Ríe cuando le comentamos que, si no lo conociéramos y lo viéramos caminar de noche por las afueras de un cementerio, con su outfit dark y la piel pálida que suele lucir, nos cruzaríamos de vereda.
-Yo también -refuerza a carcajadas la tesis Alexis Hernán Puig (52; 11/6/1973, Buenos Aires), antes de saltar solito al tema que nos convoca-… Mi obsesión y pasión por Drácula, el vampirismo y el género de terror arrancó cuando era muy chico, con cuatro o cinco años. Papá solía mirar los programas Sábados de súper acción, a la tarde por Canal 11, y Viaje a lo inesperado, en el 13, por la noche. Y yo me le pegaba, pero la verdad es que al mismo tiempo que me asustaban esas películas de terror, me atraían. Era un miedo que me fascinaba. Hasta que llegó a mis ojos Drácula A.D. 1972 -o Drácula 1972– de Hammer Film Productions, con Christopher Lee y Peter Cushing.
-Rodada un año luego de su nacimiento, ¿verdad?
-Tal cual… Transcurre en Londres, y la primera secuencia es inolvidable: una pelea entre Drácula y Van Helsing arriba de una carreta que termina volcando. Ambos caen, y el vampiro queda con una rueda del carruaje atravesándole el pecho. Esa imagen de Christopher Lee con los ojos inyectados en sangre y la rueda clavada me impactó profundamente. La vi en blanco y negro y no me dejó dormir… pero quisee saber más. Ahí empezó mi camino como “vampirólogo”. Si a ello le sumás lo que vino después –el cine en pantalla grande, las películas de los ochenta, Stephen King, los cómics…-, así se terminó de moldear esta pasión, que para mí no es algo separado de quien soy sino parte de mi identidad.

Es un espacio más lúdico, libre, donde también subo las películas que fui haciendo cuando estudiaba cine y algunos proyectos no tan conocidos», añade.
-¿Es decir que no resulta casual que, pese a ser uno de los periodistas argentinos que más figuras internacionales del Séptimo Arte entrevistó, a la hora de pergeñar su primer documental, avanzara por tal sendero?
-Tal cual. Ser vampiro: tras los pasos de Drácula es parte de mi universo. No lo puedo disociar de mi persona, porque me formó.
“CON LUCIANA NOS GUSTA LA IDEA DE CLAN, DE COMUNIDAD, DE VÍNCULO ETERNO, ¡NOS ATRAE MÁS LA NOCHE QUE EL DÍA!”

“Transcurre entre Buenos Aires, Ciudad de México capital y Rumania, donde recorrimos lugares vinculados con la historia de Drácula: tanto desde la novela, como desde las películas y el personaje histórico real en el que se basó -menciona Alexis los pormenores de su flamante «criatura» de 159 minutos, rodada con teléfono celular-. Especialmente -detalla- filmamos en Transilvania, sinónimo de vampiros, hombres lobo y leyendas oscuras, y la ciudad más mítica del cine y la literatura de terror. También visitamos Brasov, un paraje medieval bellísimo muy vinculado con la historia de Vlad Tepes, el legendario “Empalador” que inspiró a Bram Stoker. Pasamos por Snagov, donde está enterrado Vlad, y también por Sighişoara, el pueblo en el que nació allá por 1431. Abordamos los Cárpatos, el Paso del Borgo…, todos lugares también ligados al mito y al imaginario colectivo del vampirismo”, desanda su recorrido el bonaerense nacido en Berazategui.

–¿Qué diferencia existe entre esta película respecto a cualquier otra de Drácula o de vampiros que haya visto?
-La gran diferencia es que se trata de una historia personal. Tiene que ver, casi, con un viaje que comenzó en mi infancia. Desde muy chico -como te comenté- me sentí profundamente atraído por el personaje de Drácula. De hecho, fue una de las figuras que me llevó a dedicarme a lo que hoy hago, al cine, al periodismo, a la escritura. Si a ello le agregamos que siempre tuve como cuenta pendiente visitar Transilvania y conocer Rumania, bueno, no bien surgió la oportunidad decidí cumplir el viejo deseo de transitar los decorados que conocía de memoria gracias a la literatura y al cine, y me mandé. Pero el documental no sólo retrata esa obsesión, sino también una parte muy íntima: mi vínculo con Lu (Mendez, 36, leader de desarrollo de software). Porque de alguna manera cuando ella llegó a mi vida también me permitió cumplir ese sueño de encontrar una compañera de ruta para este tipo de travesías: viajes ligados al terror, al cine de género, a los monstruos… a todo eso que siempre me fascinó. Hoy puedo asegurar que sin dudas ella es mi alma gemela.
-Bueno, en su Instagram Luciana se define, entre otros aspectos, como “Casada con un vampiro”…
-¡¿Viste?! Es que ella también respira esa atmósfera gótica, vampírica. Compartimos la pasión desde un lugar muy natural, muy auténtico, y eso nos unió aún más. Con Lu siento que puedo caminar el recorrido que va desde la fascinación por el terror hasta el disfrute por viajar, descubrir locaciones, explorar el mundo del cine y sus mitos. Compartir eso con alguien que lo vive igual que uno, no tiene precio.

-¿En qué se consideran un poco vampiros?
-Sobre todo en esto que ¡nos atrae más la noche que el día!, respiramos una atmósfera más gótica, nos identificamos con la ropa negra, con la estética barroca. Para nosotros es un planazo visitar el Castillo de Drácula o ir a un cementerio para ver la tumba de Bela Lugosi, de la misma manera que nos emociona conseguir un libro vampírico raro, ver tal película o hacer una maratón de series del género. Todo eso para nosotros es disfrute, conexión, pertenencia. Y creo que ahí hay algo muy parecido a la idiosincrasia del vampiro: la idea del clan, de comunidad, de vínculo eterno vampírico de la ficción. Me parece que en esa afinidad, en esa manera de vivir ciertas cosas con pasión, encontramos una identidad compartida. Te hablo de algo muy poderoso.
“DRÁCULA SE ADAPTA A CADA ÉPOCA, A CADA TIEMPO, A CADA SENSIBILIDAD, POR ESO ES UN ÍCONO QUE SIEMPRE SEGUIRÁ VIGENTE”

El periodista de Telenueve al amanecer y Telenueve al mediodía, host de Cinemark Hoyts y a la vez conductor de Clásico de clásicos (sábados 17:30), y columnista de Beto Casella en Nadie nos para, ambios ciclos por FM Rock & Pop 95.9 inicia entonces un sesudo análisis sobre por qué un ícono como Drácula trasciende generaciones. “Cuando un personaje está bien escrito, bien delineado, tiene profundidad y un bagaje detrás, logra trascender su época -entienede-. Pasa con Drácula, pero también con otros grandes personajes como Sherlock Holmes o Frankenstein, por nombrar sólo a otros dos. Hay muchos más que han logrado lo mismo”, añade Puig. Y continúa:
“Drácula trasciende porque el mito del vampirismo ha ido evolucionando con el tiempo, adaptándose a los cambios culturales. Y en esto el cine jugó un papel fundamental. Por ejemplo, el Drácula (1931) de Bela Lugosi, que fue el primero con sonido, tenía una presencia casi gardeliana, elegante pero acartonada. Con el tiempo surgieron otras versiones: una más salvaje, como la de Christopher Lee; una más galante, como la de Frank Langella; o una más monstruosa, como la de Klaus Kinski. Cada una no sólo refleja un estilo actoral, sino el espíritu de su época. Y ha permitido que el personaje sobreviva sin perder su esencia. Drácula muta pero no desaparece. Se adapta a cada tiempo, a cada sensibilidad, y por eso sigue tan vigente como siempre.

-¿Qué representan los vampiros en la cultura popular?
-Los vampiros, al igual que los zombis o los alienígenas, son personajes que trascendieron el género. Hoy forman parte de la cultura pop en un sentido amplio. Ya no son exclusivos del terror. El vampiro aparece en programas infantiles, dibujos animados, en Plaza Sésamo, en todas partes… Incluso como mascota de un cereal de la marca Conde Chocula. Y eso, en definitiva, es una gran virtud, porque implica haber superado los límites de su origen hasta convertirse en un ícono universal. Y también, si lo pensás, es una manera perfecta de cumplir con la promesa del vampiro: la inmortalidad. Drácula vive para siempre, aunque sea en forma de caricatura.
-¿Cuál es el mayor malentendido sobre Drácula que tienen las nuevas generaciones?
-No sé si es un malentendido, pero hay una visión bastante distorsionada en algunas adaptaciones modernas. La idea de que Drácula hace lo que hace porque quiere recuperar un amor perdido. Pasa que en el fondo, el vampiro -como muchos otros monstruos- es ante todo un depredador, una criatura que mata para alimentarse, no un enamorado eterno. ¡Es un cazador! Como los lobos, como cualquier animal salvaje que necesita alimentarse para sobrevivir. Esta mirada romántica del vampiro es algo que se incorporó con el tiempo, y que tal vez las nuevas generaciones tomaron como parte del mito. Adaptaciones del estilo de Crepúsculo, The Vampire Diaries o True Blood instalaron la visión del vampiro enamorado, seductor, trágico. No está mal, es parte de la evolución del personaje, pero es muy distinto al Drácula original de Bram Stoker.

-Algo que, como usted comentó recién acertadamente, a la vez termina cumpliendo el objetivo natural de su criatura: trasciende los tiempos...
-Exacto. Una de las cosas que más me sorprende -y me alegra- es la cantidad de personas que comparten mi obsesión. Cada vez que voy a dar una charla, me presento en una convención o camino por la calle, alguien se acerca y me habla de su propio fanatismo. Me traen libros para firmar, me cuentan lo que les produjo Drácula, lo que aman el cine de vampiros, el terror clásico… Y eso, sinceramente, me hace sentir validado. Me confirma que no soy un loco solitario. Hay mucha más gente de la que uno imagina compartiendo esta pasión. Y también me pasa algo lindo hablando con personas que no conocen tanto el tema, pero sienten curiosidad. Cuando les cuento, por ejemplo, que viajamos a Transilvania, noto cómo se les iluminan los ojos. Es como si dijera que estuve dentro de un libro, de una película de terror. Transilvania es un nombre tan mítico, tan cargado de historia y de ficción, que muchos no saben siquiera si se trata de un lugar real o parte de un cuento. Es lo que más asombro genera: que todo eso que parece salido de una novela gótica realmente exista. Y que uno haya tenido la posibilidad de estar ahí, de recorrerlo, es algo que siempre despierta fascinación.
“SI BIEN TENGO UN CUARTITO DONDE GUARDO MIS COLECCIONES, HAY RELIQUIAS DE DRÁCULA DISTRIBUÍDAS POR TODA MI CASA”

“En mi casa hay una pequeña habitación en la que guardo mi colección de objetos y reliquias de Drácula, aunque hay reliquias de él distribuidas por toda la casa -sorprende entonces Alexis cuando cuenta que su debilidad por el conde más famoso de la historia se traslada incluso a su intimidad más privada-. Si venís al living, vas a ver dos repisas llenas de recuerdos que adoro: estatuillas, bustos de personajes interpretados por Christopher Lee, por Peter Cushing, y otro espectacular de Bela Lugosi. Una de las piezas que más quiero es una réplica del medallón que usó él en aquella cinta de Universal. Se trata de una edición numerada, efectuada a partir del original, y de un gran valor sentimental para mí”, señala.
-¿Qué más hay en el cuarto?
-Un busto tamaño real -escala 1:1, también numerado- de Nosferatu (1922, la versión de Friedrich Murnau), y varias, varias cositas más. Conservo varias piezas así, muy lindas, que reflejan claramente ese fanatismo. Pero como te comentaba, más allá del cuartito, la verdad es que toda la casa guarda esa atmósfera. Se respira esa pasión por Drácula, por el vampirismo, por el terror clásico. Está presente en cada rincón.
-¿Qué representa Drácula, más allá del personaje?
-La obsesión humana por la inmortalidad, el deseo persistente de descubrir que existe una posibilidad de eternidad. Pero también plantea las consecuencias de semejante anhelo: ¿Está bueno vivir eternamente? ¿Qué pasa si implica perder a tus seres queridos, presenciar su muerte, ver con el paso del tiempo la degradación del mundo y del propio cuerpo? ¿Nos encontramos preparados, desde lo emocional para soportar algo así? Dicho trasfondo se encuentra muy presente en Drácula. Después, más allá del terror, del suspenso o de mi vínculo personal con el personaje, lo veo también como un ejercicio literario extraordinario. Se trata de un libro único, construido con diarios personales, cartas, recortes. No sigue una narrativa clásica, y sin embargo, resulta atrapante. Hablamos de una novela que debería estudiarse en todas las escuelas. Bram Stoker fue un autor fabuloso, y Drácula es una obra indispensable para cualquiera que ame la literatura. Al margen del horror o no, estamos ante un texto de gran valor por su estructura, su profundidad y su capacidad de interpelarnos.

–¿Con qué rasgos de los vampiros usted se siente identificado?
-Uy, sí, con un montón. No con el de beber sangre, por ahora (risas), pero definitivamente me gusta más el invierno que el verano, amo la ropa oscura, negra, me atrae la estética gótica y, por supuesto, siempre voy a elegir la oscuridad antes que el sol: prefiero la noche al día. Después, la cuestión del romanticismo. Aunque, vale decirlo, el Drácula original no era un personaje romántico. En la novela de Stoker no hay una búsqueda del amor perdido. Era -como te lo mencioné- más bien una criatura que necesitaba alimentarse, una máquina de matar. Lo del vampiro enamorado vino con el cine y las adaptaciones modernas, que romantizaron su figura y lo convirtieron en ese ser atormentado, pasional, seductor. Claro que la dimensión romántica del vampiro ganó popularidad con el tiempo.
-¿Cómo influyó su fanatismo por los vampiros en su carrera de periodista y crítico de cine?
-Muchísimo. De hecho, varios de mis libros están relacionados con este personaje y con el género. El primero que escribí, a fines de los noventa, se llamaba El gran libro del vampiro y era un compilado que recorría las adaptaciones cinematográficas basadas en Drácula. Después publiqué El ABC de los monstruos, dedicando un capítulo especial a Drácula, y Hollywood sangriento, en el que me referí a Bela Lugosi, uno de los referentes interpretativos del conde. Además a lo largo de los años realicé un montón de informes televisivos y ahora, a través de las redes sociales, también sigo explorando esta pasión. Incluso visité la tumba del propio Lugosi en Los Ángeles. El documental Ser vampiro: tras los pasos de Drácula que nos reúne ahora es, a la vez que una pieza cinematográfica, un contenido con fuerte raíz periodística. Así que sí sin ninguna duda Drácula me ha marcado profundamente. Y cada tanto vuelve a aparecer en distintos formatos: informes especiales, notas, cápsulas… Me la paso buscando nuevas formas de difundir esta pasión. Cualquier excusa para hacerlo siempre es bienvenida.

-¿Le gustaría interpretar a un vampiro?
-Sin dudas, sea en el cine o en el teatro. De hecho, cuando era chico y empecé a ver películas, todavía no sabía que detrás de cámaras existían los directores, los guionistas, ni toda la gente que había atrás. Para mí en ese momento trabajar en cine era actuar, y actuar de vampiro, claro, era uno de mis sueños. Así que sí, es algo que me atrae mucho y que no descarto hacer en algún momento. Sí, hablo de cruzar al otro lado de la pantalla y ponerme en la piel de un vampiro, literalmente. ¿Por qué no?
–¿Qué consejo le acercaría a un joven fanático de los vampiros que sueña con hacer cine de terror?
-La verdad, no me gusta dar consejos. No me siento con la autoridad para decirle a alguien qué tiene que hacer. Lo que sí hago, cuando me lo preguntan -y me lo preguntan mucho, sobre todo estudiantes de periodismo-, es contarles cuál fue mi camino. Y mi camino fue estudiar, formarme, seguir leyendo, seguir viendo. Esto no es algo que se construye de un día para el otro. No es una obsesión que aparece de golpe. Tenés que ver muchas películas, de todo tipo. Tenés que leer todo lo que puedas: libros, cómics, historietas, artículos, revistas. Hablar con gente, ver entrevistas. Hoy tenés acceso a todo eso, y es una ventaja enorme. Podés ver filmes antiguos que antes eran imposibles de conseguir, podés ver informes especiales hechos por un periodista en Londres, en Noruega, o ver mi propio documental.
-El acceso a la información en la actualidad es ilimitado.
-Tal cual, mucho más amplio que cuando yo empecé. Así que si querés hacer cine de terror, o películas de vampiros, hacélas. Ahora resulta mucho más fácil que antes. Nosotros con Luciana hicimos Ser vampiro… usando un teléfono celular. Claro que nos hubiera encantado tener un equipo más profesional, pero era lo que teníamos a mano. Y lo hicimos igual. Cuando yo estudiaba cine, filmar requería, mínimo, cámaras de 16mm, había que revelar el material y todo era más costoso, más complejo. Hoy podés hacer una película con tu celular y estrenarla en una sala si querés. Las herramientas están del lado de los realizadores. Hay que aprovecharlas.
-¿Qué hay de sus hijas? ¿Comparten la devoción del padre?
-La mayor, Victoria (26), no es fanática del cine de terror. Con ella compartimos otros gustos. Pero a las más chicas les encanta el cine de terror: desde chiquitas miran películas del género. Eso me enorgullece porque a mí me pasaba lo mismo a su edad y porque creo que una forma de exorcizar los miedos es justamente acercarles un poco de ese terror desde pequeños a través del cine o de la lectura. Lara (16) ha leído muchas novelas relacionadas y Eva (14) ahora me está pidiendo libros de Stephen King. Por lo que, aunque no se encuentran enfocadas específicamente en los vampiros, sí tienen un gusto bastante amplio dentro del género. Son más globales, si se quiere.
Fotos: Álbum personal de A.P. y L.M.