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sábado, septiembre 13, 2025

América Latina en disputa: entre la ofensiva de Donald Trump y el multilateralismo de Xi Jinping | Choques por Brasil, Venezuela y la llegada de inversiones chinas

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Desde Beijing,

El 2009 fue un año bisagra en América Latina. Mientras Wall Street sufría los temblores de la crisis de Lehman Brothers, China pisaba fuerte en la región y desplazaba por primera vez a Estados Unidos como principal socio comercial de Brasil. Un año después haría lo mismo en Chile y al siguiente en Perú. Transcurrida una década y media, y con el regreso de Donald Trump a la Casa Rosada, Washington intenta ahora recuperar la hegemonía perdida. A contramano del desinterés manifestado por el republicano, su administración apuesta a la beligerancia en suelo latinoamericano: envía al jefe del Comando Sur, Alvin Holsey, a realizar lobby contra las inversiones chinas, se enfrenta con el brasileño Lula da Silva por la condena a prisión de su antecesor, Jair Bolsonaro, y arma un ampuloso despliegue militar en la costa de Venezuela para amenazar al régimen de Nicolás Maduro. Desde Beijing, en cambio, avanzan en sentido contrario: rechazan la injerencia extranjera en asuntos internos, prometen inyectar fondos multimillonarios en el mediano plazo, trabajan en exenciones de visados y acusan a Washington de tener una mentalidad de “Guerra Fría”. En este esquema de dos polos, la batalla por el liderazgo global también se libra en América Latina.

La gira que realizó en agosto el almirante Holsey por la región no pasó desapercibida en Zhongnanhai. El funcionario norteamericano recorrió miles de kilómetros –visitó Argentina, Chile, Paraguay, República Dominicana y Panamá– para hablar sobre la “amenaza china”. Bajo ese concepto, planteó que el Partido Comunista busca “exportar un modelo autoritario, extraer recursos valiosos y establecer infraestructura de posible uso dual, desde puertos hasta el espacio”. Desde el gobierno de Xi Jinping remarcaron que Estados Unidos “siempre interviene» en los intercambios de China con los gobiernos latinoamericanos y que esa actitud está relacionada a “su ideología radical y pensamiento de Guerra Fría”. “Esperamos que reconozca la historia de amistad que existe entre ambas regiones y que no intervenga ni busque imponer una hegemonía”, expresó a Página/12 el embajador chino para Asuntos Latinoamericanos, Qiu Xiaoqi, durante una conferencia en Beijing.

La incomodidad de Estados Unidos recae en que el vínculo entre China y América Latina se profundizó exponencialmente en las últimas décadas. Pasó de ser una llana relación diplomática a convertirse en un socio clave, no solo en lo comercial –con un intercambio récord de 500 mil millones de dólares en 2024– sino también desde lo financiero y con inversiones estratégicas en infraestructura y energía como los proyectos de Power China en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y México, entre otros. Mientras que en el 2000 el flujo de inversión directa que llegaba desde el gigante asiático era de 10 mil millones de dólares en todo el continente, el año pasado ascendió a 14.710 millones y Xi Jinping prometió en la cumbre de la Celac que aumentarán en el corto plazo. De ahí que el diplomático estadounidense Peter Lamelas, aspirante a embajador en la Argentina, haya vinculado a las inversiones chinas con la corrupción y prometido recorrer el país para bloquearlas.

El mismo argumento utilizó el Departamento de Estado a principio de mes para restringir las visas a ciudadanos centroamericanos que tengan algún tipo de vínculo con China. A través de un comunicado, el gobierno de Trump justificó la medida planteando que pretende “contrarrestar la influencia corrupta de China en Centroamérica”. “Las acusaciones incendiarias contra los intercambios y la cooperación de los países centroamericanos con China carecen totalmente de fundamento y demuestran la total falta de respeto de Estados Unidos hacia los países centroamericanos”, respondió la semana pasada Lin Jian, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino. Además, advirtió que usa las visas como “armas” y que está acostumbrado a “intimidar a ‘países pequeños’”.

Buques norteamericanos y paraguas chinos

“Creo que llegó la hora de la guerra revolucionaria contra un enemigo poderoso”, lanzó el jueves Maduro ante la amenaza de invasión de Trump. La costa de Venezuela es el punto de disputa regional más caliente en este momento. Mientras los buques estadounidenses se instalan en el Caribe, bajo el supuesto de operar contra el narcotráfico internacional, el gobierno de Xi Jinping condena la ofensiva y defiende el principio de no intervención en asuntos interiores. “China se opone siempre a las fuerzas externas para intervenir en los asuntos internos. Algunos países utilizan armas y su fuerza militar para amenazar a otros países”, explicó Qiu Xiaoqi. Se trata de un mensaje de respaldo que le da cierto oxígeno al venezolano en un clima de máxima tensión.

Maduro sabe que el rechazo de China a la estrategia de Washington funciona –parcialmente– como un paraguas protector. El mes pasado se mostró con el embajador chino Lan Hu e incluso presumió de su vínculo con Xi Jinping, al exhibir orgulloso un teléfono Huawei que le habría regalado su par asiático para que mantengan contacto permanente. “Este no te lo pueden intervenir los gringos”, se ufanó. Ambos mandatarios se vieron cara a cara en septiembre de 2023 en Beijing y en mayo pasado se encontraron en Rusia.

La pulseada con Lula

En la extensa lista de focos de conflicto regional también aparece Brasil. «Estados Unidos necesita saber que no está tratando con una republiqueta bananera», lanzó Lula furioso. Fue en respuesta a las presiones de Trump por la condena a 27 años de prisión para su aliado Jair Bolsonaro y la amenaza de estar dispuestos a “usar medios militares” para “proteger la libertad de expresión en el mundo”. La ofensiva norteamericana recibió el repudio de China. «Nos oponemos al unilateralismo y a la injerencia en los asuntos internos de cualquier otro país», insistió el embajador Qiu Xiaoqi. Para que no queden dudas, remarcó que China y Brasil no solo son importantes socios comerciales, sino que “firmes partidarios y amigos del multilateralismo”.

La disputa geopolítica está abierta y no esquiva a América Latina. «No los necesitamos. Ellos nos necesitan a nosotros», se jactó Trump sobre la región a comienzo de año. Fue una declaración de principios sobre su agresiva política exterior, que tiene como ejes centrales la guerra arancelaria y la lucha contra el globalismo. Desde el otro lado del Pacífico, China aprovecha la beligerancia republicana y avanza sobre puentes dinamitados para construir un nuevo multilateralismo. Así, la advertencia de Xi Jinping en la Celac continúa vigente: «La intimidación y la coerción solo conducen al aislamiento”. Evidentemente, el mensaje no interpeló a la Casa Blanca.

Redacción

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