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martes, febrero 25, 2025

Alan Sabbagh: el rey del once que tuvo el mejor infarto de su vida, pero sigue trabajando como comerciante

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“A finales de 2017 estaba a punto de cumplir 45 años. Tenía la edad exacta en la que los fumadores gordos se infartan”, dice en un primer pantallazo de escena, la voz en off de Alan Sabbagh. Pero fuera del registro de la ficción, el actor argentino de 44 años, que protagoniza El Mejor infarto de mi vida -serie de Disney+ inspirada en el libro homónimo del escritor Hernán Casciari, que rankea en el top 10 de lo más visto en Argentina– tiene la edad en la que encabeza su primer proyecto en plataformas de streaming.

“Me fui de vacaciones al día siguiente que se estrenó, y entre redes sociales y Whatsapp, tuve 20 días como si fuese mi cumpleaños. Lo de El mejor infarto de mi vida fue un aluvión de buena onda bastante unánime”, dice el actor, de nuevo en la ciudad y con su cara empapelada hasta en las bocas de subte porteñas.

Frustrado pero con potencial, es en su nueva piel de escritor fantasma y poeta recién separado, que el actor argentino -un fumador con sobrepeso, que la mitad del tiempo en pantalla está prendiendo y apagando un cigarrillo– surfea el pico de exposición más alto de su carrera.

“Siempre me fijo que en lo que estoy trabajando sea bueno: la productora, el elenco y en este se dio todo. A la parafernalia alrededor no le doy entidad”, se sincera a dos años de un rodaje que, al servicio del protagónico en cuestión, lo llevó a grabar con “mi peso máximo histórico”.

Pero la ruta audiovisual de Sabbagh, para algunos “El Rey del Once” (por la película homónima de Daniel Burman) o, para las generaciones más nuevas, el juguetero mafioso de la premiada División Palermo, está lejos de ser acotada.

Y con un máster en comedia que ya es garantía hasta en sus roles de reparto, el ex Graduados y comerciante full time, deduce: “Mi carrera fue haciendo pasitos progresivos, no fue de la noche a la mañana. Fui preparándome de a poco. En algún momento, decidí dejar la tira para hacer más cine y esa misma puerta seguro me la abrió la televisión”.

Alan Sabbagh debutó como actor en
Alan Sabbagh debutó como actor en «Luna de Avellaneda», el filme de Juan José Campanella. Después descolló en «El rey del Once», de Daniel Burman. Foto: Mariana Nedelcu

Puertas que se abren

-¿Y qué puertas te abrió tu primer protagónico en una serie? Para Hernán Casciari, seguramente, se habrán multiplicado las ventas de su libro.

-Todavía no sentí que haya un cambio, porque es muy reciente. Ojalá que sirva para eso. Sí recibí mensajes de algún productor o director con el que no nos cruzamos hace tiempo.

-¿Sigue siendo un año dramático para la industria y la realidad de tus colegas actores?

-La de la industria es una situación rara, sí. De mucho cambio y ver de qué manera adaptarnos a trabajar en estas condiciones. Es algo que estamos construyendo todos. Es incierto lo que está pasando.

Alan Sabbagh dice que es duro negociando sus contratos. Tantos años como comerciante no son en vano. Foto: Mariana NedelcuAlan Sabbagh dice que es duro negociando sus contratos. Tantos años como comerciante no son en vano. Foto: Mariana Nedelcu

-¿No es para cualquiera ser actor?

-Y, hoy hay herramientas como las redes y otras maneras de comunicar. Pero hablar de cine, televisión y series es una torta que se achicó mucho y con la misma cantidad de actores. No sólo en Argentina.

Hay que ver cómo comemos todos, es muy difícil. Dedicarte a esto hoy es osado. También pasa en otras profesiones, los músicos. Es una selva en la que es muy difícil que la maquinita te elija a vos, ¿viste? Hay que tratar de querer lo que uno hace y buscar la felicidad. A veces, uno tiene que hacer lo que no quiere y vivir de otra cosa, pero esto es un oficio y si lo elegís, tenes que tener fe y paciencia.

Comerciante, y con orgullo

-¿El de comerciante también lo elegiste o es un salvavidas a la inestabilidad?

-No, es un lindo proyecto (tiene un negocio de iluminación), porque me gusta no tener la cabeza metida en este trabajo permanentemente. Psíquicamente me ayuda y un poco económicamente también.

En un momento, pensé que iba a tener que elegir pero hoy, casi con 45 años, no tengo ninguna incomodidad con vivir de esta manera. Además mi hermano es mi socio y me banca. Capaz a la noche me tengo que sentar a trabajar en eso, pero me arreglo. También he vendido de todo. Zapatillas, anteojos, telas. Aprendí mucho y me encanta.

Alan Sabbag junto a Hernán Casciari. En una historia suya se inspira Alan Sabbag junto a Hernán Casciari. En una historia suya se inspira «El mejor infarto de mi vida». Foto: Emmanuel Fernández

-Debés ser un buen negociador.

-Me dicen, sí. Hasta los productores, cuando hay que pelear el contrato me pongo duro.

-¿Tenés más años como comerciante que actor?

-No, prácticamente los mismos, porque arranqué cuando terminé la secundaria. Empecé a laburar con la familia y a estudiar actuación.

-¿Sos de esos actores que “vieron luz y entraron” a una clase de teatro?

-De chico me gustaba mucho el cine y también consumía mucha tele. En la secundaria tenía amigos en un colegio con especialización en medios y, a veces, me rateaba del mío para meterme en sus clases, con profes que eran eminencias. Quería ser director de cine.

Alan Sabbag, en una escena de Alan Sabbag, en una escena de «El mejor infarto de mi vida».

El debut con Campanella

-Pero terminaste del otro lado del mostrador y dirigido por Campanella en tu debut…

-No sé qué pasó ahí. Hubo un error de sistema que entró afuera de la matrix, jaja. Yo no sabía ni cómo era un rodaje. Ni publicidad había hecho. Estudié Producción de televisión y actuación en paralelo. Y me di cuenta en el camino que me apasionaba más eso. Pasé de un sucucho haciendo teatro, feliz de la vida, a una película de primera línea, Luna de Avellaneda (2004), con un tipo que había sido nominado al Oscar por El hijo de la novia.

-¿Con qué ojos miras hoy esa foto?

-Mucho orgullo. Estuve en el lugar y momento indicado. Mi primer día de rodaje fue en el club de Colegiales, que está en Teodoro García y la vía. Y en la primera escena me tocaba con todos los personajes importantes: Valeria Bertuccelli, Mercedes Morán, Ricardo Darín, Eduardo Blanco, Daniel Fanego, José Luis López Vázquez, Atilio Pozzobón. Estaba Campanella y estas bestias que me recibieron como si fuese uno más. Darín a los dos minutos, me decía: “Che, ¿qué te parece si…?”. Estamos todos locos.

Protagonista de la ficción que revive el infarto de Casciari (ocurrido el 6 de diciembre de 2015 en Montevideo) en una comedia dramática de seis episodios, subraya las licencias que se tomó su creador, Pablo E. Bossi, también en la dirección con Mariana Wainstein, para enriquecer el relato. “Todavía nunca me tocó hacer una caracterización verdadera”, aclara.

-¿Es una ventaja no tener que rendir examen ante a los verdaderos protagonistas?

-Está bueno. Aunque no todo el mundo sabe que no soy Hernán en la serie y que Ariel, mi personaje, llega al infarto recorriendo un camino distinto. Ya me entusiasmaba cuando lo leí y me emocionó la historia de los uruguayos, Javier y Alejandra. Muchos amigos me comentan: fuimos a comer y todo el mundo habla de eso.

Video

Tráiler de El mejor infarto de mi vida

-¿El boca a boca es imbatible?

-Sí, por más promociones y carteles que pongas, que es espectacular y sirve, hay un boca a boca fuerte y es lo mejor que hay. “Me cagué de risa y lagrimeé un poco”, me dicen.

-Tu personaje dice que tiene la edad exacta en la que los fumadores gordos se infartan, que a la vez es tu edad actual porque estás por cumplir 45 años.

-El peso siempre es un tema que tengo presente. Para hacerla no engordé, pero me dejé de cuidar porque me dijeron que mantuviera el peso. Fue lo peor que me podían decir. ¡Un verano fatal! Llegué con mi peso máximo histórico. Y cuando terminé de hacerla, volví de vacaciones y llamé a mi nutricionista para volver a bajar de peso.

Pero así como le pasó a mi personaje, no recuerdo nada en mi vida que me haya cambiado radicalmente, como un cimbronazo.

-¿Ser padre tampoco?

-Bueno, cien por cien. La primera semana que volví a casa con mi hijo mayor, que ya cumplió 11, estuve lisa y llanamente, no voy a decir deprimido, porque la palabra depresión es un poco fuerte, pero estuve muy triste. Las cosas no dependían de mí, el tiempo había cambiado y no me podía sentar a ver una serie porque un bebé necesitaba silencio o lloraba. Esos primeros días me re costaron. Con el tiempo me río de todo eso.

Con elenco de alta gama, el nuevo tanque de Pampa Films se completa con Olivia Molina (hija de la gran Ángela Molina), Rita Cortese, Eleonora Wexler, Rogelio Gracia, Romina Peluffo, Brian Maya, Imanol Arias y Rafael Spregelburd.

Alan Sabbagh dice que es un mimo al ego ver la ciudad empapelada con anuncios de la serie Alan Sabbagh dice que es un mimo al ego ver la ciudad empapelada con anuncios de la serie «El mejor infarto de mi vida». Foto: Mariana Nedelcu

-Integrante proyectos masivos, pero por primera vez la lupa está puesta en vos por una serie. ¿Es una caricia al ego ver tu cara empapelada en la vía pública?

-Siempre es una caricia al ego. Fue la primera vez que mis hijos me vieron tan expuesto. Íbamos por la Panamericana y se sacaban fotos con el cartel gigante, un delirio. La serie la quise ver con ellos y el más chiquito, que tiene 5, no comprende que no es papá el que está con otra chica.

Los actores tenemos esa cuestión tan rara que queremos que no nos vea nadie, pero también que nos vea todo el mundo. Yo tengo un perfil muy bajo que no me interesa tanto exponerme, pero vivo de esto y el reconocimiento es lo más lindo.

En esa dualidad declarada, el actor que viene de grabar Viudas negras -una comedia con autoría y protagónico de Malena Pichot– confiesa: “Me llamaron para cocinar en la segunda temporada de MasterChef Celebrity, pero no lo pude hacer”.

-¿Te hubieses animado a abrir esa ventana?

-Me hubiese encantado participar, pero me daba cosa que era muy visto. Cuando negociábamos, me decían: «Mirá que vas a tener mucha exposición y yo decía: ‘no quiero'». Me divertía que me califiquen los tres cocineros. Me fascina la cocina y hubiese sido cocinero si no salía actor.

Redacción

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