En 2024 nación delegó en las provincias la lucha contra el brote de dengue y se desentendió por completo.
La creciente amenaza del dengue en América Latina ha llevado a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a emitir una alarma por la propagación del serotipo DENV-3, un tipo de dengue que está circulando con mayor frecuencia en la región. El aumento de casos, particularmente en Brasil, Colombia y otros países de América Central y del Caribe, pone en riesgo la salud pública debido a la grave naturaleza de esta variante.
En Argentina, la situación no es menos preocupante. El año 2024 marcó la entrada del serotipo DENV-3 en el país, un acontecimiento que coincidió con el retiro de apoyo del gobierno nacional en la lucha contra el dengue, dejando la responsabilidad estrictamente en manos de las provincias. Esta decisión se da en el contexto de la política del gobierno de Javier Milei, que también ha implicado la desvinculación de Argentina de la Organización Mundial de la Salud. Esta independencia de las políticas globales de salud pone en juego la capacidad de respuesta del país frente a un posible brote severo.
Según datos recientes, más de 13 millones de casos fueron registrados en la región en 2024, con una significativa proporción de casos graves y muertes relacionadas con la enfermedad. Hasta lo que va del 2025, la situación sigue siendo alarmante con Brasil a la cabeza en número de afectados, seguido por Colombia, Nicaragua, Perú y México.
Ante esta situación, la OPS ha enfatizado la importancia de intensificar las medidas de control, especialmente en los hospitales y centros de salud, para garantizar el diagnóstico temprano y una atención eficiente de los pacientes. Se ha insistido también en la crucial importancia de llevar a cabo campañas de educación pública para minimizar la exposición de la población a los mosquitos vectores del virus, como el Aedes aegypti.
El llamado de la OPS y la situación sanitaria en Argentina resaltan la necesidad de una cooperación efectiva en toda la región para prevenir una crisis mayor. La educación y la prevención, acompañadas de políticas sólidas y un enfoque centralizado, podrían ser claves para contener este desafío sanitario.