
La historia reciente de América Latina es inseparable de Estados Unidos. El dominio de Washington sobre la región se ha desplegado con la dependencia de las élites políticas y los Gobiernos latinoamericanos y la influencia económica de grandes empresas estadounidenses. También con las frecuentes injerencias en su política interna, muchas veces en forma de golpes de Estado, y una fuerte hegemonía cultural.
Sin embargo, el regreso de Donald Trump podría modificar esta dinámica. La ofensiva arancelaria, la retirada de la agencia de cooperación Usaid y la política de deportaciones masivas está cambiando la relación entre Estados Unidos y América Latina. La agresividad del republicano ha empujado a países de la región a estrechar sus lazos con otras potencias e intentar reducir su dependencia histórica respecto a Washington.
¿Un nuevo imperialismo?
La política de Trump respecto a América Latina se resume en tres ejes: proteccionismo comercial, rechazo a la inmigración y retirada de Usaid. El arancelazo de abril incluyó una tasa general del 10% con algunas excepciones en la región: Cuba, ya sometida al histórico embargo comercial condenado por Naciones Unidas, Nicaragua y Venezuela, con tasas del 18% y el 15% respectivamente para presionar a sus regímenes. México se libró gracias a que la presidenta Claudia Sheinbaum cedió a las exigencias de Trump: extraditar narcotraficantes y enviar 10.000 soldados a la frontera para evitar los cruces irregulares de migrantes y el tráfico de fentanilo. La decisión de Trump también se ha visto influida por la preocupación de empresarios estadounidenses, cuyas cadenas de producción extendidas a ambos lados del Río Grande se habrían visto afectadas por la barrera arancelaria.
La gran deportación prometida por Trump castigaría sobre todo a los migrantes de América Latina. El 77% de los migrantes indocumentados en Estados Unidos son latinoamericanos (cerca de la mitad, mexicanos) y la mayoría de los extranjeros residentes proceden de esta r…
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