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sábado, abril 19, 2025

América Latina, ¡agúzate!

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Tres frases resonaron con aspereza en la sede del Banco Central de Honduras, en la capital centroamericana de Tegucigalpa, en los días en que se desarrolló la IX Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC. “El mundo se reorganiza sin nosotros”, sostuvo en el que fuera su último discurso como presidenta pro-témpore del organismo la anfitriona Xiomara Castro. “Hemos perdido posibilidades en el mundo por estar matándonos entre nosotros”, agregó Gustavo Petro, el presidente colombiano que estará al frente del organismo en el bienio 2025-2026. “Si seguimos separados [América Latina y el Caribe] corre el riesgo de volver a ser una zona de influencia en una nueva división del mundo entre superpotencias”, remató el mandatario brasileño Luiz Inácio Lula Da Silva.

La razón asiste a estos tres mandatarios en un balance que podrá sonar lapidario, pero que resulta incontrovertible. En efecto, mientras la transición hegemónica acelera su marcha –con reacomodos geopolíticos notables, aranceles cruzados y guerras proxy estallando por doquier–, América Latina y el Caribe se asoma a esta coyuntura mucho más desintegrada y desunida en la práctica que hace 10, 15 o 20 años. Aún no sabemos si la transición hegemónica se resolverá de forma consensual (por ejemplo con el “G3” entre China, Rusia y Estados Unidos que auguran numerosos analistas, sobre todo desde el hiperquinético retorno de Donald Trump a la Casa Blanca), o si el mundo se acerca de manera irreversible a una resolución catastrófica, de la que una guerra comercial generalizada no sería más que la punta del iceberg, y que podría llegar a la confrontación militar directa de los candidatos a hegemón.

el capitalismo es un “orden integral” de posiciones limitadas, una suerte de lotería que reparte apenas algunos billetes ganadores entre todos los jugadores expectantes

Lo que sí queda claro es que la transición hegemónica es un tren que pasa cada varios siglos y que no esperará a los rezagados; basta ver al respecto las investigaciones pioneras de Oliver Cox, aquel caribeño que desde mediados del siglo XX estudió por vez primera vez los recambios de “potencias rectoras”; empezando por la Liga Hanséatica, pasando por las ciudades-Estado italianas, Holanda y Gran Bretaña, hasta llegar al dominio –durante algunas décadas unilateral– de los Estados Unidos. Además, como también advertía el afro-trinitense, el capitalismo es un “orden integral” de posiciones limitadas, una suerte de lotería que reparte apenas algunos billetes ganadores entre todos los jugadores expectantes.

Esto, a cuenta de que todavía hay quién cree que en el nuevo orden mundial que está emergiendo, incluso si se tratase efectivamente de uno de características multipolares, todos podremos ser como China o como el selecto puñado de potencias intermedias. Quien así razone se ilusiona como Cándido, aquel célebre personaje de Voltaire, sin saber que en buena medida fue América Latina el continente que refutó el optimismo ciego y perezoso que Cándido había aprendido de su maestro el filósofo Pangloss (quien, recordemos como advertencia, pagó el precio de su candor y terminó sus días como esclavo, remando en una galera). Como sea, los estadistas e intelectuales latinoamericanos y caribeños harían bien en orientarse más por la Ley de Murphy que por la ley de Pangloss. La transición hegemónica da oportunidades, asegura turbulencias y exige iniciativas.

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Si como sagazmente afirmó Xiomara Castro “el mundo se reorganiza”, al otro lado del espejo América Latina y el Caribe se periferizan, generando brechas tales a lo interno de lo que supimos conocer como el Sur Global que es legítimo que nos preguntemos si se trata de una categoría política todavía operativa, o si se trata de un concepto ya meramente historiográfico, más útil para auscultar el pasado que para comprender el presente y anticipar el futuro. Esta asimetría es visible, en primer lugar, en lo que concierne a la incidencia política y diplomática de la región en los grandes asuntos del planeta, más que discreta pese al valiente clamor de varios gobiernos contra el genocidio israelí en Palestina (asunto cuya llamativa ausencia, entre otras, generó como respuesta la negativa de Managua a firmar la declaratoria final de la cumbre). Es desde esta relativa intrascendencia que se comprende la sugerencia oficial de la CELAC, muy atendible, de que un nativo de la región pueda presidir las Naciones Unidas, cosa que sucedió sólo una vez, con el peruano Javier Pérez de Cuéllar, a fines del siglo pasado.

Desde aquí es necesario polemizar con quiénes creen que industrializar América Latina implica dedicarse a eslabones productivos

Pero el rezago también es evidente al analizar, con los datos de la CEPAL en la mano, la evolución fluctuante de los términos de intercambio de la región en lo que va del siglo, fuertemente dependientes de todo tipo de shocks externos, como la caída de la demanda china, la Guerra de Ucrania y ahora también, eventualmente, de la blitzkrieg arancelaria de Trump. O podemos constatarlo al ver el envejecimiento de las infraestructuras regionales, la casi total dependencia de la inversión extra-regional, o el retraso tecnológico en los rubros de mayor impacto presente y futuro, como la Inteligencia Artificial Generativa, los semi-conductores, la computación cuántica, la big-data, la robótica, el blockchain, el Internet de las Cosas, la producción de vehículos eléctricos o la manufactura de drones.

Desde aquí es necesario polemizar con quiénes creen que industrializar América Latina implica dedicarse a eslabones productivos que si bien fueron de avanzada en el siglo pasado, hoy representan industrias atrasadas, de bajo valor agregado, alto impacto ecosistémico y ningún tipo de ganancia geoestratégica; de hecho no son pocas las potencias que han tercerizado y deslocalizado eslabones menores de cadenas de valor que controlan de punta a punta, sobre todo a partir de la inversión, la investigación y la innovación productiva.

Es como si un país emergente quisiera industrializarse en el siglo XX replicando la arcaica industria textil de Manchester o la metalúrgica de Birmingham propias de la Revolución Industrial británica. De hecho, si algo enseña China al mundo es que uno no debe recorrer necesariamente el paciente y sufrido camino de la hormiga: que en el Juego de la Oca global por supuesto que vale saltar casilleros e imitar a los adversarios (¡no su pasado, sino su presente!) con el objetivo de adelantar posiciones. Así, si uno quisiera dominar como lo hace China con la empresa BYD la manufactura mundial de vehículos eléctricos, no tendría por qué empezar extrayendo minerales críticos para elaborar sus baterías. De hecho el gigante asiático tiene apenas el 6 por ciento de las reservas mundiales de litio, el 1 por ciento del cobalto, y cantidades marginales de níquel y platino.

nuestra región está más cerca de ser parte del menú que de ser un comensal sentado a la mesa de los grandes jugadores globales

Considerando estas asimetrías, ya no sólo respecto del Norte Global, sino también en relación a la cúspide de un Sur Global cada vez más diferenciado y segmentado (más allá de que compartamos una historia, nada intrascendente, de vejámenes a cuenta de las mismas potencias imperiales occidentales), vale la pena recordar la sugestiva metáfora neodarwinista del ex Secretario de Estado Antony Blinken: nuestra región está más cerca de ser parte del menú que de ser un comensal sentado a la mesa de los grandes jugadores globales. Es una verdad espinosa, pero lo mismo hay que digerirla.

En el nuevo mundo multipolar, ¿será América Latina y el Caribe un polo autónomo, soberano, descolonizado y anti-imperial, o será la periferia en “disponibilidad” de uno o varios hegemones? Por lo menos en lo que a Trump concierne (y sigue siendo el jefe político del Estado más poderoso del planeta), la respuesta es más que obvia, y de hecho es la única que puede explicar su aparente repliegue estratégico en el hemisferio y la reafirmación a boca de jarro de la no tan vetusta doctrina Monroe-Adams.

Ante el escenario de una posible o eventual “tripolaridad”, sería ingenuo pensar que superpotencias como China y Rusia intercederán por nuestros intereses, sin reconocer, al menos de manera tácita, que la región es el área de influencia “natural” de los Estados Unidos incluso desde antes de la formulación de la tristemente célebre doctrina (que, como se suele olvidar, no sólo tenía en mente el dominio de los territorios “al sur del Río Bravo”, sino un espacio hoy cada vez más geoestratégico como lo es Alaska –en ese entonces disputada con Rusia–, en plena Ruta del Ártico).

como señalaron la mayoría de los y las mandatarias de la CELAC, cultivar un integracionismo menos ideológico, historicista y retórico, y más activo, diligente y práctico

Debemos contemplar, siquiera como la más pesimista de todas las hipótesis concebibles (de nuevo, mejor Murphy que Pangloss), que en el caso de que se diese una concertación de intereses inter-hegemónicos, otras potencias podrían llegar a reconocer tácitamente a los Estados Unidos su dominio sobre América Latina (y en particular sobre la cuenca del Gran Caribe), a cambio de un reconocimiento recíproco que honre por ejemplo las “líneas rojas” de Rusia en el Mar Negro, el Báltico o el Asia Central: o en el caso del gigante asiático, a Taiwán, el Mar de la China Meridional, además de su consolidado ascendiente sobre África y los puntos claves del trazado global de la Iniciativa de la Franja y de la Ruta.

“Agúzate, que te están velando”, cantaba el conocido dúo puertorriqueño de salsa conformado por Richie Ray y Bobby Cruz. Es hora de que América Latina “se agúze” también. Y de que empiece a cultivar el escepticismo práctico de Cándido, aquel que le costó tantas penurias aprender, y que decida, como él, “cultivar su jardín”. Esto quiere decir atender nuestros propios intereses, encontrar los mínimos comunes denominadores y no esperar la demorada carroza de los salvadores externos. En definitiva, como señalaron la mayoría de los y las mandatarias de la CELAC, cultivar un integracionismo menos ideológico, historicista y retórico, y más activo, diligente y práctico.

En el próximo artículo abordaremos en qué podría consistir dicho integracionismo, atendiendo a una pregunta que de tan obvia casi ni se formula: ¿qué puede hacer la integración latinoamericana y caribeña por los latinoamericanos y caribeños?

Redacción

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