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lunes, junio 9, 2025

Los «güemistas», los «antigüemistas» y la mirada de Juan Manuel de los Ríos

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En 1963 y con motivo del 142° aniversario de la muerte de Güemes, el historiador salteño Juan Manuel de los Ríos acercó a El Tribuno un breve análisis sobre las causas que, según su parecer, retardaban la revalorización nacional de la figura de Güemes. Muchas de sus observaciones que hoy transcribimos, ya se pueden considerar como superadas, especialmente, luego que se realizaran las Primeras Jornadas Históricas de Güemes en 1971, con motivo del sesquicentenario de su muerte. Encuentro donde justamente De los Ríos protagonizó un encendido debate sobre el prócer con su par tucumano Ramón Leoni Pinto.

En 1963 y con motivo del 142° aniversario de la muerte de Güemes, el historiador salteño Juan Manuel de los Ríos acercó a El Tribuno un breve análisis sobre las causas que, según su parecer, retardaban la revalorización nacional de la figura de Güemes. Muchas de sus observaciones que hoy transcribimos, ya se pueden considerar como superadas, especialmente, luego que se realizaran las Primeras Jornadas Históricas de Güemes en 1971, con motivo del sesquicentenario de su muerte. Encuentro donde justamente De los Ríos protagonizó un encendido debate sobre el prócer con su par tucumano Ramón Leoni Pinto.

Dice De los Ríos: «La personalidad de Güemes ofrece vetas inagotables, tanto para el investigador como para el sociólogo. Por ahora estimo oportuno, más aun, necesario, que los salteños comencemos ya a ubicarnos en la realidad de la «Guerra Gaucha» y no nos quedemos con aquella interpretación tan difundida de que Güemes y sus gauchos son una gloria local, de la cual los salteños tendríamos casi la exclusividad.

Es de justicia recordar que el escenario de esta guerra fue todo el territorio de las actuales provincias de Salta y Jujuy, y que, tanto los escuadrones de gauchos como sus oficiales fueron pobladores de las dos provincias indistintamente. Por lo tanto, la gloria que celebramos los salteños, debe ser también compartida por nuestros vecinos, que durante el tiempo de la gesta no constituían aún un estado o provincia autónoma.

Pero todas las cosas tienen su razón de ser, y la ciencia histórica, que propone justamente esclarecer y explicar los sucesos del pasado y las acciones y reacciones de los sectores vinculados a los mismos, ya tiene la obligación de enfocar el «Caso Güemes», en todos sus aspectos.

El sentimiento jujeño frente a Güemes

Ocurre una cosa singular. En Jujuy Güemes no es un prócer querido, y este fenómeno debemos tratar de explicar y comprender. En primer lugar hay que señalar que la vieja rivalidad lugareña entre Salta y Jujuy, es por la resistencia de la segunda en acepar la hegemonía de la capital de la gobernación intendencia, a consecuencia de su aspiración a constituirse en estado autónomo, por ser ciudad con cabildo y jurisdicción territorial.

Aquel sentimiento se encarno desde 1810 en el ilustre jujeño Dr. Juan Ignacio Gorriti, quien hasta la muerte de Güemes y aun después, fue uno de sus más enconados adversarios, entre otras razones, porque éste manejaba con mano dura la guerra y la política en ambos territorios.

En segundo lugar hay que destacar la acción perturbadora de los cronistas e historiadores jujeños del siglo XIX, sobre todo del más calificado de ellos, el Dr. Joaquín Carrillo, algunos de cuyos conceptos veremos luego.

Pero antes, veamos la «Guerra Gaucha» en su exacta magnitud, como baluarte defensivo del territorio, dejando para otro momento la consideración del papel primordial y decisivo que Güemes se proponía cumplir en 1821, y que no pudo hacerlo justamente por la muerte sorpresiva, cuyo aniversario recordamos por estos días.

Acciones de la guerra en territorio jujeño

La Quebrada de Humahuaca fue prácticamente la columna vertebral de todas las compañas ascendentes o descendentes de la guerra de la Independencia. El propio Güemes en 1810, teniente de 25 años, se hizo cargo de su defensa con una «partida de observación» creada por él mismo con elementos del lugar, reforzada luego con milicias de Tarija lo que le permitió después intervenir y decidir el 7 de noviembre, la victoria de Suipacha.

Pero ahora nos interesa ver qué pasó en aquella quebrada y en el resto del territorio de Jujuy, entre los años 1814 y 1821, o sea el periodo que abarca la guerra, como también la participación decisiva que les cupo a los gauchos locales y a sus valientes oficiales, bajo la dirección superior de Güemes.

El infatigable investigador de los archivos jujeños, don Ricardo Rojas, en su ensayo titulado «La Patria en Jujuy», ubicó y señaló 76 combates en ese período, en el territorio de Jujuy. La mitad de esas acciones se desarrollan en Humahuaca o sus adyacencias, y los oficiales que más se destacan son los coroneles Bartolomé de la Corte, Domingo Iriarte, José Gavino de la Quintana, Manuel Alvares Prado, Agustín Dávila, Manuel Eduardo Arias y Juan Antonio Rojas.

Desde luego, sin el propósito de entrar en cotejo entre ambas provincias, vale la pena señalar que el número de combates parciales de este tipo estaría más o menos equilibrado en ambos territorios (en Salta se ubicaron entre 80 a 85 combates), por lo que la gloria de esta guerra corresponde indistintamente tanto a Salta como a Jujuy

La tradición de los ilustrados y la culpa

Decíamos que en Jujuy hay mucha indiferencia y hasta un mal concepto de nuestro prócer, que es también de ellos porque la epopeya pertenece a ambos y porque no podrían haber tenido lugar sin el jefe que le dio su espíritu y su vida.

Creemos que la razón de esta resistencia está en la tradición, pero no en la tradición campesina, sino del sector principal o adinerado, que aquí (Salta) también, en el siglo pasado, mantuvo aquel sentimiento de repulsa hacia Güemes.

En efecto, casi todos los salteños tenemos la versión según la cual Güemes fue un tirano insoportable, que hacía imposible la vida. Si a esa tradición le agregamos la frialdad u hostilidad de algunos cronistas de la época, como los generales Paz y Lamadrid, resultaría explicable que durante todo el siglo XIX su figura histórica se encontrara desfigurada y pospuesta, aun en nuestra provincia.

Recién a fines del siglo XIX se difunden valiosas crónicas reivindicatorias sobre todo las de Vélez Sarfield y Vicente Fidel López, que alentaron y sin duda inspiraron la extraordinaria tarea de nuestro historiador Dr. Bernardo Frías, cuya obra, fue escrita entre 1910 y 1930.

Salta revisa la historia pero Jujuy no

Pero esa saludable reacción, secundada en Salta por otros historiadores y cronistas, algunos de los cuales hemos continuado por las sendas de revisionismo que nos abrió Frías, no ha tenido el menor eco en Jujuy. El ambiente cultural de esa provincia, en materia histórica, se ha cristalizado en la obra inicial del Dr. Carrillo, publicada en 1877.

Es lamentable que un valioso historiador jujeño de nuestros días (1963), el Dr. Teófilo Sánchez de Bustamante, no se haya decidido a abordar con su equidad reconocida, los problemas fundamentales del glorioso pasado de su Provincia, casi todo coincidente con el de Salta.

Veamos, para completar este cuadro, algunos párrafos de Carrillo en sus «Apuntes de Historia Civil». En el Capítulo XXV, página 178, dice: «Güemes, como se ha visto, asistió al ataque en Puesto del Marques mandando milicias de caballería de Salta y Jujuy. Obtenido aquel triunfo, con una insubordinación indisculpable se separó del ejército y regresó a comenzar su sistema en las jurisdicciones de la Intendencia de Salta». «Para reagravar la falta, después de alzarse con el botín en aquel día de victoria, se apoderó del parque de Jujuy transportándolo consigo y consumando su rebelión contra el ejército de la patria». Después agrega citando a Paz, «todos sus pasos sucesivos fueron conformes a estos principios». Luego de hablar de que «este hecho fue su primer atentado en la carrera de sus pretensiones», continua: «Llegado a Salta comenzó el desconocimiento de la autoridad que había creado el Cabildo de Buenos Aires. Compara su sistema y su política con la de Artiga, pero para denigrarla con epítetos lapidarios, sin darse cuenta que la reivindicación histórica del prócer uruguayo fue paralela a la del prócer salteño y que ambos, como por su amor y adhesión al hombre de la tierra, al campesino, han logrado ya un altar indestructible en el corazón de sus pueblos».

Podría citar cien párrafos iguales o más despectivos aún de Carrillo pero con esta muestra es suficiente. El libro se reeditó varias veces, la última por el gobierno de Jujuy en 1958 (Horacio Guzmán) y a través de él es fácil comprender los sentimientos que se han podido inculcar en la población de nuestros vecinos, antes y después de la obra de Carrillo. Sus conceptos discrepan en absoluto con la verdad histórica y con el sentimiento de los gauchos jujeños, de antes y de ahora.

Por desgracia también, las pasiones políticas suelen penetrar e interferir en los grandes momentos de la historia y nublar la mente agitadas por las ambiciones personales. En aquellos tiempo, tanto en Jujuy como en Salta se dividió la sociedad: güemistas y antigüemistas, gauchos de la «patria vieja» y liberales de la «patria nueva», pobres contra ricos o aparentes pudientes. Pero en el fondo estaba la sombra de la causa sacrosanta de la Independencia de América. Todos los oficiales y todo el ejército sabían por boca del jefe que en esos momentos se estaban librando las batallas finales en los campos del Perú.

Por eso el gauchaje de Salta y Jujuy, a la muerte de Güemes, se amotinaron más de una vez sin armas porque fueron desarmados. Y el coronel Manuel Eduardo Arias que en 1820 conspiró contra Güemes y se paso al caudillo Bernabé Aráoz, malogrando la expedición al Alto Perú, que ya estaba en marcha, fue asesinado por sus propios soldados en San Andrés en junio de 1822, al año justo de la muerte del General Güemes.

Pasaron 142 años y tres generaciones. Ha llegado también el momento de olvidar todos aquellos agravios, y unirnos jujeños y salteos en un solo sentimiento, alrededor del caudillo que los comandó hace siglo y medio. Simultáneamente los argentinos se sienten también inquietos, consternados, ante el espectáculo de confusión y desorientación que ofrece en general los dirigentes de nuestra política y evocan igualmente a nuestros próceres, para que a sus sombras y bajo su inspiración, pero con la verdad al frente y desterrando la mentira que esconda nuestra historia conocida, nos demos todos el gran abrazo patriótico en esta encrucijada histórica, posiblemente la más difícil que nos ha tocado en los últimos cien años.»

Redacción

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