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¿Qué pasa cuando una institución decide abrir sus puertas, no solo hacia afuera, sino hacia adentro? En CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, decidimos averiguarlo, y los resultados son contundentes: ahora somos más eficientes en lo que hacemos, estamos multiplicando el alcance de nuestros proyectos, atrayendo socios, financiamiento y cooperación. Pero, sobre todo, estamos acercando todavía más nuestra gestión a las personas cuyas vidas queremos mejorar.
El acceso a la información de un organismo internacional es clave para fiscalizar sus acciones y para rendir cuentas del impacto de sus proyectos. Y si hablamos de CAF, uno de los bienes públicos más valiosos de América Latina y el Caribe, se trataba de un imperativo, especialmente cuando la confianza en las instituciones se ve desafiada en todo el mundo. Abrirnos a la ciudadanía supone avanzar en legitimidad, impacto y rendición de cuentas.
Al iniciar este proceso de mayor apertura y transparencia, recibimos múltiples solicitudes y sugerencias orientadas a mejorar el acceso a la información, especialmente de nuestros accionistas, directores y delegados. Un diálogo interno nos permitió ofrecer información más clara y accesible, y aplicar herramientas para fortalecer la toma de decisiones. Al final, todo esto se traduce en mejores políticas, mayor eficiencia institucional y, más importante aún, en un desarrollo más transparente y enfocado en las personas.
Por ejemplo, cuando una comunidad indígena en Colombia conoce los criterios bajo los cuales se financió su acueducto, estamos construyendo confianza. Cuando un joven en Bolivia encuentra datos abiertos sobre los proyectos de movilidad urbana en su ciudad, estamos fomentando ciudadanía activa. Y cuando los gobiernos de la región pueden estudiar buenas prácticas de sus vecinos para replicarlas, estamos generando cooperación real.
El pasado 26 de junio, recibimos los resultados del Índice de Transparencia de las Instituciones Financieras de Desarrollo 2025, publicado por Publish What You Fund (PWYF). CAF fue la institución multilateral con mayor crecimiento en su puntaje global, triplicando su calificación en los segmentos soberano (de 9,29 a 35,3 puntos) y no soberano (de 8,42 a 33,4), y ascendiendo cinco posiciones en el ranking internacional.
Este avance no es casual. Es el reflejo de una transformación institucional impulsada por la convicción de que la transparencia no es un gesto, sino una expresión concreta del compromiso con lo público. Este resultado no sería posible sin la decisión de abrir las puertas… y mantenerlas abiertas.
La publicación de nuestro Primer Informe de Transparencia, en marzo de este año, marcó un hito en ese camino. Este informe, que sistematiza información clave sobre nuestra gobernanza, operaciones, finanzas y mecanismos de acceso a la información, fue presentado en un conversatorio abierto con expertos y representantes de la sociedad civil.

Este proceso ha requerido decisiones sostenidas: en 2022, se creó el Comité Técnico del Directorio para reforzar el vínculo entre órganos colegiados, tomadores de decisión y países accionistas. Ese mismo año, la transparencia fue incorporada como eje central de nuestra transformación institucional, bajo los principios de “Transparencia y Buen Gobierno Corporativo”.
Le siguieron otros pasos, como la aprobación de la Política de Acceso a la Información y Transparencia Institucional, la creación del Comité de Acceso a la Información y Transparencia Institucional (CAITI) y, en 2023, el lanzamiento del Programa AITI, diseñado para elevar nuestros estándares y consolidar una cultura organizacional basada en la apertura.
En 2024, se pusieron en línea dos herramientas fundamentales: el primer Micrositio de Transparencia y el nuevo portal de los Órganos Colegiados de CAF. En 2025, comenzamos a construir un procedimiento operativo para el Programa AITI, que busca robustecer aún más nuestro sistema de acceso a la información.
Sabemos que el camino de la transparencia es continuo. Aún tenemos desafíos por delante: mejorar en criterios ambientales, sociales y de gobernanza, en la trazabilidad de las inversiones no soberanas y en la accesibilidad de la información histórica. Pero con una base sólida, y mucho del camino ya recorrido, avanzamos con paso firme hacia los más altos estándares internacionales.
Cuando la información fluye, también lo hace la confianza. Y cuando hay confianza, el desarrollo deja de ser una promesa y se vuelve una realidad más justa, más abierta y nuestra.