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martes, abril 1, 2025

Adolescencia: ¿hasta qué edad se puede revisar el celular a los hijos?

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“Lo siento, hijo. Debería haber hecho más”, lamenta Eddie entre las cuatro paredes de la habitación donde su hijo de 13 años se encerraba para navegar en comunidades virtuales en las que buscaba contención a sus vacíos existenciales. La escena de “Adolescencia”, la serie británica que es furor en Netflix, alerta sobre la influencia del entorno digital, la soledad en la que los jóvenes navegan por internet y el rol que tienen que tener los padres frente a esto. Y dispara muchas preguntas. ¿Está bien darle un celular a un menor de edad? ¿Hasta qué edad se lo puede controlar? ¿Cuál es el límite entre el cuidado y la intimidad?

Seamos claros: el uso de smartphones habilita el ingreso a aplicaciones que, sin la moderación adecuada para cada edad, pueden exponer al usuario a la visualización de contenidos inapropiados. Incluso, reproducen contenidos en forma automática y recolectan datos de los chicos.

Los especialistas consultados por Clarín coinciden: los adultos le damos mucha importancia a sobreprotegerlos a los niños y adolescentes en el entorno físico y muy poca a los ecosistemas virtuales porque pensamos que saben más que nosotros. Error: los padres no deben delegar las funciones de cuidado.

Es que, sin dudas, el acceso a móviles en la infancia debe ser abordado con criterio científico. Recientemente, la Asociación Española de Pediatría prolongó a los 6 años la edad en la que se recomienda no tener contacto con pantallas. Pero más allá de los años, la clave de la cuestión reside en para qué y en qué contexto los chicos entran en contacto con el teléfono.

Lucía Fainboim es licenciada en Ciencias de la Comunicación y especialista en ciudadanía y crianza digital, y acaba de publicar el libro «Cuidar las infancias en la era digital». Plantea que cada vez hay mayor consenso en que los chicos no deberían tener el primer celular antes de la finalización del nivel primario. “Igualmente, la decisión depende de cada familia. Pero tendría que respetar dos lógicas: pensar si hay una necesidad real y si el chico/a está preparado/a para tenerlo”, señala.

“Las pantallas pueden interferir en los vínculos, desplazar tiempo de juego de calidad y tercerizar el cuidado. Si les brindamos un dispositivo, su uso debe ser supervisado, la comunicación tiene que ser constante y nuestra disponibilidad cercana. Las reglas deben ser claras, los límites también. Estamos viendo niños/as que no pasan páginas de un libro porque intentan desplazarlas con el dedo. Aún desconocemos muchas de las consecuencias del mundo digital”, advierte la pediatra Carla Orsini, miembro de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y madre de seis hijos que tiene una comunidad de más de 450.000 en su cuenta de Instagram @dra.carlaorsinipediatra.

En este contexto, Silvina Pedrouzo, presidente de la Subcomisión de Tecnologías de la Información de la SAP, cuenta que en sus consultas observa a diario niños menores de 5 años que usan celulares en forma habitual y generalmente en soledad. “Ser pediatra en la era digital es difícil. En las consultas siempre les pregunto a los chicos qué sucede en internet y cuántas horas lo usan. Y suelen responder que hubieran preferido tener acceso a las redes un poco más grandes porque no pueden lidiar con los problemas que tienen en el entorno virtual”, ilustra Pedrouzo.

Para los adolescentes, el celular es una extensión de su mundo social.
Para los adolescentes, el celular es una extensión de su mundo social.

¿A qué responde el deseo de tener un celular a corta edad? “Influyen la presión social (el móvil es una herramienta fundamental para la sociabilización) y la exposición desde la infancia a los estímulos que generan las aplicaciones de entretenimiento constante (como recurso para calmar berrinches). Los niños observan que los dispositivos son parte esencial en la vida de su figura de apego. Para los adolescentes representa la extensión de su mundo social”, describe Angela Nakab, pediatra del Hospital de Niños Pedro Elizalde.

Controles parentales: ¿sí o no?

A medida que crecen, los chicos/as necesitan más autonomía y privacidad. “Son los adultos quienes deben garantizarles seguridad en el ámbito digital. Así, el control parental se fundamenta en resguardarlos de potenciales peligros como los challenges, el grooming y el cyberbullying”, indica Nakab que también es secretaria de la Subcomisión de Medios y Comunicación de la SAP.

Hay mecanismos de control parental que pueden activarse en distintos tipos de dispositivos tech: software espías que monitorean sitios visitados, localizan dispositivos en un mapa y restringen acceso a ciertos contenidos y aplicaciones respetuosas que permiten filtrar contenido, limitar el tiempo de uso, proteger datos personales y evitar que se comparta información en línea. Por ejemplo, la nueva política de Instagram llamada experiencia protegida.

¿Cómo se activan? Cada dispositivo y plataforma tiene configuraciones específicas. En Google Play se usa Google Family Link para supervisar aplicaciones y tiempo de pantalla. En PlayStation y Nintendo, se configuran a través de aplicaciones o menús de administración familiar. En YouTube, se puede crear un perfil para menores con contenido filtrado, como en YouTube Kids.

Pedrouzo sugiere explicarles a los chicos por qué se instalan estos controles, enfatizando el cuidado y no la desconfianza. Asimismo, acompañarlos a configurar el perfil como menores en cada aplicación para que puedan navegar en forma más segura.

¿Son efectivos? Los controles parentales son útiles, especialmente para infantes, pero su efectividad disminuye con los adolescentes, quienes pueden encontrar estrategias para evadir las restricciones o falsear las edades para entrar en plataformas de adultos. “Si solo nos enfocamos en vigilar y/o prohibir, probablemente se desencadenen acciones de rebeldía y la apertura de cuentas secretas como estrategias para quedar fuera del radar de los padres”, marca Pedrouzo.

Marcela Czarny, fundadora y directora de Chicos.net, subraya que «siempre se debe focalizar en que aprendan a discernir entre los contenidos que son adecuados para ellos y los que no: que puedan elegir cerrar una pantalla o advertir a un adulto cuando aparece un contenido no buscado o no apto para su edad».

Si bien todas las aplicaciones están cambiando sus políticas de seguridad (por ejemplo, Tik Tok activó el modo reposo de contenidos durante la noche), no resulta suficiente. Por eso, las expertas insisten en que la comunicación, la educación sobre los riesgos de internet y la búsqueda de consensos que involucren a toda la familia son pilares para complementar estas herramientas. Y son claves para que puedan lograr la autonomía progresiva que los lleve a hacer un uso saludable, crítico y responsable de las tecnologías.

El límite entre intimidad y cuidado

“Revisar el teléfono es un acto de intromisión y de vulneración del derecho a la intimidad. Durante la adolescencia, puede impactar en el vínculo parental. En todo caso, hay que inducir a que compartan la información de lo que hacen con los dispositivos. Para desarrollar su autonomía debemos cultivar la confianza. Incluso, se pueden realizar contratos familiares para definir por consenso un código de conducta”, conversa Czarny con Clarín.

Entonces, ¿hasta qué edad se le puede revisar (pedir que te muestre) el celular a un hijo? En una entrevista reciente con Clarín, Alejandro Schujman, psicólogo especialista en adolescencias, señaló que hasta los 14 años.

«Tenemos que animarnos a abrirles la puerta del cuarto, a sentarnos al lado y a pedirles que nos muestren el teléfono, por lo menos hasta los 14 años. Ya sabemos que ellos van a ir dos o tres apps delante nuestro y que se nos van a escapar siempre. Pero tienen que saber que estamos ahí, atentos, que nos interesa saber qué hacen. Hay que lograr un lazo de confianza, porque si queremos jugar a los detectives, decodificar sus códigos, los perdemos. Y se pierden ellos. Tampoco tenemos que irnos para el otro lado e intentar ser amigos. Eso es patético, cringe, como le dicen ahora», dijo.

Ante la misma pregunta, Pedrouzo contestó a Clarín que se debe tener en cuenta la edad mínima permitida para el uso de redes sociales la cual –si bien puede variar de acuerdo a la plataforma– ronda entre los 13 y 14 años (en varios países se está evaluando elevarla a 16). “Dar un celular equivale a brindar acceso a las redes y esto depende de la responsabilidad y madurez de cada niño”, reseña.

Es que no hay una ley explícita que lo prohíba; pero la jurisprudencia considera deberes de cuidado y protección de acceso para garantizar su bienestar y seguridad; especialmente si hay sospechas fundadas de peligro, pero no determina una edad en particular. Sin embargo, esta facultad está limitada por el respeto a la privacidad del menor y la proporcionalidad del contenido.

Por su parte, Fainboim marca que en la adolescencia la privacidad cobra un valor importante que se debe respetar. “Es indispensable que cualquier regla sobre supervisión sea hablada, anticipada y explicada. Es importante que los chicos sepan que respetamos su privacidad y que, en todo caso, la estrategia de control parental es para protegerlos. Sin diálogo, es muy difícil cuidar”, sostiene.

Supervisar no es invadir la privacidad: es acompañar la construcción de hábitos digitales saludables para que aprendan a autolimitarse.

Pero… ¿qué se puede hacer cuando la comunicación está resquebrajada? Para las fuentes, es conveniente recurrir a profesionales que orienten hacia una reconstrucción familiar. En esta dirección, deslizan que ante cambios de comportamiento o de humor también se concurra a un experto en salud mental para que acompañe al niño y a su entorno.

El celular no es una babysitter electrónica. Nuestro desafío es enseñarles a usarlo de manera inteligente y segura. Para ello, en una familia deben primar cuatro parámetros: que circule amor, que se contenga el dolor, que se permita pensar y que se respete el disenso”, conceptualiza Nakab.

El secreto redunda en encontrar un equilibrio entre estar y soltar.

AS / MG

Redacción

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