La publicación de La piedra blanda (Random House), de Rodrigo Cortés y Tomás Hijo, es un acontecimiento porque evidencia de un modo ejemplar que las narrativas no están hechas sólo de historias e ideas: también las conforman materiales. Durante la experiencia de lectura de ese cómic raro sobre la vida milagrosa de Pedro de Poco en una alucinada Edad Media, en el que las viñetas, en vez de encajar como en un tetris como ocurre en las arquitecturas habituales, se suceden flotantes por el blanco de la página, sientes en los dedos el grosor de la página e intuyes con la mirada otro grosor, el del dibujo en blanco y negro. Porque cada una de esas viñetas ha sido esculpida con dos gubias, una de un milímetro y la otra de cinco; ha sido antes de la impresión, un grabado.
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