Héctor Alterio murió a los 96 años y con su partida se cierra uno de los capítulos más importantes de la historia del cine, el teatro y la televisión argentina. Dueño de una trayectoria inmensa y respetada a ambos lados del Atlántico, su figura quedó asociada para siempre a personajes inolvidables y a una forma de actuar profundamente humana, comprometida y honesta.
Nacido en Buenos Aires, Alterio fue protagonista de una carrera que atravesó generaciones y contextos políticos complejos. Desde muy joven se destacó en el teatro independiente y luego se convirtió en una presencia central del cine argentino, especialmente durante las décadas de mayor efervescencia creativa. Su talento lo llevó a integrar el elenco de películas fundamentales que marcaron época y ayudaron a definir una identidad cultural.
A mediados de los años 70, su vida dio un giro forzado. Tras recibir amenazas de la Triple A, Alterio se vio obligado a exiliarse y continuar su carrera en España. Lejos de su país, volvió a empezar desde cero, construyendo una segunda etapa profesional igualmente sólida y prestigiosa. En ese nuevo escenario, se transformó también en una figura clave del cine español, sin perder nunca el vínculo emocional con la Argentina.
La noticia de su muerte generó una fuerte repercusión tanto en el ámbito artístico como en el público, que lo acompañó durante décadas. Más allá de los reconocimientos y los premios, Alterio fue valorado por colegas y espectadores por su compromiso con cada trabajo y por una coherencia personal que sostuvo hasta el final de su vida.
En sus últimos años, el actor habló con franqueza sobre un aspecto poco visible de la profesión: el miedo permanente que acompaña a muchos artistas, incluso a los más consagrados. Según recordó el diario La Nación, Alterio logró finalmente vencer esa angustia que lo había acompañado durante gran parte de su carrera. La estabilidad y el camino propio de sus hijos, Malena y Ernesto Alterio, ambos actores reconocidos, fueron una fuente de tranquilidad y orgullo que le permitió transitar la vejez con mayor serenidad.
Lejos de retirarse, continuó activo hasta muy avanzada edad. Siguió subiendo a los escenarios y mantuvo una relación viva con el público, demostrando que la vocación artística no tiene fecha de vencimiento. Incluso en sus últimas apariciones, se mostró lúcido, reflexivo y agradecido por una vida dedicada al oficio de actuar.
Héctor Alterio deja una huella profunda en la cultura argentina y española. Su legado no se limita a una filmografía destacada o a grandes interpretaciones teatrales, sino también a una ética de trabajo y a una manera de entender el arte como expresión y resistencia. Con su muerte, se va un actor enorme, pero su voz, su presencia y sus personajes seguirán vivos en la memoria colectiva.
