Se apagan las luces y se levanta el telón. Empiezan a sonar los primeros acordes y los bailarines salen a escena. La delicadeza de sus pasos y sus piruetas son hipnóticas. Todo transcurre con una elegancia sobrenatural que atrapa al espectador de inmediato. Es increíble cómo, sin pronunciar una sola palabra, las coreografías cuentan historias que todos entienden. Imposible no emocionarse. Si eres de los que piensan que un ballet es una de esas experiencias que hay que vivir al menos una vez en la vida, ahora es el momento.
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