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lunes, septiembre 15, 2025

A cuatro décadas del Juicio a las Juntas, un libro indaga en la vida de Julio César Strassera

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Un hombre nacido en Comodoro Rivadavia, educado en el Colegio San José de los padres bayoneses, en Capital, formado como abogado en la UBA y que de joven se afincó en Tribunales. Y que pasados sus cincuenta años, le toca ser el fiscal en un juicio inédito, que buscaba establecer qué responsabilidad les cabía a los comandantes de las Juntas Militares que habían gobernado Argentina entre 1976 y 1983. Esa breve descripción le cabe a Julio César Strassera, fallecido en 2015, célebre por incluir la frase “nunca más” en su alegato final y vuelto en cierta medida famoso por el boom de la película Argentina, 1985, estrenada en 2022.

Captados por las dos cámaras de ATC, el fiscal Julio César Strassera y su adjunto Luis Moreno Ocampo asisten a una de las jornadas del proceso contra los mandos de las Juntas Militares.Captados por las dos cámaras de ATC, el fiscal Julio César Strassera y su adjunto Luis Moreno Ocampo asisten a una de las jornadas del proceso contra los mandos de las Juntas Militares.

A cuarenta años de ese proceso judicial histórico, acaba de publicarse Julio César Strassera. El hombre gris que gritó justicia (Eudeba), escrito por el periodista Jaime Rosemberg. Un bar en Villa Pueyrredón, fundado en 1931, un año antes del nacimiento del fiscal, es el marco de la charla con el autor que, entre otros medios, trabaja en el diario La Nación y en Radio Con Vos.

–Escribiste biografías sobre el abogado radical Mario Amaya, sobre el dirigente socialista y fundador de CTERA Alfredo Bravo y ahora sobre Strassera. Algo que los une a los tres es que participaron del Juicio a las Juntas, uno como fiscal, los otros dos como testigos. ¿Qué otros factores en común tienen tus biografiados?

–Lo que tienen en común es una visión particular de la Argentina en la defensa de ciertos valores, de una Argentina posible, con democracia, con instituciones, con derechos humanos. Me parece que los tres, a su manera, lucharon para conseguir eso. Hay otros hilos conductores, como la docencia, por ejemplo. Y la socialdemocracia, en cierto punto, porque aunque Strassera era conservador, fue designado fiscal bajo un gobierno de signo socialdemócrata. Y son un ejemplo de vida, son gente que luchó por sus ideales y con costos personales muy altos. Además los tres me caían bien, auque a Amaya no lo conocí personalmente, pero todo lo que me llegaba de él eran comentarios positivos como para dedicarle una biografia.

–En el libro contás que el origen del libro surge de una reunión de distintos dirigentes radicales. Pero más allá de ese encuentro, ¿qué te llamaba a vos la atencion de Strassera?

–Esto se empezó a pensar antes de la película Argentina,1985. Strassera era un personaje injsutamente olvidado. Habia tenido un gran momento, pero luego no encajaba en la Argentina kirchnerista y no todos los radicales le daban un lugar. Muchos radicales quisieron olvidarse de la ultima parte del gobierno de Alfonsín y Strassera estaba muy asociado a él. Se merecía por lo menos cierta revisita o cierto reanálisis de lo que había sido su vida. Argentina necesitaba repensar ese momento. Luego vino toda la ola de la película, y varios libros, y parecía que la sociedad valorizaba todo lo ocurrido. Me equivoqué. Después vino Milei con una ideología totalmente diferente, negacionista. En este momento, si se quiere dar una batalla cultural, uno de los ejemplos más claros de revindicación de la democracia es el Juicio a las Juntas. Situarlo como piedra basal de la democracia es justo y necesario.

–¿Qué resultado da si cotejás el Strassera construido por Argentina,1985 con el que vos pudiste reelaborar en el libro?

–No sería tan duro como Alejandro Katz, al que parece que no le gustó la pelicula. A mi me gustó. Luego, escuchando lo que se dice, me parece que hay omisiones atendibles , como la forma en que se lo trata a (Antonio) Tróccoli, o que Strassera y Moreno Ocampo aparecen como llaneros solitarios que actuaban sin ningún apoyo político, cosa que no es cierta. Pero la película me pareció interesante, emotiva y valiosa, y volvió a tocar una fibra que los argentinos teníamos olvidada, quizá también por el devenir de la democracia, con tantos debes y falencias, como la pobreza, el desempleo y todos los males que hoy tenemos. Tal vez no esté de acuerdo en el 100 por ciento con la pelicula, pero hay que aceptar esas licencias, como lo que estamos viendo con la serie Menem, que para algunos es una primera mirada, para otros es demasiado complaciente y para otros es demasiado dura. Las licencias existen y son válidas.

–Quizá una crítica atendible al film es que presenta a un Strassera casi como un héroe hollywoodense…

–Sí, exacto. Su vida fue un poco más gris. Tuvo una vida de burócrata judicial, fue creciendo sin demasiados contratiempos ni éxitos resonantes.

–Como fiscal, intervino todavía en la dictadura en la primera investigación sobre la masacre de los palotinos, cometida el 4 de julio de 1976 y pidió que se archivara la causa. ¿Cómo analizás su rol en ese caso?

–Hay un Strassera previo al Juicio a las Juntas. Antes era conservador, miraba a las organizaciones armadas desde mucha lejanía. No me atrevo a decir que podría haber hecho más. Para algunos sí podría haber hecho más. Pueden ser algunas criticas atendibles. Estuvo dentro del promedio, de la norma. No fue de los que más se jugó el pellejo pero tampoco fue de los que se ponían la camiseta de la dictadura. Él no se puso la camiseta de la dictadura. Todos los testimonios hablan de alguien que trataba de ir por un carril intermedio.

–Señalás en el libro que hay una “transformación personal” de Strassera, cuando se avecina el Juicio. ¿En qué se notaba? ¿Esa transformación incluía un cambio ideológico?

–Me parece que no es tan ideológica sino que es humana. Es un cambio de sensibilidad ante el dolor ajeno, ante el dolor de las víctimas que fue escuchando a lo largo del Juicio. Muchos testimonios me hablan de que Strassera se transformaba cuando escuchaba a las víctimas, eso implicó un involucramiento personal de él. Tuvo consecuencias físicas, de salud, dejó de lado a la familia, como suele suceder con los grandes políticos o jueces. Iba por un camino medio y fue embanderándose con una causa que en principio no era la de él y lo llevó a jugarse la vida.

–En el libro remarcás que se sorprende cuando el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas no avanza con los juicios a los jerarcas del Proceso. ¿No había ingenuidad de su parte al creer que los militares iban a juzgarse a sí mismos?

–Él confiaba en eso como confiaba Alfonsín. Alfonsín mismo, como egresado del Colegio Militar, creía en la transparencia de la fuerza como tal. Strassera creía en la autodepuración. Y también quizá pensaría “que no me toque”. Es designado fiscal pero sin la certeza de que le iba a tocar juzgar a las Juntas. Es un poco de “ojalá que no me toque” y de respeto a las Fuerzas Armadas. Como buen conservador era muy afecto a las instituciones. Como me dijo uno de sus colaboradores, era común en el paisaje argentino tener un gobierno militar, eso no le resultaba extraño. Sí la ferocidad.

Julio César Strassera bajo la mirada de Sabat. Una serie de fotos que tomó a figuras que admiraba. / HERMENEGILDO SABAT Julio César Strassera bajo la mirada de Sabat. Una serie de fotos que tomó a figuras que admiraba. / HERMENEGILDO SABAT

–¿Cuál fue el testimonio durante el Juicio que más impactó a Strassera?

–A él le impacta mucho el caso del chico Floreal Avellaneda, al que lo mataron a los 14 años. Lo mencionaba siempre en las entrevistas. Y también el caso de Adriana Calvo de Laborde, que volcó el juicio. (Luis) Moreno Ocampo propuso que el de ella fuese el primero, porque tenía “punch”, por así decirlo. Iba a impactar a los jueces y a la opinión pública.

–La figura de Strassera es llamativa porque era y es odiado por los militares y sus aliados civiles, pero no era ni remotamente cercano a la izquierda ni a los organismos de derechos humanos. Tampoco se conocía su simpatía por el radicalismo…

–Tuvo una aparición tardía en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, pero no era un militante, tampoco lo había sido en su juventud. De joven tenía simpatías radicales, pero recién se afilió a los 70 años, con el partido en ruinas. Era un hombre de convicciones sin ser un militante. De convicciones fuertes, democráticas, de creer en el rol de la Justicia como equilibrio entre distintos actores. Donde mejor se sentía era en Tribunales. Desde que se fue de ahí se sentía incómodo.

–¿Cómo tomó la aprobación de la Ley de Obediencia Debida, que en la práctica bloqueó la posibilidad de avanzar con los juicios a los represores que no habían sido juzgados en el Juicio a las Juntas?

–Él tenía una contradicción, porque tenía amistad con Alfonsín pero no estaba del todo acuerdo, como tampoco estuvo de acuerdo con todas las penas que se otorgaron en el Juicio a las Juntas. La defensa de Strassera de la Ley de Obediencia Debida por parecida a la de Federico Storani, que dijo “voté con náuseas”. Strassera tuvo el dilema ético entre defender a su amigo Alfonsín y que le hiciera tanto ruido que a tan poco tiempo de las condenas se intentarse cerrar el capítulo militar, a punta de pistola. Alfonsín no tenía interés de que se diera de esa manera, se dio así por presiones militares.

–Reconstruís su paso por Suiza, como representante argentino ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU…

–Fe un premio que le dio Alfonsín después del Juicio a las Juntas y la Causa Camps. Lo recibe contento pero no era un diplomático. No tenía esto de quedar bien con todo el mundo. Fue lo que hoy diríamos una designación política. Eso fue el primer año y medio, cuando asume Menem fue todo más incómodo para él. Luego de los indultos, Strassera decide volver a a Argentina.

Jaime Rosemberg es periodista y autor del libro Julio César Strassera. El hombre gris que gritó justicia (Eudeba). Foto: redes sociales.Jaime Rosemberg es periodista y autor del libro Julio César Strassera. El hombre gris que gritó justicia (Eudeba). Foto: redes sociales.

¿Cómo llega a defender a Aníbal Ibarra, durante el juicio político por lo sucedido en Cromañón en 2004?

–Lo asume por convicción personal. Conocía a Ibarra de la Justicia, no eran amigos. Consideraba que en base a lo que él pensaba, era injusto lo que hacía contra Ibarra, por eso decidió defenderlo. Y decidió pagar el costo que significaba pelearse con los familiares, que en algún caso llegaron a la agresión física.

–Más allá de la parte personal de Strassera, ¿qué descubriste con el libro respecto de él?

–Que haya ido a un colegio religioso es curioso porque es un despertar a la vida con muchas reglas y disciplina y a la vez con cierta libertad. Creo que ahí forjó su carácter, un poco rebelde, un poco apegado a las normas. Me da la impresión de que tenía una insatisfacción constante. La noche de Buenos Aires y la bohemia también formaban parte de su personalidad y convivían con ese funcionario burocrático.

–¿Cómo imaginás que se posicionaría ante el gobierno de Milei? ¿Y ante la actualidad del radicalismo?

–Sería un férreo crítico del poco respeto del gobierno de Milei por la división de poderes. Y sería alguien que alzaría la voz contra el lenguaje y la violencia verbal, por ahora mediática, de Milei y sus seguidores y funcionarios. Y me parece que sería muy crítico de aquellos radicales que consideran que hay que dejarle pasar todo para seguir formando parte del circo político.

–Los denominados “radicales con peluca”…

–Sí, gobernadores, legisladores…que no dudan en meterse en el bolsilo los ideales radicales, pese a los insultos de Milei hacia Alfonsín o hacia las universidades públicas. Ser radical y apoyar a Milei para mí es una contradicción total. Strassera estaría furioso, señalando esa contradicción. Su corazón radical no entendería algunas piruetas de sus correligionarios.

Julio César Strassera. El hombre gris que gritó justicia, de Jaime Rosemberg (Eudeba).

Redacción

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