Es uno de los referentes de la cocina contemporánea porteña desde hace varios años: el éxito de Niño Gordo ya desembarcó en el distrito más creativo de Miami. Aunque tardaron cuatro años en abrir la primera vidriera internacional, el restaurante palermitano ya llama ‘casa’ al distrito Wynwood.
Con mucho ADN del llamativo Niño Gordo original ubicado sobre calle Thames en Palermo, mantiene todo el espíritu. Desde el mural del epónimo niño sobre la fachada, el techo cubierto con lámparas chinas hasta los pesqueros circulares llenos de aguas vivas y juguetes sobre la barra de cocina, cualquier comensal que conoce la parrilla asiática en Buenos Aires se siente en casa en Miami.
Hay similitudes en la carta de comida, y se puede pedir los más clásicos como el katsu sando y una reversión del tataki. También hay salones diferentes para elegir la experiencia; uno diferencial es el speakeasy, Dekotora, un bar escondido tras una máquina de cigarrillos.
“Fue un proyecto largo porque en ese momento estábamos saliendo de la pandemia”, cuenta el chef y socio fundador Germán Sitz. “Miami se estaba posicionando como una capital del mundo con eventos como Art Basel, la Fórmula 1 y la Semana de Moda. A raíz de esto, vimos que Niño Gordo tiene una gran adaptabilidad en su carta y sus ingredientes, así que podía ir muy bien con lo que estaba pidiendo el mercado en Miami”.
Con su socio de Buenos Aires, el chef Pedro Peña, y la adición de Tomás Marquez Macri como inversor, empezaron a trabajar el proyecto en el vibrante distrito de Wynwood, conocido como escenario del arte y por la renovación de almacenes convertidos en pubs y galerías. Peña, junto a Eduardo Suárez a través del estudio Tres Tristes Tigres, diseñaron el restaurante para 74 comensales.

“Elegimos Wynwood porque era un barrio en crecimiento,” dice Sitz. “Está muy relacionado a la moda, al arte y al arte urbano, y todo eso lo tiene muy arraigado con la cultura de Niño Gordo y cómo nosotros vemos Niño Gordo”.
Ya se ha construido un pequeño polo argentino que tiene como vecinos en la misma cuadra a Presidente; el bar de Recoleta liderado por el bartender Seba García que abrió unas semanas después de Niño Gordo. Varios desafíos a superar desde el comienzo del proyecto, hicieron que se retrasara en abrir.
“No pensamos que fuera sencillo, pero tampoco pensábamos que fuera tan difícil”, cuenta Sitz. “Hubo muchas trabas burocráticas, y al no entender tampoco cómo se manejaba el negocio en Miami se complicaba más. Juntos, lo fuimos aprendiendo paso a paso, pero eso hizo que nos demorara tiempo”.

Los esfuerzos valieron la pena ya que el resultado final de Niño Gordo Miami es fiel al hermano mayor aunque tiene su propia onda. El local en sí mismo es más grande y largo con espejos del techo al piso que amplían el espacio, la cocina está abierta con los fuegos a la vista, y el comensal se puede sentar en la barra o en una mesa.
Qué comer y beber en Niño Gordo Miami
“Quisimos tener la mayoría de los guiños de Niño Gordo y tener este espíritu,” dice Sitz. “El techo con lámparas, los salones que son diferentes. Hay una estética de la propaganda maoísta de los años 70 fusionada con el animé. Y en Miami tenemos un salón dorado que en Buenos Aires no tenemos”, afirma y agrega.
“Sí, desarrollamos otro lugar más dentro de Niño Gordo, que es Dekotora, donde cambia bastante el concepto al que tenemos en Argentina. Escondido detrás de una máquina de cigarrillos, Dekotora es un bar de coctelería y de crudos – como makis y nigiris al omakase – donde se disfruta en un espacio íntimo para 12 personas bajo una luz roja”.

Para Peña, es un nuevo capítulo que refleja la energía rebelde de Miami y de la cultura callejera asiática que los inspiró desde el principio. “Niño Gordo nunca fue de seguir tendencias, sino de tratar de crearlas. Cada detalle, desde el mural hasta los espacios en constante cambio, es intencional, haciendo que cada visita se sienta diferente”.
La carta de comida también se mantiene bastante fiel a Argentina, aunque el tataki clásico es una reversión hecha de atún (US$ 29). Novedades incluyen udon de mejillones (US$ 34), curry de pulpo (US$ 42) y karaage de coliflor (US$ 24) . “Tratamos de mantener la estructura de nuestra carta, aprovechando algunos ingredientes que se consiguen en Miami, como el atún, por ejemplo, que, si lo queremos, llega en un día desde Japón. En Miami se consiguen muchos pescados y mariscos que no hay en Argentina”.
A cargo de la cocina está el cocinero David Calle, supervisado a distancia por Duilio Gorgal, un profesor del centro académico Gato Dumas Colegio de Gastronomía que lleva varios años trabajando en el grupo, y por el mismo Pedro Peña. La carta de cócteles fue concebida por la renombrada bartender norteamericana Christine Wiseman. Los tragos le guiñan un ojo a Asia también, como el Radiant Drift, hecho a base de un vodka japonés y arroz tostado (US$ 20).