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lunes, abril 7, 2025

A partir del suceso «Atrapados»: Soledad Villamil habla de los peligros del grooming y cuenta cuál es su método para estar cerca de sus hijas

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La imagen de Soledad Villamil se impuso en Times Square, en Nueva York, es que otra vez la actriz de El secreto de sus ojos logró atravesar las fronteras y Atrapados, la producción de Netflix que protagoniza, está en el top 1 mundial de series de habla no inglesa más vistas de la plataforma.

A kilómetros de ese cartel, Villamil habla con Revista GENTE de la serie, del cine, de las producciones argentinas for export y del arte como canal de expresión. También reflexiona sobre uno de los temas centrales de este thriller, el grooming (el acoso a menores por internet), que es una de las problemáticas que vive hoy la sociedad digitalizada. Madre de Violeta, de 24 y 19 años, la actriz asegura que está atenta a estas tendencias y que una de las formas de no perder de vista qué pasa detrás de la puerta del cuarto cerrado de un adolescente es no perder el diálogo.

-¿Qué sentís al ver tu imagen en carteles en Nueva York?

-Obviamente es una emoción muy grande. Es algo muy especial, que te sorprende, que te emociona. También me da mucho orgullo que una serie argentina, hecha en Argentina, con equipo argentino, filmada toda en la Argentina, de repente esté en ese lugar. Sabemos que es un mercado con un montón de ficciones y ocupar de pronto ese lugar es una sensación de mucho orgullo.

-Además ya tenés experiencia, ¿no? Sos de las pocas argentinas que fue parte de una película que ganó un Premio Oscar.

-Creo que tanto El secreto de sus ojos como ahora Atrapados son trabajos que además de darme mucha gratificación artística tuvieron la posibilidad, de distinta manera, de recorrer el mundo, y eso obviamente es muy gratificante.

Soledad Villamil es madre de Clara y Violeta, fruto de su relación con Federico Olivera.

¿Qué sueño te falta cumplir ahora?

-La verdad es que si yo te digo qué es lo que me gustaría o qué me gustaría que me pase a nivel carrera, digamos… En realidad es seguir haciendo más películas y series en principio acá en Argentina. Si hay algo que muestran estas ficciones es que está todo como para poder generar productos que no sólo se vean, disfruten y aprecien acá, sino para todo el mundo. Así que en principio te diría que eso es lo que a mí más alegría, satisfacción y entusiasmo me da.

-¿Te imaginás haciendo películas o series para otro mercado?

-Obviamente que trabajar afuera y en proyectos interesantes en otros lugares del mundo es parte de lo que me puede entusiasmar. Ni hablar, obviamente. Las veces que lo pude hacer lo disfruté muchísimo, pero te diría que hoy, por lo menos, estos días con el estreno de atrapados en Netflix, lo que más siento es eso, es como decir: «Che, qué buenas cosas que podemos hacer acá y y cómo se valoran». Ojalá pueda seguir filmando proyectos de este nivel acá en la Argentina.

-Justo nos encontramos, sin embargo, en un momento en que las producciones están medio paradas en la Argentina.

-Sí, un poco lo digo por eso. En un momento en que la industria audiovisual argentina está cuestionada y en una crisis con poca producción y poco apoyo, Atrapados viene demostrando que tenemos todo para hacer cosas buenísimas.

Soledad Villamil habla sobre el grooming y la forma en qué aborda la maternidad en tiempos de redes sociales

En Atrapados, Soledad Villamil interpreta a una periodista que tiene un segmento en un medio en el que «atrapa» ladrones.

El grooming es «toda acción por la que una persona adulta contacta a un niño o adolescente a través de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos para atentar contra su integridad sexual (Ley N°27590)». En tiempos en los que las redes sociales se han convertido en un lugar donde los jóvenes pasa horas «encerrados», muchas veces sin poder controlarlos, se han multiplicado este tipo de práctica.

Incluso, desde diciembre de 2013 el Código Penal establece que el grooming es un delito  que puede tener una pena de prisión de 6 meses a 4 años. Además, puede significar la antesala a otros delitos como obtener material de abuso sexual infantil, ya sea para archivar o para difundir o comerciar.

En Atrapados, uno de los disparadores se encuentra relacionado al grooming, algo que alerta a Villamil también en su faceta como madre. «Siempre lo que intentamos con las chicas (Clara, 19, y Violeta, 22), que ahora están más grandes, fue mantener algún tipo de canal de comunicación abierto desde el que ellas pudieran decirnos si estaban asustadas, preocupadas, si algo las angustiaba…», cuenta sobre cómo viene abordando con Federico Olivera, su marido y pareja desde hace más de un cuarto de siglo, los desafíos que trae ser padres en tiempo de redes sociales.

-¿Viste Adolescence (la serie de Netflix que pone el foco en el acoso escolar)?

-No me animo. Sé que la tengo que ver, pero bueno, me dijeron que era durísima.

-Pensaba un poco en eso porque toca el tema del acoso, de las redes sociales y en Atrapados aparece el grooming, ¿Qué aprendiste en estos términos haciendo la serie?

-Me parece que la serie trata muy bien la cuestión de qué pasa detrás de la puerta de un cuarto cerrado de un adolescente, ¿no? ¿Qué puede pasar? Esa sensación que uno tiene como madre de que pensar: «Está cerrada la puerta, ahí se encuentra el chico haciendo sus cosas»… Pero, de repente, está en contacto con todo un mundo en el que se pueden generar situaciones muy violentas, vínculos muy tóxicos. La verdad es que me alerta y me hace formularme muchas preguntas. Creo que nadie está exento hoy, ninguna familia ni ningún joven, de vivir una situación así.

-Es como que las redes sociales, de alguna manera, cambiaron el juego.

-Cuando era chica existía al que tomaban de punto. Después apareció la palabra bullying. Creo que es una situación que existe y existió siempre. Lo que pasa es que las redes sociales en algún sentido lo amplifican mucho, y cuando se es adolescente y se está buscando grupos de pertenencia e incluso buscando a vos mismo, y querés saber quién sos y empezás a vincularte con el mundo, bueno, ahí pueden aparecen todos estos peligros que son muy reales, muy concretos… Y estas series, tanto Atrapados como Adolescente, ponen al tema en la conversación porque es lo que vive la sociedad hoy, ¿no?

-También hay todo un vocabulario del que el adulto queda afuera.

-Sí, siempre estuvo esta cuestión de que los hijos cierran la puerta del cuarto y se genera como esa distancia grande entre los padres y los hijos. Es algo que siempre existió, pero ahora está la tecnología y todo un nuevo vocabulario. Me parece que está bueno también no estigmatizar, no decir: «Bueno, todos los pibes están en cualquiera» o «Todos los padres estamos en cualquiera». No, siento que vamos viendo cómo lidiar con este problema, y parece bárbaro que lo podamos charlar. Las series y las ficciones ponen en sobre la mesa conversaciones que se están dando en la sociedad y que un programa de tele es una excusa para volver a hablar, volver a reflexionar y no estigmatizar.

-¿Qué te pasa a vos, como madre de dos hijas, cuando ves que pasan este tipo de cosas?

Siempre lo que intentamos con las chicas, que ahora están más grandes, fue mantener algún tipo de canal de comunicación abierto en donde ellas pudieran decirnos si estaban asustadas, preocupadas, si algo las angustiaba… Esa receptividad y esa mirada no es ni prohibir ni abrir la puerta del cuarto sin golpear. Hay algo ahí que también es importante: de respetar esa intimidad del joven o la joven o del adolescente porque es parte de su momento de crecer.

-De acompañar sin imponerse.

-Digo, prohibir, entrar o retar puede ser lo que a uno primero le sale. Pero creo que son acciones de muy corto plazo o que, inclusive, generan un efecto peor, porque más se cierra la puerta, menos se habla, ya que se sienten juzgado. Entonces es como: «No puedo hablar con mis viejos porque me juzgan». Lo que yo intento hacer es dejar abierto el diálogo para me puedas contar lo que sea, aunque sea algo que te da vergüenza, algo que te da mucho miedo. Todos estos temas quizá también nos muestra que por ahí en la adolescencia no se entiende lo que significan las redes sociales.

-Claro, el famoso «yo virtual«…

-Me acuerdo una vez que una de mis hijas estaba angustiada por lo que había pasado en su grupo de amigas como pasaba siempre, ¿no? «No me invitaron a tal fiesta» o «Me quedé afuera de tal cosa» o «Veo a todo el mundo divirtiéndose en las fotos y yo no estoy». Me acuerdo de que le dije que estaba bueno pensar y darse cuenta de que cuando uno está angustiado, cuando uno llora, cuando a uno le duele la panza o está enfermo, uno no postea. No se postea sobre esa situación. Uno no postea cuando está mal, digamos, ¿no? Entonces, la realidad entre comillas de las redes sociales es una realidad muy editada. Es como si a la vida le sacáramos todos los momentos en los que no estamos bien y la vida se compusiera solamente de momentos de felicidad y de alegría, de compartir y de fiesta. Y ésa no es la realidad: la realidad es mucho más compleja y está llena de momentos que no mostramos en las redes.

-La fragilidad no es digna de selfie.

-Eso. Saberlo es importante. Además nos pasa a todos, a los adultos también. Todos estamos aprendiendo de alguna. Y lo que se ve en las redes sociales es el viaje que no hacés, la fiesta a la que no estás invitado, el culo y el auto que no tenés. Es un lugar en donde siempre uno termina estando en falta. Y bueno, ahí nos encontramos en ese aprendizaje diario.

Atrapados es un thriller estadounidense adaptado a Argentina, ¿Cuáles fueron las dificultades de cambiar de entorno y de idiosincracia?

-La novela transcurre en Nueva Jersey… O sea, no tiene nada que ver con Bariloche. La verdad es que lo que fue muy bueno es que todo el proceso de adaptación que hicieron Miguel Cohan y los guionistas, fue muy apoyado por Harlan Coben (el autor). Hubo mucha libertad para trabajar y un apoyo explícito de decir: «Bueno, esta es una serie argentina, y se va a traducir y a transformar todo lo que sea necesario para que resulte verosímil que con el hecho de que transcurre acá, que los personajes son argentinos, que es Bariloche».

Villamil habla del grooming, uno de los temas que toca la serie de Netflix: una adaptación de Miguel Cohan del best seller del estadounidense Harlan Coben.

-¿Y se logró?

-La serie terminó siendo una gran traducción a lenguaje argentino de una historia que, si bien es norteamericana y en la adaptación quedaron elementos esenciales de la novela, sumó cosas al guion para hacerla más local. De hecho, por ejemplo, el grooming es un tema que en la novela no está (es de 2010). Mi personaje, el de la periodista que tiene ese segmento en la revista en donde atrapa delincuentes y todo eso, sí está y es una parte fundamental de la novela. Pero muchas otras cosas son de la adaptación y yo creo que parte del éxito que la serie está teniendo viene por eso.

-Hay algo de vos y la Patagonia: ahí lo conociste a Federico Olivera, tu esposo y el padre de tus hijas…

-Sí, también hice el filme Una muerte silenciosa. La verdad es que yo amo la Patagonia, amo el sur, siempre me gustó. Fui a los 16 años por primera vez de mochilera con mis compañeras del colegio y resultó un amor a primera vista. Obviamente desde esa película tan fundamental en mi vida que fue La vida según Muriel, donde lo conocí a Fede, hasta todas las experiencias y muchas vacaciones porque también es un lugar al que volvemos siempre, el sur tiene mucho significado para mí. Este verano volvimos y la sensación de que tenemos ante esos paisajes y esa naturaleza increíble en nuestro país… A mí siempre me sorprende y me enamora cada vez más.

-Está bueno también mostrar esos paisajes argentinos en una serie.

-Es algo que Estados Unidos entendió muy bien hace muchos años, ¿no? A través de las películas todos conocemos Nueva York, aunque no hayas viajado allá,. Entonces te da ganas de ir. Bueno, lo mismo que la serie, en ese sentido, hace con Bariloche. Nuestro país no sólo tiene potencial a nivel artístico, sino también a nivel geográfico. Se pueden hacer cosas muy increíbles en distintos lugares del país. Nuestra geografía es alucinante.

Soledad Villamil, sobre cómo vive el paso del tiempo físico

Villamil afirma a sus 55 años: «Cada momento de la vida y de la evolución de uno como persona tiene muchas posibilidades para contarse después en la ficción».

Soledad Villamil es de esas actrices que no desaparecen. Lleva más de treinta años de carrera y sabe adaptarse a los diferentes cambios que el paso del tiempo ha traído. En estos últimos meses interpretó a tres madres diferentes: las de Atrapados, Cromañón: la noche del incendio y Una muerte silenciosa.

-Últimamente venís recreando varios papeles de madre, ¿cómo te llevás con el paso del tiempo?

-Lo re siento y sobre todo en el último tiempo, la verdad es que me tocó hacer de muchas madres y me parece que es parte de lo hermoso de este trabajo: nos da la posibilidad de ir desbloqueando niveles de nosotras mismas, con la experiencia y la madurez. No soy la misma actriz que era hace veinte años, mucho menos que hace treinta, ni siquiera que hace diez. Creo que cada momento de la vida y de la evolución de uno como persona tiene muchas posibilidades para contarse después en la ficción. Ahora existe la posibilidad de contar este personaje, Ema Garay, gracias a que cuento con la edad que tengo y a que también hice todo el recorrido actoral que hice, ¿no? Creo que si este personaje me hubiese llegado antes, seguramente lo hubiera hecho de otra manera.

-¿Sentís que los personajes acompañaron parte de tu viaje personal?

-Sí. Estoy muy agradecida de, con mi despliegue personal y los años que me van pasando, ir pudiendo profundizar en personajes cada vez más complejos y con los atributos particulares de la edad. Me parece que es como una bendición.

Fotos: Fotos: Esteban (de RS Fotos9 y Gentileza Netflix

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Redacción

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