Tenía dos cosas en contra: de los Pieres, su hermano Gonzalo era el que más deslumbraba por características técnicas y de elaboración de juego, pero además, Alfonso era el 2 del equipo. Un puesto en el polo que todos los compañeros valoran por su grado de sacrificio en la cancha, pero que el aficionado no suele comprender en su magnitud. ¿Como sucede con los pilares en el rugby? Algo así.
Hoy son tiempos de otros Pieres: Facundo, Gonzalito, Polito, Nicolás. Pero antes eran los hermanos Álvaro, Paul y, sobre todo, Gonzalo y Alfonso. Los que rompieron con la hegemonía de Coronel Suárez y Santa Ana y en los años 80 inventaron un equipo, La Espadaña, que cambió el mapa y también el juego. Seis veces ganaron Palermo (juntos) entre 1984 y 1990 con la camiseta verde y blanca vertical. Ese equipo, con Ernesto Trotz siempre con ellos, más Juan Martín Zavaleta, Antonio Herrera y Carlos Gracida como cuarto integrante rotativo, jugó 27 partidos en el Argentino: ganó 25, empató 1 y sólo perdió 1 (la final de 1986). Instaló un nuevo clásico con Indios Chapaleufú. Batalló con el otro equipo de los Heguy, Chapa II. Cambió el polo de líneas rectas, para adelante y para atrás, y propuso un juego más con ángulos, haciendo círculos. “Ustedes están locos”, les decían los tradicionalistas.
Alfonso Pieres en las caballerizas de Pilar Chico: un apasionado por los caballos, el juego y…las reglas – Créditos: @Rodrigo Nespolo
Alfonso, de 71 años, no es tan mediático como Gonzalo. Y es menos explosivo, aunque en la cancha parecía otra cosa. Hijo de Bari Pieres e Inés Garrahan, son seis los hermanos: a los cuatro varones mencionados se suman Rosario y Mercedes. La infancia de los varones fue en Lobos, provincia de Buenos Aires y donde precisamente tiene sede el Club La Espadaña. En un campo de los Garrahan, a unos 15 km de la ciudad. Bari llevaba a los chicos al colegio. “Todos los días, y a caballo. Una vida bien de campo”.
Para todos, Alfonso es “El Rengo Pieres”. El estudiante “pésimo, pero con buenos compañeros de banco para copiarse y aprobar” que del Nacional de Lobos volvió a Buenos Aires, donde había nacido, para terminar el secundario en el San Agustín. Y ganar, dos veces el Intercolegial por la Copa Santa Paula. El chico que podía exhibir buenos movimientos sobre una cancha de tenis de pasto cortado manualmente en el campo y que de fútbol no tenía idea. “Escuchábamos los partidos de Boca porque Paul era fanático. Y por radio, porque en Lobos no teníamos televisor”. Una relación de hermanos “normal. Era una cultura familiar: llevarnos todos bien, jajajaja”.
Los rincones del polo, lugares que representan la vida y la carrera del Rengo Pieres – Créditos: @Rodrigo Nespolo
Casado con Lila Pardi desde los 24 años, dice que “fue mi única novia, desde los 15, con algunos paréntesis. Siempre muy buena relación, muy buena onda y en todas las etapas estuvimos bien. No tengo más que elogios para la pareja”. Padre de Tomás, Ignacio, Alfonso y Paula, y con cinco nietos, Alfonso Pieres es pura pasión. Desde los recuerdos hasta su preocupación por el deterioro en el juego, manifiesta. Sin rodeos, incluso para mencionar la época en la que su relación con Gonzalo “se enfrió”. Una mirada profunda sobre todo, incluidos los cambios negativos reglamentarios, las mañas de los polistas, el impacto de la clonación y la vigencia de Adolfo Cambiaso a los 50 años. “Porque a los 40 era intratable, mucho mejor que el resto”.
-¿Cuándo fue que empezaron a decirte El Rengo y por qué?
-Yo me quiebro jugando la final de la Provincia en Palermo, en un accidente con Beto Goti. Nos íbamos a chocar de punta y cuando yo quiero salir hacia la izquierda, me pega el caballo de Beto Goti en la pierna. ¡Se quebraron los dos caballos, la pierna mía, todo…! Y de ahí tengo una mala experiencia con la primera operación. La tibia y el peronése me habían partido como con un hacha. Por esa operación quedé rengo un año. Y ahí, entre Gonzalo, Tatú Donovan y otros pícaros, me empezaron a decir “Dale Rengo, dale Rengo”. Y quedó.
-¿Y qué pasó después con tu pierna?
-Recomendado por la abuela de los Panelo, la mamá de Esteban, lo veo al Dr. Mejía. Fue el que me recuperó. “Esto no va. Te tenés que operar de vuelta”, me dijo. Me fui a jugar a Brasil, me dolía, y entonces me vio otro médico, que me dijo lo mismo que Mejía. Me operé y en cuatro meses quedé perfecto.
-Pero el apodo no se fue, terminó marcando tu carrera.
-Sí, aunque fíjate que cuando estaba así, porque todo ese proceso duró un año y medio, empecé a usar más el revés. Me dolía apoyarme sobre la pierna derecha. Y de ahí quedó el mito de que jugaba muy bien de revés. Ja, el backhander de revés me salía mejor que el de derecho. Ojo, el backhander de revés sigue sirviendo hoy.
Alfonso jugando para La Martina y llevando la bocha de revés, una de sus especialidades
-En la época de La Espadaña, la de los duelos con los Chapaleufú, los dos mejores golpes de revés eran los de Daniel González y el tuyo.
-No sé si éramos los mejores, pero sí los jugábamos mejor que otros. Esperar jugadas para pegar un backhander de revés. O atacar los saques buscandolá de revés, que se lo hace más complicado al que defiende, que siempre espera que lo hagas de derecho. En eso lo copiaba un poco a Daniel. Escuchaba sus comentarios. Uno me quedó especialmente: cuando estás muy parejo de caballos y en el saque te van a atajar y la pelota va a ser dividida, es mejor entrar de revés porque te queda libre la fusta para sacarle un tranco más al caballo. Si arrancaste de derecho a pasarlo por la derecha, te quedás sin el fustazo en el momento de pechar para dominar la jugada.
-Vos anduviste por todos lados en la cancha, pero el número 2 te identificó en tu mejor época. ¿Qué era lo que te hacía sentir cómodo ahí?
-Para mí es una combinación de personalidad, actitud, lo que te lleva naturalmente a brindar tu mejor expresión en un puesto o en otro. Eso lo veo en todos los jugadores. Muchas veces no me explico cómo a un jugador nuevo al que le veo todas las condiciones para jugar de 1 o de 3 lo ponen a jugar de 2 o de 4. Ves que no es donde debería estar y después generalmente se confirma cuando pasa a otro equipo y evoluciona en un puesto donde naturalmente le resulta mejor posicionarse. Para jugar de 1 o de 3, tiene que ser un tipo con mucha anticipación. Hay una cuestión de inspiración para llegar a la bocha primero y a partir de ahí generar el juego. Y después, el 2 y el 4 tienen que tener espíritu de sacrificio como principal virtud, poner presión para que le quede al compañero que anda cerca o hacer un pase corto porque es mejor jugada en lugar de una corrida lucida con la bocha. A mí me pasaba eso: tenía mucha garra, mucha actitud para jugar, pero no era el tipo con anticipación y de encontrar la bocha primero que todos.
Mar del Plata campeón en Hurlingham, en 1980: Goti, Tanoira y Gonzalo y Alfonso Pieres
-Jugaste en Mar del Plata, el equipo de Gonzalo Tanoira, que terciaba en la puja entre Coronel Suárez y Santa Ana. ¿Qué representó en tu vida?
-La semifinal de Hurlingham, entre La Natividad La Dolfina y Ellerstina Indios Chapaleufú, me trajo flashes. Me hizo acordar a mis inicios por lo que le pasó a Lorenzo Chavanne, que reemplazó a Antonio Heguy: es lo mismo que me sucedió cuando entré en Mar del Plata en el Abierto de Los Indios y Tortugas por Julian Hipwood, que llegaba de Estados Unidos. Él jugaba Hurlingham y Palermo. Me tocó jugar de 1. En ese momento no tenía un puesto en especial, con mis 5 goles de handicap. Ya estaba jugando en Brasil como profesional con Alcides Diniz. Y le ganamos, en Palermo, al Coronel Suárez completo. Era como La Natividad La Dolfina hoy. O más. Era el seleccionado para ir a jugar la Copa de las Américas. Ese partido, en la cancha 2 de Palermo, se lo ganamos 13 a 8. Imaginate si el otro día Ellerstina Chapaleufú le hubiera ganado 13 a 8 a los Castagnola y los Cambiaso… Fue un batacazo lo nuestro. Y fue lo mejor que me quedó del polo junto con haber ganado los seis Palermo con La Espadaña. Un lindísimo comienzo.
Después el equipo fue ganando: Tortugas, Hurlingham. Y siempre nos faltó ese poquito en Palermo, donde había que derrotar a Coronel Suárez y Santa Ana. Suárez era un equipo muy organizado. Ganó casi todos los duelos salvo uno. A nosotros se nos escapaba Palermo. Y entonces tuvimos que decidir, apostar a un cambio.
-Claro: el 83. Ustedes, con Gonzalo, tienen un gran año con La Toca. Junto a Carlos Gracida y Diniz. Terminaron invictos en Palermo y quedaron afuera de la final por diferencia de gol.
-Sí, gran año ese 83. Yo trabajaba con Diniz. Mi temporada afuera de la Argentina era en Brasil jugando para Alcides. Termina ese Abierto, estuvimos muy cerca de jugar la final con Los Indios, pero pasó Suárez II por goal average y después fue campeón con los Araya. Había que decidir. Porque si queríamos ganar, teníamos que ser cuatro profesionales. Alcides era muy bueno como aficionado, pero como profesional, limitado. Si Diniz hubiera tenido la actitud que tienen hoy los grandes patrones del polo creo que hubiéramos seguido jugando con él y probablemente podíamos haber ganado si salía a comprar los mejores caballos como hizo Kerry Packer en su momento.
El primer La Espadaña, en 1984, con Trotz, Gonzalo y Alfonso Pieres y el Negro Zavaleta
-Y nació La Espadaña. ¿Pensaron que iba a resultar tan exitoso ese equipo?
-Nos teníamos fe. Pensá que yo había jugado mucho tiempo de 1, que no era mi mejor puesto; Gonzalo de 2, que tampoco era su lugar. Los invitamos a Juan Martín Zavaleta y a Ernesto Trotz, subcampeones con Los Indios. Le dije que me gustaba Zavaleta, que me iba a entender muy bien con él, y nos encantaba Trotz. “Con las condiciones que tiene de 3, como back pasando al ataque va a ser crack”, pensamos. Y no le erramos.
-¿Cuando entró Carlos Gracida, en el 85, se formó la versión más poderosa de La Espadaña?
-No sé, ¿eh? Nosotros con Juan Martín Zavaleta teníamos un equipazo, era igual de bueno que con Gracida. La mala suerte fue que Juan Martín se pegó ese golpe, y después, todo lo que vino, a nivel juego y organizativo, no estaba a full y es cuando entra Carlos. Pero el funcionamiento del equipo con Juan Martín era automático, era buenísimo.
La Espadaña, con Trotz y los Pieres y el mexicano Carlos Gracida: ganaron Palermo en 1987, 88, 89 y 90 – Créditos: @Archivo
-Contame qué similitudes o diferencias había con Gracida.
-A mí, en lo personal, me cambió cuando entró Carlitos. Con Zavaleta era simplísimo cómo funcionaba. Era un tipo rápido para llegar a la bocha y siempre sabía dónde estaban los compañeros y qué podía hacer. Hacía funcionar al equipo desde que agarraba la pelota. Yo pasaba de atrás con mucha más visión. Cuando entró Gracida… se iba con la bocha. Tenía mucha habilidad con el caballo, con la pelota. Yo quedaba más en desuso, digamos. Carlos no armaba tanto el juego desde la posición de 1 como lo armaba Zavaleta. Es imposible imaginarlo, porque con Gracida ganamos cuatro veces Palermo, pero los resultados con un Zavaleta en buenas condiciones creo que hubieran sido muy parecidos.
-Los ochenta fueron famosos por los duelos con Chapa l. ¿Cómo eran?
-Muy buenos y hasta te diría divertidos. Eran con más roce, con más fricción, los que teníamos con Chapa II, pero igual eran partidos divertidos. Tres días antes ya te ibas imaginando chukker por chukker, jugada por jugada, caballo por caballo. Era un lindo momento. Y partidos buenísimos con Chapa I. Eran mucho más dinámicos y divertidos que los de hoy. A pesar de que éramos menos habilidosos con la bocha y había mucho menos caballos, los partidos en sí eran más divertidos que los de hoy.
La final de Palermo 1984, frente a Indios Chapaleufú, enfrentando a Gonzalo Heguy. Fue el primer título del Abierto para Alfonso y La Espadaña
-Sí, esos partidos eran muy abiertos, ida y vuelta.
-Era otro dinamismo. Hubo un montón de cosas que fueron cambiando, y siguen cambiando, que no hacen más que deteriorar el espectáculo. ¡Lo que tardan los partidos! La cantidad de foules que se cobran… La dinámica de los partidos cambió para atrás.
-Tenías un mano a mano especial con otro batallador: Gonzalo Heguy.
-Sí, lindas batallas. Una lástima que no fueron más partidos. Era tan conocido nuestro modelo de juego como el de ellos. Estudiaba hasta qué caballo tenía que jugar cuando él salía con la Billonaria. Tenías todo en la cabeza durante las prácticas, los días previos. Y la noche anterior ni te cuento. Te la pasabas jugando el partido anticipado: cómo hago para atajarlo cuando salga la Billonaria, cómo hago para doblar antes que él cuando pegue el backhander.
-Justo cuando en Chapaleufú terminan de juntarse a los cuatro hermanos, La Espadaña termina su ciclo. ¿Te hubiera gustado jugar más partidos de esos?
-Sí, definitivamente. Y creo que estábamos en condiciones de jugar cinco años más, dividiendo los títulos, ¿no? No digo que les hubiéramos ganado cinco años más. Ya era para cualquiera. Dos o tres veces más podríamos haberles ganado. Iba a seguir siendo muy parejo. Hay varias finales por un gol. Y la primera que perdemos, en el 86, cuando ellos juegan con Alex Garrahan, creo que era el único año que no podíamos perder, que no debíamos perder, porque el equipo de ellos era nuevito y fue más sorpresa que otra cosa.
Un clásico de los ochenta: jugar previamente la final de Palermo en LA NACION. Aquí, en 1986, Alex Garrahan, Ernesto Trotz, Horacito Heguy y Alfonso Pieres. La ganó Chapaleufú
-Sorpresa y Marsellesa…
-Sorpresa y Marsellesa, exacto. Pero la jugada de la Marsellesa llega a ser definitoria por una cuestión, para mí, anímica que es muy difícil de resolver para cualquier equipo cuando estás ganando fácil. En el cuarto chukker nos ponemos nueve a cuatro arriba y siendo el equipo campeón. Estoy seguro de que nos confiamos. Ellos se transformaron en un equipazo y no los pudimos agarrar. Nos metieron como seis goles seguidos y quedamos abajo… De locos.
-Hablame de tu hermano Gonzalo. Qué te provocaba jugar con él, cómo era, cómo te sentías, cómo combinaban.
-Fue automático. Eso pasa muchísimo. Yo no sé cuál es la explicación técnica, pero hoy lo ves entre los dos Castagnola, lo hacían los dos Heguy de Suárez, los dos Harriott. Lo están haciendo los dos Panelo, que los ves cuando entran a la cancha juntos y tienen un entendimiento diferente que los dos jugadores que se juntan para jugar. No creo que haya mucha explicación. Es sintonía, pero no es ni sintonía hablada ni nada. Es él va a hacer esto y yo hago lo otro, yo ahora tengo que hacer esta jugada y le va a quedar a él. Y Gonzalo seguramente hacía lo mismo. Yo creo que no tiene mucha explicación. Es una sintonía natural y es muy difícil que se dé con dos jugadores que se juntan nomás. En equipo sí se da, pero dos jugadores que hagan así, una ruta perfecta todo el tiempo, que no son hermanos, no es tan común.
Gonzalo Pieres y Horacito Heguy, dos símbolos del clásico La Espadaña vs. Indios Chapaleufú
-¿Lo mejor de Gonzalo Pieres?
-La improvisación y anticipación. Improvisaba muy bien, se montaba muy bien y tenía jugadas que hacían mucha diferencia. Sobre todo en esa época en la que todos esos equipos clásicos esperaban un backhander y se encontraban con un tipo que cambiaba la línea y quedaban varios jugadores a contramano. Y obviamente eso nosotros lo podíamos anticipar. Entonces, ahí era una ventaja grande que sacábamos.
Después de La Espadaña, Alfonso Pieres y Trotz jugaron con Pepe y el Ruso Heguy, de Chapa II, por La Martina. «El que tenía chispazos con los Heguy era mi hermano Gonzalo, no yo», dijo Alfonso
-Cuando se separan, a finales del 90, después de un paso fugaz por Centauros, vos terminás jugando dos años con el Ruso y con Pepe Heguy, más Trotz. Justo con dos de Chapa II, equipo con el que más chispazos había dentro de la cancha.
-Los chispazos de Chapa II eran mucho más de Gonzalo que conmigo. Yo también me peleaba, pero nunca me salía del juego. Hablaba, reclamaba, como ellos me reclamaban a mi, pero no me metía en lo personal. Los chispazos con ellos y con Chapa I eran por las jugadas dentro de la cancha. Gonzalo al chispazo lo llevaba un poquito más allá.
-Era más calentón.
-No, era más frío dentro de la cancha y por eso siempre parecía que el caliente de los Pieres era yo. Pero no me salía de la jugada, como nunca me salí de la jugada con los referís tampoco. Era discutir acaloradamente de la jugada, si era foul o no. ¿Me entendés? Con Horacito Heguy una vez me di un golpe fuerte por la caída…
-Cuando estando abajo del caballo lo encaraste a los gritos y todos pensamos que le ibas a pegar un fustazo…
-Esa vez. Lo corrí sí, pero no pasó de ahí. Fue decirle “Vos me cagás, me hiciste foul, te cruzaste”. Con los jueces lo mismo. Cobraban, no cobraban. Pero no me salía de la jugada. Gonzalo, y vos te acordás bien porque incluso tuviste tu problema con él, se salía del tema juego.
Alfonso Pieres en los palenques de Palermo, en tiempos de La Espadaña
-Y después él termina el ciclo de La Espadaña, de seis títulos en Palermo, ante semejante oferta del magnate australiano para formar Ellerstina.
-A La Espadaña la rompe Kerry Packer. Cuando empieza Ellerstina, él pone condiciones de patrón y el objetivo era lo que hicieron. Un equipo en el que “vamos a agarrar al mejor jugador que haga falta”. Eso no lo podía hacer con La Espadaña. Él podía haber sido y tuvo la opción de ser el sponsor de La Espadaña, pero no era lo que le pasaba por la cabeza. Ni cerca. Él quería su equipo, manejar los hilos, quién jugaba, quién no jugaba, qué se compraba y qué no.
“Con Gonzalo, durante bastante tiempo nos distanciamos. Cuando ya tenés que tener cuidado en lo que decís por si el otro se ofende o se enoja. Y del otro lado pasa lo mismo… Entonces hubo un tiempo de no estar en la mejor sintonía. Hoy jugamos juntos o en contra tres veces por semana al golf, tenemos reuniones familiares sin ningún tipo de problema».
-¿Vos estuviste al margen de todo lo que fue el origen de Ellerstina y seguiste al margen o estabas metido en la cocina?
-No, yo estuve siempre al margen. Desde que se deshizo La Espadaña. Yo tenía un contrato con Ellerston, que era el equipo de Inglaterra antes de que se formara Ellerstina. Jugué dos años. Uno con Gonzalo Tanoira y ganamos la Copa de la Reina. Y al año siguiente (1991), con mi hermano, ganamos también la Queen’s Cup. Y después, Cambiaso y Carlos Gracida nos ganan la Copa de Oro. Ese fue mi último año con Ellerston. Y ahí ya estaba Packer formando el equipo para Argentina. Obviamente el primer jugador elegido era Cambiaso, y también Gracida, y salíamos Trotz y yo. La base eran Cambiaso, Gracida y Gonzalo.
Finales de los ochenta: Alfonso y Gonzalo Pieres en la cancha 1 de Palermo, lugar donde se entendían a la perfección y ganaron seis títulos juntos
-¿Eso modificó en algo tu relación con Gonzalo o no?
-Un poco sí, porque la relación ahí era muy polo, polo, polo, pasión, todo, y bueno, al deshacerse eso, yo, por distintas cosas, me había quedado sin lugar en la organización. Y un defecto que he tenido siempre es que no soy alcahuete. Dije chau y a otra cosa. No le voy a estar chupando las medias a nadie para estar en una organización. Esa fue mi actitud, prefería ser independiente a tener que estar alcahueteando.
-¿Y hoy cómo están con Gonzalo? Han pasado más de 30 años.
-No, estoy perfecto. Durante bastante tiempo te diría que sí, nos distanciamos, porque es difícil enfriar una relación así y no mantener ningún tipo de rispidez. Cuando ya tenés que tener cuidado en lo que decís por si el otro se ofende o se enoja. Y del otro lado pasa lo mismo… Yo no podía decirle a Gonzalo lo que estaba viendo y él tampoco a mi, entonces hubo un tiempo de no estar en la mejor sintonía. Hoy jugamos juntos o en contra tres veces por semana al golf, tenemos reuniones familiares sin ningún tipo de problema.
Alfonso Pieres con la camiseta del clásico rival: fue en 1997
-¿Cómo fue que terminaste jugando para Chapaleufú? Tengo una foto tuya con la camiseta del clásico rival
-Ja. Jugué una vez de suplente de Bautista Heguy, creo que en Tortugas 97. Debe ser de ahí. No sé si fue el mismo año que les hice de coach. Fue un partido. Me acuerdo de jugar de 1 y Alejandro Agote jugando de back. Y nos la pasamos hablando mientras los demás jugaban al polo…
-¿La clonación favoreció el polo o no?
-Sí. Favorece, hay unas genéticas recuperables que van a seguir sumando a que los caballos sigan mejorando. Hoy mismo tenés naciendo hermanas de la Cuartetera, que no podías tener porque la Lambada (NdR: madre) ya se había muerto, y ahora los clones de la Lambada te van a dar propias hermanas de la Cuartetera. Eso no se podía hacer. Podías tener un hijo de la Cuartetera con cualquiera, que estaba buenísimo, pero no hermanas. Ahora tenés hermanas. Y caballos que fueron cracks pero estaban castrados, hoy tenés la posibilidad de tenerlos de padrillos de vuelta. Lamentablemente no hubo clones de la Marsellesa, que como madre no funcionó bien.
Alfonso Pieres cree que el polo ha empeorado y que la solución sería «volver al reglamento original» – Créditos: @Rodrigo Nespolo
-¿Y no trae riesgos todo esto, que se descontrole?
-Yo no veo mucho riesgo. Es una evolución como fue la de los embriones, el trasplante. La de los embriones hizo que la Polo Argentino sea una raza, si no, no hubiese sido una raza, porque tenías muy pocos hijos de las yeguas buenas. No, yo no le veo mucho inconveniente. ¿Sabés por qué? Porque el clon, para competir, no creo que sea mejor que el embrión. Porque dejás de lado la combinación y la combinación muchas veces es lo que te saca el caballo diferente. Y no creo que se dé el caso de que haya un equipo que tenga todos clones de una misma yegua y que todos sean buenos. No va a pasar. Los clones genéticamente te mantienen la expectativa de seguir criando con las hermanas de la Cuartetera, por ejemplo, pero no creo que si vos hacés 25 hermanas de la Cuartetera vayas a tener 25 cracks. De ninguna manera.
-¿Los caballos buenos de tu época seguirían siendo cracks hoy?
-Sí. Lo que pasa es que había muy poquitos. Eso también cambió muchísimo. Luna, Marsellesa, Billonaria, Silbido, Purita… Todos esos caballos que eran cracks en ese momento, seguirían siendo cracks ahora. Hoy cada jugador sigue teniendo los que son más cracks que el resto, pero ese resto es buenísimo. Nosotros pasábamos del crack a otro nivel. La Maruja que tenía yo, o la Trampa, la Patada. ¡Pero teníamos dos cada uno! Hoy cada uno tiene seis de esos que se destacan sobre el resto. Es abismal la diferencia de caballada. Y de los equipos de abajo, recién ahora se está emparejando el tema de caballos. Te pueden aparecer un equipo como La Ensenada, bien montado como para bancársela en la parte de caballos. No te digo emparejarse con los dos o tres equipos de punta, pero sí están más parejos que antes.
Seis jugadores involucrados en la misma acción: la semifinal de Hurlingham de La Natividad La Dolfina y Ellerstina Chapaleufú le dejó muchas lecturas a Alfonso Pieres – Créditos: @Santiago Filipuzzi
-¿Y los caballos de ahora podrían jugar el chukker entero o no? ¿O habría que cambiar el juego?
-Sí, pueden jugar. El tema del chukker entero o no entero pasa por cosas que no tienen que ver con la genética de caballos. Tiene que ver todo con los cambios que se hicieron en cómo se lleva un partido. En la época nuestra, si un jugador se bajaba en la cancha y decía “tengo un caballo manco”, le cobraban foul por bajarse sin autorización del referí. Y el referí no daba autorización a nadie para parar el juego si no fuera por caballo quebrado. El jugador tenía que prepararse para jugar siete minutos sin cambiar, o cambiando, como hacían Carlos y Memo Gracida, que fueron los primeros que empezaron a jugar los Abiertos cambiando de caballo. Pero lo hacían a riesgo propio. Salían en una jugada que la bocha se iba afuera o era gol. Se iban a cambiar y volvían para el throw-in. Pero el referí ya estaba esperando en la mitad de la cancha, tiraba la bocha y seguía el partido. Y si el tipo llegaba tarde, jugaban 4 contra 3.
-Hoy es todo distinto.
-Claro. Los jugadores siempre hacen lo que conviene. Cuando les permitieron bajarse del caballo en la mitad de la cancha porque el animal estaba cansado, dijeron “Si este se baja, yo también”. Se hizo un círculo vicioso. Y hoy bajan todos, preparan los caballos sabiendo que se puede parar. Todo eso fue una de las primeras cosas que hizo perder la dinámica del juego.
Alfonso cree que la clonación es positiva y no advierte riesgos de que se caiga en un descontrol – Créditos: @Rodrigo Nespolo
-¿El reglamento cómo lo ves?
-Lo están complicando más todavía. Ahora empezaron con que, si vos estás tirando al arco y le pegás a un caballo, puede ser foul tuyo. Es una cosa absurda, que atrasa de vuelta el partido. Nunca van a poder hacer justicia, saber si yo puse el caballo para que me peguen o si ya estaba ahí y el que tiró al arco me pegó. De cualquier forma, con lo rústico que parecía el juego nuestro con las otras reglas, si vos estabas cerca del arco cuando iban a tirar Alfredo Harriott o Frankie Dorignac y te iban a sacar la cabeza de un bochazo, vos te corrías. No querías que te pegaran. Hoy se ponen, se quedan parados adentro del arco. Es ridículo. Es otro punto en contra del juego, no tengo dudas.
-Afirmás, entonces, que en general los cambios reglamentarios son parte del problema de por qué los partidos son peores.
-Sí, ninguna duda. A los jugadores les cobrás tres veces seguidas un foul a favor cuando está tocando la bocha, y viene uno, se pechan y le saca la bocha, olvidate. Ese tipo y todos los que están mirando saben que “la próxima me quedo jugando con la bocha porque si me la sacan, si en la acción termina habiendo contacto entre los caballos, me van a cobrar foul”. Y bueno, entonces juegan con la bocha. Ahora, si vos, cuando le sacás la bocha, no le cobrás foul a favor, los compañeros se encargan de que la próxima no la pierda al pedo. Entonces, te genera todo un método de juego distinto.
-La regla de la bocha que sale por arriba de la tabla y se reanuda con un penal en vez de throw-in fue bien recibida. La percepción general de la gente es que agilizó el juego.
-Opino lo contrario. Pensemos… Cuando un tipo está cerca de la tabla en defensa, pega backhander cola buscando un compañero. Es la jugada cantada y por el nuevo reglamento pasó a ser una jugada de mierda. Si se va afuera es un córner en contra. Entonces, ¿qué pasó? A partir de esa regla, todas las jugadas que están en defensa, adentro de las 60 yardas, casi como que tienen prohibido el backhander fuerte en defensa para ver si la levanta un compañero. ¿Qué se hace? Ese tipo no pega backhander, llega, se para con la bocha y empieza a jugar. Y viene otro a ayudarlo para que no la pierda adentro de las 60 yardas, ¿no? En vez de ir al pase, viene otro a ayudarlo. Bueno, ya con eso nomás cambiaste una parte esencial del juego.
La Espadaña antes de una final de Palermo: pura concentración de Trotz, Alfonso Pieres y Carlos Gracida
-Anulaste un golpe defensivo clásico ante el temor de tirarla afuera y otorgar al rival ese “córner”.
-Correcto. Mirá, ni Coronel Suárez-Santa Ana, ni La Espadaña-Chapaleufú ni La Aguada-Chapaleufú te permitían como equipo, a nadie, jugarte la bocha delante de tu arco. Era la peor jugada que se te podía ocurrir. ¡Te sacaban del equipo si lo hacías dos veces seguidas! Mirá si perdías la bocha por jugarla delante de tu arco en vez de pegar backhander…
Te digo más. Me llamaba la atención, cuando se promocionaba el caso de la bocha afuera, que usaban el ejemplo de La Aguada. Criticaban el juego en defensa de La Aguada. El juego de La Aguada hoy, comparado con el de cualquiera de estos equipos de la temporada, era un lujo. Era una coordinación… Conocían perfectamente su fortaleza, que era la defensa. Eran cuatro tipos que sabían asegurar la defensa y que la jugada de ataque tenía que ser muy clara. Era un polo mucho mejor que este. Lamentablemente, para mí, se sigue en una dirección equivocada. ¿Cómo podés llegar a definir una final con lo del caballo que está en el camino al arco? Es un disparate.
“Tiene que venir un consejo directivo que diga ‘vamos a volver todo al reglamento original’. Porque llegan a la Asociación a ver quién tiene las ideas más geniales para mejorar el polo y lo único que hicieron fue empeorarlo. La dinámica se ha perdido completamente. Salvo semifinales y final del Abierto de Palermo, donde por ahí se termina jugando a otra cosa”
-¿Y cómo se sale de todo este espiral de problemas reglamentarios?
-Y. lamentablemente no creo que sea solucionable. Yo sé cómo se sale, pero es una teoría que no va a volver a tener votación democrática a favor. No sé por qué, pero no va a pasar.
Alfonso en acción en los noventa: «A los caballos les sacaba lo mejor. Y no tengo duda de que los cracks aquellos podrían jugar hoy»
-¿Tendrías que anular esa regla directamente?
-¡Todas! Tiene que venir un consejo directivo que diga “vamos a volver todo al reglamento original”. Algo que no es tan difícil, pero es dificilísimo que haya una mayoría que lo acepte. Porque llegan a la Asociación a ver quién tiene las ideas más geniales para mejorar el polo y lo único que hicieron fue empeorarlo. A mí, entender. Y creo que al entender de la mayoría. Porque los jugadores son muy hábiles y es muy vistoso verlos. Al Jeta Castagnola, a Facu Pieres, a Polito Pieres, todos jugando con la bocha. “¡Qué habilidad, le pegan 25 veces en el aire”! Sí, todo muy lindo. Una jugada. Pero el partido, la dinámica, yo creo que se perdió casi para siempre. Salvo semifinales y final del Abierto de Palermo, donde por ahí se termina jugando a otra cosa. Cuando las papas queman, terminan jugando mejor. Pero todo el polo, contando el polo mediano, el polo bajo, el metro alto, la Cámara, ha perdido la dinámica completamente.
¿Sabés con estos caballos y con este taqueo los partidos se podrían dar? Como ha habido finales de Ellerstina y La Dolfina que fueron partidazos, pero estás hablando de las finales. Se juega un polo distinto contra los equipos a los que le van a ganar igual. Y cuando llegan los mano a mano, vemos los partidos que antes veíamos entre todos los equipos. Antes, todos los partidos tenían una buena dinámica. Lo que pasó con La Natividad La Dolfina en la semifinal de Hurlingham ante Ellerstina Indios Chapaleufú fue sorpresivo para mí. Jugó a otra cosa respecto del debut. Hacer siempre la jugada individual no me parece la forma.
-¿Y cómo eras con los caballos?
-Una virtud que tenía era que le sacaba un muy buen rendimiento al caballo durante los siete minutos aunque no se pudiera cambiar. Elegía bien las jugadas como para no cansarlo antes de tiempo. Y en el mano a mano con el que me tocaba siempre me tuve mucha fe en ganar más jugadas de las que perdía.
-¿Cuál es el personaje que más admirás en la historia del polo y por qué?
-No soy de admirar mucho ni cholulo, voy más a los números, los récords, y son indiscutiblemente Juancarlitos Harriott y Adolfito Cambiaso. Con una distancia considerable sobre el resto. Son Federer y Nadal. Son las dos figuras indiscutibles del polo.
Poroto Cambiaso contra Polito Pieres, en la reciente final de Hurlingham. Para Alfonso Pieres, La Natividad La Dolfina es el candidato para ganar Palermo – Créditos: @Christian Grosso
-¿Cómo estás viendo la temporada? ¿Quiénes son las amenazas para los Cambiaso y los Castagnola?
-Hay cuatro equipos fuertes: La Natividad La Dolfina, UAE Polo, La Irenita La Hache y Ellerstina Chapaleufú. Sigo pensando que La Natividad La Dolfina va a ser el mejor equipo. Creo que es el que va a ganar. Pero con el modelo de juego abierto, el del debut. Con el modelo individual, es más difícil.
-¿Quién gana el Abierto de Palermo?
-La Natividad La Dolfina, supongo. Lo único que marco es que no le conviene la dinámica de equipo de esa semifinal. Yo no jugaría así. Pero tampoco podría tener varios minutos la bocha como la tiene Jeta Castagnola entre tres, cuatro jugadores, y seguir teniéndola.
Pieres destaca la vigencia de Adolfito Cambiaso a los 50 y afirma: «Porque a los 40 era intratable, mucho mejor que el resto»
-¿Cambiaso a los 50 te llama la atención o no?
-¡Nooooo!. En realidad, Cambiaso siempre me llamó la atención. Desde el día que nos ganó la Copa de Oro en Inglaterra, siempre tuve la misma idea: es un jugador diferente al que yo entiendo que no se le podía jugar el mano a mano. Y con eso hizo toda la carrera que hizo. Un tipo que apareció con una equitación y una habilidad que hasta ese momento no se conocían. Nosotros habíamos jugado contra los Heguy, los Harriott, y el mano a mano seguía siendo el mano a mano. Ganabas el 40% de las jugadas contra Juancarlitos, contra Alberto, contra Horacio. Pero ganabas el 60% o al revés. Contra Cambiaso perdías el 95% de los mano a mano. Otra cosa. Creo que eso lo hace competitivo y posibilita que esté jugando a los 50 años y seguir siendo a veces el mejor jugador de todos. A los 50. Porque a los 40 era intratable. Era mucho mejor que el resto.
-¿Qué hubiera sido del polo y de las generaciones futuras si no hubiese existido el Gordo Moore?
-Antes del Gordo Moore fue Luis Garrahan, el padre de Luisito Garrahan y hermano de Tommy Garrahan. Jugaba en Inglaterra, Perú, Colombia. Él ya hacía un negocio de caballos parecido al de Moore. Había otra trascendencia periodística. Con su simpatía, sí, llevó el negocio de los caballos a otro nivel. Fue el primero que lo llevó a un nivel más social, pero ya existía. Él fue un tipo especial por carisma, por empatía. Su trascendencia fue más por su personalidad que porque hubiera descubierto algo.