El 7 de marzo una histórica inundación provocó destrozos en miles de viviendas, comercios, escuelas y calles de la ciudad. Hoy, los vecinos enfrentan la reconstrucción con más incertidumbre que respuestas, mientras se acumulan reclamos por la falta de ayuda oficial.
A un mes del temporal más devastador en su historia, Bahía Blanca sigue intentando recomponerse. La ciudad todavía exhibe heridas profundas: calles rotas, autos apilados en cementerios improvisados, negocios que liquidan mercadería dañada y familias que reconstruyen sus hogares con esfuerzo propio y ayuda solidaria.
La tragedia se cobró 17 vidas, entre ellas la de Pilar Hecker, cuyo cuerpo fue hallado hace pocos días. Su hermana, Delfina, de un año, aún permanece desaparecida. Mientras tanto, el canal Maldonado —cuya crecida fue el principal detonante de la catástrofe— muestra los cimientos socavados y paredes de hormigón partidas, junto a vehículos arrastrados por el agua.
La ciudad late con fuerza contenida. En la plaza Rivadavia, adolescentes ensayan coreografías de K-pop mientras, a pocas cuadras, comerciantes vacían sus locales inundados. “Está triste Bahía. Va a costar arrancar”, resume la dueña de una lencería que remata su mercadería en la vereda.
Más del 90% de las escuelas pudieron reiniciar clases, pero otras siguen en reparación. La Universidad Nacional del Sur perdió el 70% de su biblioteca y sufrió daños millonarios en equipamiento. “Las aulas se convirtieron también en espacios de contención. Muchos alumnos lo perdieron todo”, explicó el rector, Daniel Vega.
La galería Vision 2000, ícono del centro bahiense, fue una de las más golpeadas: muchos locales aún están mojados, sin energía eléctrica y con pérdidas totales. “Voy a seguir, son mi vida”, dijo Sandra Argentini, que lleva 40 años en el lugar y ya sacó más de 3000 prendas dañadas.
En total, se estiman más de 10.000 automóviles afectados. Solo en el subsuelo de esa galería permanecen más de 20 vehículos inutilizados. El predio de General Cerri funciona como cementerio de autos donde se acumulan unidades arrastradas por la corriente.
Aunque la actividad comercial empieza a resurgir, muchas persianas siguen bajas. “Dos de cada tres comercios fueron afectados. Hace falta una inyección urgente de dinero”, señaló Facundo Borri, de la Cámara de Comercio local. Aún no llegaron los créditos ni los aportes prometidos por Nación y Provincia.
El Hospital Interzonal Penna, que tenía su planta baja bajo agua, solo atiende guardias. Neonatología, terapia intensiva y otras áreas críticas fueron derivadas. Las obras de reparación avanzan, pero el sistema de salud funciona con capacidad reducida.
El gobierno bonaerense ya trabaja en un plan de obras para reconstruir y ampliar los canales Maldonado y Napostá. Por ahora, se colocaron puentes modulares para asegurar cruces mínimos. Pero la magnitud del daño obliga a pensar a largo plazo.
“Se me fueron los inquilinos, nadie quiere vivir así”, lamenta Sergio Vannucci, un vecino que aún limpia su casa a metros del canal. Como muchos, cree que la tragedia era evitable. “Lo triste no es solo lo que pasó, sino cómo pasó. Esto se pudo haber evitado.”