lista de amantes, incluso la niñera-, le generaron un miedo al abandono que la desbordaba y que intentó manejar con su trabajo.
Hogar, dulce hogar
Ese temor no fue lo único que Louise Bourgeois quiso transformar con su arte. La Primera Guerra Mundial, que comenzó cuando ella tenía 3 años, le dejó recuerdos difusos, traumáticos.

Un ensayo de la Tate de Londres agrega que justo antes de la Segunda Guerra, Louise Bourgeois debió mudarse de París a Nueva York, casada con Robert Goldwater, con quien tuvo 3 hijos (el primero adoptado, quien murió 20 años antes que ella, y los otros, biológicos).
Sus pinturas neoyorquinas apenas desembarcó, como Niña Fugitiva (1938), muestran justamente la pérdida del hogar, aunque Louise Bourgeois retorciera ese concepto como si fuera un tapiz en lugar de idealizarlo.

Casi una década después, la cuestión vuelve a aparecer en Mujer Caída, con la cabeza y el torso casi cubiertos por una casa. “No sabe que está medio desnuda ni que intenta ocultarse. Es decir, es totalmente contraproducente porque se muestra justo cuando cree que se esconde”, señaló.
En 1994 Louise Bourgeois aún pinta sobre lo mismo. De ese año es Hogar para niñas fugitivas.Casas vacías, una especie de acuarela sobre papel de lija, en la que escribió: “Hogar para niñas fugitivas: casas vacías. Les filles Mère D’Anthony”, que se refiere a un asilo para chicas que funcionó en París.
La fugitiva que salió adelante
Jerry Gorovoy, asistente de Louis Bourgeois tras la muerte de su esposo en 1973, la comparó con la protagonista de El mago de Oz: “Igual que la joven Dorothy Gale, de Kansas, Bourgeois ha emprendido un viaje para aliviar una experiencia central de abandono”.

Protuberancias, agujeros, celdas, Tetas o el montaje de una escena del crimen en la instalación La destrucción del padre, que remiten a la sexualidad, los géneros, los roles, la familia, la casa, el cuerpo, muestran otras claves emparentadas de su trabajo.
En los años de la novedad y el apogeo del psicoanálisis derivó en un festín. Pero legado de la «Mujer Araña» aún perturba y conmueve -y presumo que seguirá haciéndolo- porque te pone frente a formas de huir del dolor del que nadie escapa.
“En realidad, era una fugitiva”, reconoció Louise Bourgeois. “Una fugitiva que salió adelante”. Que insistió e insistió con los temas porque, según dijo también, creía que comprender la ambigüedad se parece a perdonar.
JS