Por Daniel Pryluka*
Las últimas cifras que se dieron en forma oficial muestran un descenso drástico y alarmante sobre algunas vacunas. Por ejemplo, la de la polio o la del sarampión que se da en el ingreso escolar, estas son cifras que no teníamos en Argentina.
Formalmente, en el país no hubo ninguna modificación en los calendarios de vacunación, quizás la falla esté en la comunicación y en la insistencia en la vacunación. Cuando nosotros éramos chicos no había campañas de vacunación, pero tampoco había negacionismo. Hoy hay que salir a explicarles a los padres que su hijo podría morir de una enfermedad cuya solución radica en una simple vacuna.
Por eso, insistimos en la recomendación de decirles a los padres que se fijen en el calendario oficial publicado por el Ministerio de Salud de la Nación, en hablar con el pediatra y decirle ‘yo quiero que mi hijo tenga todas las vacunas correspondientes, porque no quiero que mi hijo se enferme de cosas que potencialmente podrían ser grabes y sobre todo que se pueden evitar’.
El peligro de los movimientos antivacunas
Hasta la pandemia esto no se discutía, los chicos se vacunaban, los padres entendían que debían vacunar a sus hijos, al igual que a ellos los vacunaron sus padres. Pero hoy tenemos grupos a los que parece no importarles o que directamente niegan la eficacia y la importancia de las vacunas.
Yo creo que esto no es casualidad, creo que estamos en un mundo en donde incluso hay sectores vinculados a algunos poderes que son negacionistas de la ciencia y de los avances que han logrado las vacunas. Sin ir más lejos, tenemos un secretario de Salud de los EEUU que es negacionista de vacunas, con lo cual partiendo de esa base la cosa se pone bastante compleja.
En lo personal me parece increíble, estas eran cosas que no se discutían, fue tal el impacto que en su momento tuvieron las vacunas contra el sarampión, la viruela o la polio. Cualquiera que hoy tenga entre 70 y 75 años vivió la epidemia de polio en la Argentina y sabe lo que eso significó. La gente no salía de las casas, los chicos no iban a las plazas y todo eso se terminó cuando apareció la vacuna. Sin embargo, hoy hay gente que dice no a las vacunas, o una diputada nacional que dice “la vacunación es libre», un delirio total.
Cuando aparecieron los terraplanistas a mí me resultó cuasi simpático y hasta divertido que haya gente tan loca para plantear eso, pero después se unificaron con todos estos discursos anticiencia donde la negación es absoluta. Además, ellos también las usan, por eso no se enferman.
Yo soy un defensor de la libertad, pero no puedo estacionar mi auto donde a mí se me ocurra, no puedo manejar mi auto a la velocidad que se me ocurre, los acuerdos sociales son claves. Nos permiten convivir, entonces resulta una ridiculez hablar de libertad en eso. El último brote de sarampión que tuvimos en Buenos Aires que acaba de finalizar se produjo a partir de chicos no vacunados, esto produjo un gasto impresionante para el Estado, porque hubo que hacer bloqueos, seguimientos de personas, uso de gammaglobulina, y toda una estructura que la gente desconoce, pero que genera una cantidad de trabajo y recarga muy grandes para el sistema de salud y eso también es dinero.
La libertad la defiendo a ultranza, pero debemos acordar pautas mínimas de convivencia, sino es imposible convivir.
*Médico infectólogo. Matricula Nacional (M.N.) 69.246.
