“Deje a mitad el colegio, por estar pegada al celular en clase, sin importar la hora, la materia o el momento”, relató Andrea Barrios, una adolescente, que tuvo que tratar su dependencia al Smartphone.
El celular se transformó en uno de los aparatos que más adicción genera ya que se usa para prácticamente todo: comunicarse, informarse, trabajar, estudiar, divertirse y hasta conocer gente. La dependencia que genera es inmensa, a tal punto que hay encuestas que afirman que las personas prefieren perder sus documentos y billetera, antes que su celular. Incluso al salir de un destino a otro, casi todo el mundo se palpa los bolsillos a ver si se tiene o no el celular. Una especie de cacheo auto infringido para estar tranquilo.

¿Qué efecto tiene este vínculo de dependencia? El licenciado Matías Sánchez Sanda, miembro del Departamento de Psicoterapia Cognitiva de INECO, explicó que el uso constante del celular impacta negativamente en distintas funciones cognitivas como la atención o la memoria. Además, agregó que “al estar continuamente atravesados por la interrupción por notificaciones, mensajes o llamadas, sumado al contenido multimedia de las redes sociales tan rápido y estimulante, se da un impacto negativo en la atención y capacidad para concentrarse”.
Respecto al uso compulsivo, el especialista de INECO detalló que “el impacto emocional del uso problemático del celular, se puede ver en la aparición de síntomas anímicos y de ansiedad». Además, agregó que la exposición continua a redes sociales, “puede generar patrones de comparación que impactan tanto en la percepción de uno mismo como en la autoestima”.
Lo que generan estos dispositivos en el usuario es una fuerte necesidad de mantenerse en constante interacción. Eso hace que muchas personas necesiten tener un dispositivo que cumpla con parámetros específicos, cada vez con más prestaciones, de modo que puedan tener una experiencia más completa.
¿DÓNDE ESTÁ MI CELULAR?
Sánchez Sanda explicó que cualquier conducta que produzca liberación de placer, tiene el potencial de volverse algo adictivo, dependiendo la cantidad de tiempo y dinero que se le invierta a la conducta, la frecuencia que se realiza y el impacto negativo que genera en las distintas áreas de la vida, tanto personal, familiar, social, académico y laboral.
Es acá donde aparece el concepto de nomofobia, que puede tener un alto impacto en los vínculos interpersonales. “La distracción constante por el teléfono puede promover el aislamiento social, ya que la persona prioriza la interacción digital sobre la comunicación presencial, afectando la calidad y profundidad de sus vínculos”, detalló el licenciado.
A largo plazo, esto puede afectar en las habilidades sociales o en el nivel ansiedad a la hora de exponerse a un encuentro o charla presencial, dado que la persona pierde habituación y el entrenamiento de encuentros cara a cara.
Además, el especialista de INECO agregó que “la comunicación cara a cara requiere habilidades sociales, escucha activa, interpretación de señales no verbales y una respuesta emocional adecuada, que en personas con uso excesivo del celular pueden estar debilitadas, al no ser entrenadas”
UNA MIRADA PROFUNDA
“Al igual que en otras adicciones, en la nomofobia se genera activación en el circuito de recompensa y liberación dopaminérgica”, explicó la psicoterapia cognitiva de INECO. También detalló que cuando ese sistema se activa en nuestro cerebro, se da la liberación de dopamina, el cuál es un neurotransmisor asociado al placer.

Para el especialista Rodrigo Rojas, académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Santiago, “la nomofobia refleja cómo las sociedades hiperconectadas generan nuevas formas de dependencia debido a que el teléfono móvil pasó de ser una herramienta a convertirse en un mediador central de la vida social, académica y laboral”. Además, agregó que “esta condición puede considerarse como un síntoma cultural de la modernidad digital.”
¿Qué significa esto? Que cuando las personas utilizan el celular para realizar diferentes conductas, ya sea recibir mensajes, “likes” o notificaciones, se activa esta especie de sistema de recompensa, liberando dopamina y generando sensaciones placenteras. “Ese refuerzo positivo hace que la persona busque continuamente esa gratificación instantánea. Cuando esa conducta se repite durante mucho tiempo y con mucha frecuencia, se crea un ciclo de búsqueda compulsiva, instalándose el patrón de conducta adictivo”, explicó Sánchez Sanda.
Andrea lo sufrió. No podía parar y le costó pedir ayuda. Después de empezar su tratamiento pudo darse cuenta que “estar metido en una red social o mucho tiempo ‘clavado’ en el celular, termina siendo dañino y al llenarse de diversas emociones, uno no logra auto controlarse y termina perjudicándose a sí mismo”.
Ese miedo a perderse de algo es lo que se conoce como FOMO, siglas de «Fear Of Missing Out». Es la ansiedad que surge al creer que otras personas están teniendo experiencias más divertidas y gratificantes de las que uno mismo está viviendo. Este fenómeno está fuertemente asociado al uso de las redes sociales, donde se tiende a idealizar las experiencias de otros, generando sentimientos de insatisfacción, preocupación y la necesidad de estar siempre conectado.
Para abordar esta problemática, desde INECO trabajan desde el enfoque de Terapia Cognitiva Conductual (TCC), a través de la psicoeducación, entrevistas motivacionales, reestructuración cognitiva, control de estímulos, entrenamiento en habilidades de afrontamiento y gestión de la abstinencia y reeducación digital.
Cada día somos bombardeados por cientos de notificaciones, mensajes y estímulos que nos alejan del presente. Los especialistas coinciden en que estamos frente a un escenario donde, si a la tecnología no le ponemos límites, terminará teniendo el control absoluto de nuestras vidas.
Solo así podremos volver a mirar, escuchar y sentir sin la mediación de una señal de Wi-Fi.





