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martes, junio 17, 2025

La justicia no se negocia

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Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|La condenada no es la víctima.

Cristina Fernández de Kirchner ha sido condenada. No por sus ideas. No por ser mujer. No por oponerse al poder. Ha sido condenada por corrupta. Por haber utilizado el Estado como botín político y económico. Por haber convertido el gobierno en una máquina de enriquecimiento personal y partidario. Y sin embargo, desde el momento mismo en que se conoció la sentencia, comenzó la operación para victimizarla.

La izquierda latinoamericana, siempre corporativa, no tardó en actuar. Los defensores de dictaduras, los cultores del relato revolucionario vacío y los guardianes de la impunidad populista salieron a escena. Lula, Petro, el Grupo de Puebla, los foros progresistas de siempre. Todos con el mismo libreto: “Persecución judicial”, “lawfare”, “golpe blando”. Palabras vacías para proteger a una figura que no necesita defensa política, sino cumplir condena.

En Argentina, el operativo es aún más peligroso. No es solo mediático: es una estrategia de insurrección callejera planificada. Militancia organizada, funcionarios cómplices, periodistas mercenarios y un ejército de tuiteros adoctrinados trabajan en conjunto para deslegitimar a la Justicia, provocar a las fuerzas del orden, generar caos, y si es posible… provocar una muerte. Porque ese es el objetivo no declarado: convertir un fallo judicial en un mártir. Cambiar a una corrupta en una víctima. Mutar la derrota en narrativa heroica.

No se trata de justicia. Se trata de poder. El kirchnerismo, acorralado, no puede permitir que su líder sea condenada sin arrastrar consigo al sistema entero. Por eso atacan a la Corte, a los jueces, a los fiscales, a las instituciones. Por eso denuncian una supuesta proscripción, cuando en realidad se trata de responsabilidad penal. Porque en su lógica perversa, el que gobierna no puede ser juzgado, y el que es juzgado debe ser defendido hasta las últimas consecuencias, incluso si eso implica incendiar el país.

Hoy Argentina vive momentos de extrema tensión. Y no es la oposición, ni la justicia, ni los medios independientes quienes la provocan. Es el mismo espacio que gobernó durante décadas y que hoy, frente a la ley, prefiere la calle, la violencia y el enfrentamiento. Porque la democracia solo les sirve si ganan. Si pierden, entonces hay que dinamitarla.

A quienes hoy justifican esta locura, a quienes relativizan la condena, a quienes disfrazan de discurso político lo que es complicidad con un crimen, les decimos con firmeza: la república no se negocia, la justicia no se tuerce, y la democracia no se arrodilla ante los corruptos.

Cristina Kirchner fue juzgada y condenada. Y por mucho relato que inventen, la víctima no es ella. La víctima fue el pueblo argentino saqueado durante años.

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