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domingo, junio 15, 2025

Revolución silenciosa en Patagonia: El INTA transforma frutales con corredores biológicos

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En el corazón del Alto Valle de Río Negro, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) está impulsando una iniciativa innovadora que busca armonizar la producción agrícola con la conservación del medio ambiente. La propuesta central de este proyecto -liderado por las investigadoras Silvina Garrido y Liliana Cichón, del Área de Sanidad Vegetal del INTA Alto Valle- es la implementación de corredores biológicos dentro de los montes frutales. Esto se logra mediante la siembra de especies vegetales, principalmente flores, entre las hileras de cultivo.

Esta estrategia, apoyada por la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), tiene un objetivo claro: atraer insectos benéficos, como depredadores naturales y parasitoides, para que actúen en el control de plagas. El fin último es reducir la dependencia del uso de productos fitosanitarios y fortalecer el equilibrio ecológico del sistema productivo. Pero los beneficios van más allá; los corredores también atraen y refugian a polinizadores y a otros organismos esenciales para funciones como el reciclaje de nutrientes.

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Primeros ensayos

Desde el equipo técnico del INTA, se enfatiza que la biodiversidad no es solo un valor ambiental, sino una herramienta agronómica concreta. Los primeros ensayos en los lotes del INTA Alto Valle han arrojado resultados muy alentadores. Se ha logrado cuadriplicar la presencia de insectos benéficos en comparación con parcelas que no implementaron esta práctica. Esta mayor presencia de insectos auxiliares clave para el control de plagas ha permitido, como parte de un manejo integrado de plagas, reducir el uso de insecticidas de síntesis química y limitar el riesgo de desarrollo de resistencia.

El concepto clave detrás de esta iniciativa es la biodiversidad funcional, que se refiere a cómo cada especie contribuye al equilibrio del agroecosistema. Al proporcionar alimento y refugio, los corredores biológicos fortalecen este control natural de plagas.

La propuesta se alinea con una tendencia global creciente de integrar la biodiversidad en los sistemas productivos, no solo para proteger el entorno natural, sino también para mejorar la resiliencia de los cultivos ante amenazas como el cambio climático y la presión de las plagas.

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La polinización, clave

Casafe ha destacado el valor de este tipo de investigaciones aplicadas, señalando que la salud de los agroecosistemas es la base de una producción sostenible. Subrayan la necesidad de prácticas basadas en la ciencia que integren el control biológico, el uso de bioinsumos y la preservación de la biodiversidad. En este sentido, recordaron un dato crucial: más del 75 % de los cultivos que consume el ser humano dependen de la polinización, lo que resalta la urgencia de proteger los hábitats de los polinizadores.

El trabajo del INTA no se limita a los frutales del Alto Valle. El organismo impulsa la conservación y el uso sostenible de la biodiversidad en diversas ecorregiones de Argentina. En campos de cultivos tradicionales de granos, se implementan estrategias como las «vías vegetadas» o franjas de biodiversidad para fomentar la convivencia de especies y conservar la biodiversidad de los ambientes, permitiendo que florezcan las especies.

La vegetación nativa o espontánea es un reservorio fundamental de biodiversidad, incluyendo artrópodos que no podrían sobrevivir en campos cultivados. Estas áreas específicas de conservación pueden ser diseñadas e implementadas en diferentes escalas, desde el lote hasta el paisaje, y sus objetivos pueden incluir asegurar la polinización, incrementar la flora de interés apícola o aumentar las poblaciones de especies controladoras de plagas.

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Un cambio que avanza

A nivel territorial o regional, el objetivo es que los esfuerzos individuales y agrupados contribuyan a generar corredores biológicos y paisajes multifuncionales. Esto permitiría que la producción conviva con especies nativas y ambientes naturales, asegurando la conectividad estructural y funcional de los remanentes naturales, el movimiento de las especies y el mantenimiento de las poblaciones de fauna y flora, junto con los servicios ecosistémicos que brindan a los agroecosistemas y la sociedad. En la región de Cuyo, el INTA también promueve la biodiversidad asociada a viñedos y montes frutales, incorporando plantas con flores atractivas para la fauna nativa y los insectos benéficos.

La experiencia en Río Negro, una región con la fruticultura como estandarte, demuestra que la implementación de corredores biológicos es un camino viable hacia una agricultura más armónica con la naturaleza. Este enfoque científico y aplicado no solo mejora la sanidad vegetal y reduce el impacto ambiental, sino que también fortalece la sostenibilidad y resiliencia de los sistemas productivos frente a los desafíos actuales.

Redacción

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