En uno de los hitos de los últimos años, Botafogo consiguió la tan anhelada Copa Libertadores, luego de entrar por los Play Offs del repechaje. Uno de sus pilares fue Alexander Barboza. Desde su llegada fue importante en el Fogao y se hizo rápidamente con la titularidad.
Nacido en Villa Celina, La Matanza, surgió futbolísticamente de River. Sin lugar en el Millonario y con falta de roce en Primera, tuvo que pasar a préstamo primero a Atlético Rafaela y después a Defensa y Justicia, club en el que tuvo su consolidación en la máxima categoría.
El buen rendimiento en el Halcón de Varela lo llevó a que Independiente compre su ficha en alrededor de cuatro millones de dólares. El mal momento del Rojo arrastró su nivel hacia debajo de la mesa, por lo que un año y medio después se fue a Libertad de Paraguay por menos de la mitad del precio pagado.
Después de tres años en Asunción, donde volvió a demostrar su potencial, llamó la atención de Botafogo y su inversor de capital privado para armar un plantel preparado para competir en la Libertadores.
Así, sus amigos se pusieron manos a la obra y, en sus vacaciones de vuelta al país, le presentaron el espectacular mural en el barrio Urquiza, en el que se muestra su cara junto a la Copa, al trofeo del Brasileirao y al escudo del club brasilero con la frase “Orgullo del barrio”.
Barboza vivió sus primeros años de vida en ese barrio sobre la calle Ojos del Salado y, previo a su llegada a las inferiores del Millonario, jugaba a la pelota con sus amigos en la Plaza Malvinas y en el Centro de Educación Física N°112.
El central subió una publicación a Instagram posando junto a la pintura y dejó un sentido mensaje de agradecimiento para quienes lo acompañaron a lo largo de su carrera: “Difícil definir los sentimientos que me pasaron por el cuerpo al ver esto, increíble”.
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