Sentada en un banco, una señora arranca de repente a gritar dando manotazos de angustia en el aire: “¿Qué tengo en la cabeza? ¡Ay, por favor!, ¿qué tengo?”. Le ha caído un pájaro encima, un gorrión diminuto cuyas garras se han emboscado en la maraña de pelo. ¿Habrá saltado del nido? La cría aletea desesperada. Me sobrepongo al repelús plumífero y deposito al gorrioncillo en un alcorque. Una mujer que se ha sumado al corrillo chasca un trozo de pan y se lo desmiga. “Que coja fuerzas al menos”, dice. ¿Sobrevivirá en la selva urbana? Me marcho pensando no tanto en que lo despachurre un coche, como en las gaviotas.
]]>