Hay ciclistas tocados por una varita y que parecen tener todas las llaves para abrirse la gloria. En cambio, hay otros a los, por mucho que llaman a la puerta, les cuesta la vida que les dejen entrar. Algunos corredores nacen con aura de ganadores y otros no pueden sacarse la etiqueta de segundo pese a ir sobrados de clase. A João Almeida, uno de los más regulares del pelotón, que fue capaz de quedar cuarto en el último Tour pese a trabajar y ser uno de los hombres de confianza de Tadej Pogacar, le costaba rematar su trabajo. En la Itzulia se quitó por fin ese sambenito. Esta vez no falló. El portugués se llevó la última etapa (ya había ganado la cuarta) y se impuso en la Vuelta al País Vasco.
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