El seis de diciembre de 2024 concluyó la ronda de negociaciones entre los estados parte del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) y la Unión Europea. Un acuerdo que, caracterizado por la falta de transparencia en cuanto a su contenido y a las discusiones que han tenido lugar durante su tratamiento en las diferentes instancias, sienta las bases para profundizar la dependencia de América Latina como territorio de extracción de materias primas agrarias y mineras, además de “tierras raras” indispensables para la transición energética y la industria verde en Europa. En palabras de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, el acuerdo UE – Mercosur es un “ganar – ganar”. Pero, ¿quiénes ganan?
Un acuerdo ¿ganar – ganar?
Ante la crisis de acumulación que enfrentan los capitales más concentrados de Europa, el Mercosur representa la posibilidad de ampliar esas escalas de acumulación al acceder a un mercado de alrededor de más de 88 mil millones de euros en mercancías y servicios según datos de la Comisión Europea (2024). Al mismo tiempo, esta región concentra suelo fértil y agua potable, factores estratégicos para asegurar la cadena de suministro alimentario europea, y grandes reservas de las llamadas “tierras raras”, es decir, minerales escasos y críticos que son indispensables para la transición energética, el complejo militar – industrial y sobre todo para el sector de tecnología avanzada.
Y en este punto nos encontramos antes dos problemas. Por un lado, la liberalización económica solo puede ser beneficiosa si el tejido industrial de ambas partes puede competir en igualdad de condiciones. O, dicho de otro modo, la liberalización solo beneficiará a aquellos capitales más concentrados que pueden transar sus bienes y servicios en el exterior en los mismos niveles de competitividad y productividad que los capitales europeos. Y, por el otro, además de materias primas y mano de obra barata, ¿qué podría ofrecer el Mercosur a un bloque que incluye a las economías más poderosas de aquel continente y que opera con tecnología de avanzada?
La historia económica de América Latina, con el intento de industrialización por sustitución de importaciones en el siglo pasado, entre otras experiencias, aporta evidencias concretas de que las políticas comerciales, sean estas proteccionistas o liberalizadoras, en realidad responden a los intereses de los capitales que hegemonizan los procesos globales de acumulación. En otras palabras, son escasos los capitales que podrían competir al nivel del mercado europeo; más específicamente, salvando las diferencias entre el tejido industrial de los países que integran el Mercosur, son los capitales que operan en el sector primario exportador los que se verán más beneficiados con un acuerdo de este tipo, a expensas, por supuesto, de los territorios, las comunidades rurales y, en definitiva, de los trabajadores.
El acuerdo UE – Mercosur es estratégico para Europa en una disputa cada vez más creciente por el control de minerales y materias primas agrarias que son fundamentales para garantizar el abastecimiento de la cadena de suministros alimentarios y energéticos. En lo que respecta al sector energético, Europa necesita garantizar su acceso a tierras raras esenciales e irremplazables para la reconversión tecnológica y energética de su aparato productivo en franca competencia con China y Estados Unidos y para ello, el acuerdo posibilita que Europa se deshaga de tecnología atrasada exportándola hacia el Mercosur, a la vez de garantizar el ingreso de sus mercancías a los mercados nacionales sin posibilidad de que los pequeños capitales que operan y se reproducen a escala Mercosur puedan competir en precios contra ellas. Situación que indefectiblemente conducirá al desmantelamiento del escaso tejido industrial de países como Argentina y Brasil, mientras que acentúa y amplía las escalas de producción del extractivismo en Paraguay.
El Mercosur en la geopolítica del imperialismo
En 2022 el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), publicó el listado de minerales críticos esenciales para la “seguridad nacional y la economía” del gigante del norte. El listado contiene 50 productos minerales críticos, que llevan este nombre debido a la vulnerabilidad de su cadena de suministros. En otros términos, son críticos porque Estados Unidos no posee el control total sobre estos minerales, dado que muchos de ellos se encuentran fuera de su territorio. Entre los principales minerales críticos para el complejo militar – industrial y tecnológico, se encuentran el aluminio, el cesio, el cromo, el berilio, cobalto, litio, níquel, magnesio, titanio, zinc, platino, rodio, y otros, utilizados principalmente en el sector de alta tecnología como es la producción de baterías, aleaciones aeroespaciales, la electrónica, la tecnología nuclear, entre otros.
Este listado también lo elaboran Japón, China, Rusia y, por supuesto, la Unión Europea. En lo que respecta a esta última, del total de minerales críticos necesarios para el despliegue de su industria solamente el 0,5% se encuentra dentro de sus fronteras nacionales, por lo que necesariamente debe ir a buscarlas afuera. Las llamadas “tierras raras” son un conjunto de 17 elementos entre los que se encuentran el lantano, cerio, praseodimio, samario y otros, que son indispensables en el desarrollo de la tecnología “inteligente”, los drones y autos eléctricos. La cadena global de suministros energéticos y de tierras raras se encuentra altamente centralizada y América Latina y el Caribe concentran el 47% de las reservas mundiales de litio, 36% de cobre, 35% de molibdeno, 34,5% de plata y el 20,6% de estaño, entre otras materias primas exigidas por el sector energético e industrial (Bloomberg en línea, 2024; Comisión Europea, 2023).
Y es en este punto en el que el acuerdo UE-Mercosur adquiere un carácter estratégico para la industria europea dado que Brasil alberga una de las grandes reservas de tierras raras en el mundo, junto a Bolivia, Paraguay, Perú y Argentina. Esto se constata con el despliegue de los grandes capitales transnacionales que desde hace dos décadas han reforzado su presencia en el mercado energético latinoamericano y el impulso de actividades de prospección minera en toda la región particularmente en el mercado andino y brasilero por el potencial en cuanto a reservas de estos elementos necesarios para la industria del siglo XXI.
Claramente, la riqueza natural de la región se encuentra – como no podía ser de otra manera – en disputa entre los capitales más concentrados de Europa, Estados Unidos y China que, con sus matices, intentan asegurar el acceso a estos recursos para garantizar la cadena global de suministros que necesitan sus economías, particularmente en el caso de Estados Unidos y Europa. Esta disputa se acrecentará a medida que estos minerales vayan siendo cada vez más escasos por la elevada demanda mundial.
En definitiva, una vez más los patrones de acumulación se reconfiguran girando sobre el mismo eje: la especialización productiva de América Latina como proveedora de materias primas agrarias y mineras para la transición hacia una industria “verde” en Europa y hacia una mayor debacle social y ambiental y, por qué no, política y económica, para nuestra región. Y, respondiendo a nuestra pregunta de quiénes ganan, lo hacen los capitales más concentrados de Europa y, por supuesto, el sector primario exportador del Mercosur, cada vez más en manos de capitales foráneos.
La autora es economista. Doctoranda en Economía, IDEI – UNGS, Argentina. Coordinadora de la Plataforma Paraguay Mejor sin Libre Comercio. Investigadora del Centro de Estudios Heñói. Email: [email protected]
Este texto fue elaborado con base en un artículo escrito en coautoría con el investigador italiano Andrea Taborri, doctorando en el Programa de Doctorado “Frontier Sciencies in Sustentability, Diplomacy and International Cooperation” de la Universidad para Extranjeros de Perugia, Perugia, Italia, en proceso de publicación.