Cuando se habla de cuidado de la piel, la mayoría de las personas piensa de inmediato en cremas, limpiezas faciales o tratamientos estéticos. Sin embargo, cada vez más especialistas advierten que lo que ocurre debajo de la superficie también juega un papel decisivo en su aspecto y salud. ¿Qué impacta en la microbiota de la piel?
La alimentación, junto con el descanso, la hidratación y el manejo del estrés, influye de manera directa en el equilibrio de la piel. No se trata solo de evitar irritaciones visibles, sino de sostener procesos biológicos que regulan la inflamación, el sebo y la función barrera cutánea.
En ese escenario aparece un concepto clave: la microbiota de la piel. Este conjunto de microorganismos que habita sobre la epidermis cumple funciones esenciales de defensa y equilibrio, y responde de forma sensible a los hábitos diarios, especialmente a lo que se consume a través de la dieta.
Acné y rosácea, afecciones de la piel que sufren tanto hombres como mujeres. Foto: Unsplash.“La evidencia científica muestra que la alimentación regula procesos como la inflamación, la producción de sebo y la calidad de la barrera cutánea”, explica Tania Gil, especialista en Nutrición Humana y Dietética del Instituto Médico Ricart, quien destaca el rol central de la microbiota cutánea.
¿Qué es la microbiota de la piel y por qué puede cambiarte la cara?
Para entender el vínculo entre dieta y piel, primero es necesario conocer la microbiota cutánea. Se trata del conjunto de bacterias, hongos y otros microorganismos que viven sobre la piel y las mucosas, formando un ecosistema dinámico y en constante interacción con el entorno.
Esta microbiota actúa como una extensión del sistema inmunológico. Ayuda a proteger frente a agresiones externas, regula la respuesta inflamatoria y contribuye a mantener el equilibrio de la epidermis. Cuando se altera, la piel se vuelve más vulnerable y reactiva.
Dermatitis atópica. Foto: Shutterstock.El desequilibrio de esta flora puede favorecer la aparición de acné, rosácea, dermatitis, eccemas o brotes persistentes. Según los especialistas, estas alteraciones no siempre se originan en la piel misma, sino en procesos internos que impactan en ella.
El “eje intestino-piel”: cómo la panza se te puede notar en el rostro
Además de la microbiota cutánea, existe una relación directa con el intestino. Este vínculo, conocido como eje intestino-piel, explica cómo el estado de la flora intestinal influye en la salud cutánea y en la aparición de patologías inflamatorias.
“Los microorganismos intestinales producen metabolitos que afectan la inflamación y la inmunidad”, señala Gil. Cuando hay disbiosis intestinal, la piel puede manifestarlo mediante acné, rosácea, dermatitis, psoriasis o una sensibilidad exacerbada.
El estado de la flora intestinal influye en la salud cutánea y en la aparición de patologías inflamatorias.Trastornos como el SIBO (sobrecrecimiento bacteriano), el intestino permeable o problemas de mala absorción alteran el equilibrio interno y favorecen procesos inflamatorios sistémicos. En esos casos, la piel suele responder con brotes persistentes, enrojecimiento o lesiones recurrentes.
Incluso el estreñimiento crónico puede reflejarse en el rostro. La acumulación de toxinas y la inflamación asociada generan una piel apagada, congestionada y con mayor tendencia al acné inflamatorio.
Qué comer para ayudar a la microbiota de la piel y bajar la inflamación
Para cuidar la microbiota cutánea, los especialistas recomiendan una alimentación basada en vegetales. Frutas, verduras y cereales integrales aportan fibra y compuestos bioactivos que favorecen el equilibrio bacteriano y reducen la inflamación.
También se destacan las grasas saludables y los ácidos grasos omega-3, presentes en pescados, semillas y frutos secos. Estos nutrientes ayudan a modular la respuesta inflamatoria y a fortalecer la barrera de la piel.
Una dieta rica en vegetales y grasas saludables protege la microbiota de la piel. Foto Shutterstock.El aporte adecuado de micronutrientes como zinc, selenio y vitaminas antioxidantes resulta clave para la regeneración cutánea. En algunos casos, la suplementación puede ser útil, siempre bajo supervisión profesional.
En el extremo opuesto, se aconseja limitar ultraprocesados, azúcares simples, grasas y alcohol. “La base siempre debe ser una buena alimentación; los probióticos pueden acompañar, pero no reemplazarla”, aclara Gil.

