El pabellón nacional estadounidense de la Bienal de Arte de Venecia, que inaugurará en abril de 2026, podría llegar a ofrecer una super expo con más de 1000 souvenires trumpistas. The Game: All Things Trump (el gran juego, todo sobre Trump) es la propuesta del fotógrafo Andrés Serrano, presentada al concurso nacional que antecede al envío.
El Departamento de Estado, a cargo de la convocatoria, deberá fallar el 1 de septiembre sobre el artista elegido para recibir 375 mi dólares destinados a la obra, una dotación inferior a los fondos que se destinaron recientemente al evento más ilustre en la agenda del arte global. Ya la mayoría de los artistas se han postulado en total reserva, como cada año; Serrano lo ha hecho público. Los medios especializados han salido a sepultar al publicitario fotógrafo, habituado a los récords escandalosos en su carrera. Que triunfara Serrano sería el clímax del estilo grotesco que ha impulsado el presidente Donald Trump en su comunicación y decisiones institucionales en el campo de las artes.
Además, la próxima Biennale será importantísima para los Estados Unidos dado que en 2026 se cumplen 250 años de su independencia. Además, marcará un giro de 180 grados, luego de dos ediciones de corrección política muy subrayada. La Bienal de Venecia es cada vez más un acontecimiento de lectura política, incluso cuando quiere presentarse bajo una imagen de neutralidad artística.
Concurso argentino
¿Y por casa? También es alta la expectativa por la convocatoria para postulantes al concurso argentino, que según los rumores se adelanta y llegará en pocas semanas. El tic-tac ya comenzó: los artistas y sus respectivos curadores, postulantes al concurso de la Cancillería, deben presentar sus proyectos en los próximos meses y luego realizarlos: la obra debe estar emplazada en Venecia en abril. Expectativa no es sinónimo de entusiasmo, si recordamos la poco edificante recomendación de la entonces canciller Diana Mondino, en la conferencia de prensa en la que anunció el último envío, a fines de 2023. Ni siquiera nombró a la ganadora, Luciana Lamothe, y concluyó con las palabras “Y esperemos que el próximo envío sea más barato”. El gobierno de Javier Milei no estuvo a cargo de ese concurso, pues acababa de asumir, pero debió implementarlo en tiempo y forma. Este no se resolvió sin recursos privados que salieron al rescate de la producción en el tramo final.
Este año, según fuentes de la Cancillería, se ha logrado la proeza de estar al día con las expensas que conlleva el pabellón, en el sector de Arsenales. Pero lo novedoso es que la obra se producirá con participación privada, en una especie de joint venture. Por empezar, será organizado junto con la Secretaría de Cultura, encabezada por Leo Cifelli, un hombre del círculo estrecho de Karina Milei. Tradicionalmente las dos áreas no eran transversales para Venecia. Pero además la obra tendrá financiamiento privado. Esta fórmula inédita ya fue testeada, a fondo, y con sigilo, en la reciente Bienal de Arquitectura, cuyo envío fue resuelto casi íntegramente por la desarrolladora Consultatio, de Eduardo Costantini. Dado que el estado no puede establecer una contratación directa, la operatoria y el enlace estarán en manos de la CEDU, Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos. El concurso seguiría la modalidad tradicional de Jurados; aseguran que la selección no tendrá sesgos.

Después del milagro del pipí
La iniciativa hecha pública por el neoyorquino Andrés Serrano se reafirma en el hecho de que en 2024 el propio Trump se fotografió sonriente, en su casa de Palm Beach, en Florida, exhibiendo el catálogo de The Game: All Things Trump, la primera muestra en la que el artista exhibió parcialmente su colección personal de memorabilia trumpista.
The Game primero fue una muestra pop-up expuesta en Nueva York en 2019 por el grupo a/political. Más de 1000 piezas de souvenirs personales y partidarios, desde la plataforma de 3 metros que daba la bienvenida al Ego Bar & Lounge, en el Taj Mahal Casino & Resort, de Trump, en Atlantic City –las existencias del resort fueron liquidadas en venta público en junio de 2017–, las miliuna gorras pochitas del movimiento MAGA, fotografías raras, tapas de revistas y hasta una porción de su pastel de bodas. Serrano lo definió como un despliegue de imaginería mediática y consumos populares en torno de un líder político.
En rigor, Serrano se atiene a las nuevas directivas del gobierno para esta convocatoria, oficializada en 2024 y explícitamente contraria a la guía de contenidos del envío de 2023. Las propuestas para el concurso deberán “promover los intereses de los Estados Unidos”, con especial atención a “la habilidad del artista en plasmar la excepcionalidad de los Estados Unidos”.
Un apartado especial prohíbe que “los fondos se apliquen a temas relativos al programa DEI (Diversidad Equidad e Inclusión)”, que guió la política de los demócratas y la selección de los últimos invitados al pabellón, que saldaron deudas de representatividad. La exclusión/prohibición oficial explícita de contenidos de signo progresista e igualitario es una obsesión personal de Trump y se ha venido aplicando a todas las instituciones y fondos federales en 2025. Ese es un riesgo que la propuesta de Serrano no corre…
En 2024, Jeffrey Gibson fue el primer norteamericano originario en ser invitado. Gibson pertenece a la nación Cherokee/Choctaw y su expo miró las culturas nativas desde una perspectiva de remix pop y ancestral, con alarde y lujo en el empleo de mostacillas. Antes de él, la formidable escultora Simone Leigh, también la primera afroamericana en el pabellón estadounidense, cuyas obras monumentales ganaron el León de Oro en 2022. Que el Departamento de Estado eligiera The Game para el pabellón estadounidense de la Biennale, un sobrio edificio clásico en el centro de la más céntrica calle de los Giardini, sería abominable. Sin duda, estimularía a hordas de curiosos –y antes de eso, el rechazo de la pequeña comunidad de residentes venecianos, que este año ya batallaron activamente contra la boda Jeff Bezos-Lauren Sánchez–. El envío será un buen tester de hasta dónde está dispuesto el gobierno a llevar la batalla cultural –y de lleno en el ridículo–.

La idea sería atractiva para una muestra de propaganda, si Trump no hubiera vuelto al Salón Oval. En cualquier caso, retrograda a las primeras décadas del siglo XX, que fue el siglo del culto a la personalidad: Stalin, Mao, Ataturk y Fidel Castro fueron sus íconos; más allá de las pasiones partidarias, el Museo Evita no deja de ser un templo de culto personal, si bien póstumo y hoy almibarado por el pop y el aura vintage. Lo inaudito es, precisamente, que este culto trumpista sea contemporáneo del ejercicio del poder, y en una segunda presidencia que ha pasado la sierra a numerosos mecanismos de apoyo oficial.
La muestra neoyorkina fue vista en reversiones europeas en 2024: en el Foro de Groningen, en Holanda –con el título America y Trump-, y en el Museo Maillot de París, en un apartado de la expo Andres Serrano: Retratos de América.
En 2022 el artista mostró “Insurrection”, su primer largometraje, un documental sobre el asalto al Capitolio, el 6 de enero de 2021. Con imágenes muy crudas nunca vistas en los noticieros estadounidenses, se proyectó en el Source Theatre, en el CulturalDC, un espacio contracultural en Washingotn. Según algunas crónicas, roza el género gore, de voyeurismo sádico. Según Serrano, quiso convertir ese intento de golpe de estado en una “experiencia inmersiva”.

La obra de Serrano, conocido sobre todo por su Piss Christ, la foto de una crucifixión inmersa en los orines ambarinos del propio artista, ha basado su coartada en el estatuto ambiguo de la imagen. A diferencia de la palabra, la fotografía deja su sentido último en manos del espectador: ese sentido puede ser desambiguado, desde luego, pero también puede permanecer suspendido del juicio conclusivo y alojar interpretaciones contrapuestas. Ese “Jesús de los orines” puede ser leído como una parodia del milagro de San Genaro, otro ejemplo de la transmutación divina de la materia. También es ambiguo Infamous, el retrato que hizo de Jeffrey Epstein con una sonrisa sardónica, expuesto en 2019, pocos meses antes de que el financista y abusador de menores se colgara en la cárcel.