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jueves, septiembre 25, 2025

América Latina en la ONU: fragmentación, tensiones y oportunidades perdidas

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La Asamblea General de la ONU de este año tuvo un escenario internacional particularmente convulso: las guerras en Ucrania y Gaza, los roces entre Estados Unidos y Venezuela, y una crisis diplomática abierta entre Washington y Brasil. A ese panorama se sumó la ausencia del presidente de Ecuador, Daniel Noboa, retenido en su país por las protestas contra la eliminación del subsidio al diésel.

En este contexto, la región volvió a exhibir su debilidad estructural. “América Latina se muestra como ha estado en la última década: fragmentada, sin articulación política y, por lo tanto, debilitada en los foros internacionales”, señaló a DW Elayne Whyte, exviceministra de Exteriores de Costa Rica y académica en la Universidad Johns Hopkins.

Lula, Petro y Boric: voces críticas a Trump

El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva centró su discurso en la defensa del multilateralismo y en la urgencia de enfrentar el cambio climático. Sin mencionar directamente a Donald Trump, criticó duramente la política exterior estadounidense y cuestionó el uso de la fuerza fuera de conflictos armados, en referencia a ataques en el Caribe.

El colombiano Gustavo Petro, con un tono más confrontativo, denunció la política antidrogas de Estados Unidos y llamó a conformar un “ejército de la salvación mundial” para liberar Palestina. La propuesta fue calificada por analistas como populista y poco viable. Por su parte, el chileno Gabriel Boric adoptó un estilo más conciliador: rechazó la negación del cambio climático expresada por Trump y defendió un compromiso sin matices con la democracia, incluyendo críticas tanto a autoritarismos de derecha como de izquierda.

Milei y Bukele: el alineamiento sin fisuras

En contraste, el presidente argentino Javier Milei y su par salvadoreño Nayib Bukele se ubicaron entre los aliados más cercanos de Trump en la región. Milei arremetió contra la propia ONU, a la que calificó como un “gobierno de burócratas”, y reforzó su alineamiento con Israel. En paralelo, el Tesoro de Estados Unidos anunció una línea de financiamiento temporal con el Banco Central argentino por US$ 20.000 millones, gesto interpretado como parte de la cercanía bilateral.

Venezuela como eje divisorio

El tema venezolano volvió a marcar divisiones. Lula defendió la integridad territorial del país y criticó las operaciones estadounidenses en el Caribe, aunque sin condenar el cuestionado proceso electoral de 2024. Para Whyte, Brasil perdió allí la posibilidad de jugar un papel protagónico en favor de una salida democrática, otorgando tiempo al régimen para consolidarse.

La disputa por la Secretaría General

Entre las escasas iniciativas comunes, los cancilleres de la Celac apoyaron que el próximo secretario general de la ONU provenga de América Latina. El nombre de Michelle Bachelet fue formalmente presentado por Chile, en competencia con Rebeca Grynspan, de Costa Rica, y Mia Mottley, de Barbados. La elección abriría un hito: la ONU nunca ha tenido una mujer al frente y solo un latinoamericano ocupó el cargo, el peruano Javier Pérez de Cuéllar (1982-1991).

Costos económicos de la fragmentación

La falta de coordinación no es solo política: impacta en la economía. En un contexto donde la geopolítica define inversiones estratégicas —en energía, infraestructura, litio, transición verde y tecnologías digitales— la región aparece como un mosaico desarticulado. Mientras Brasil se ofrece como interlocutor frente a China y Europa, Argentina se alinea con Washington e Israel, y México se concentra en su vínculo con Norteamérica. La consecuencia es la pérdida de peso negociador en bloques como el G20 o la OMC, donde América Latina podría actuar como mercado unificado de más de 600 millones de personas.

La ausencia de posiciones comunes reduce la capacidad de acceder a financiamiento en condiciones favorables, negociar regulaciones para industrias emergentes como la inteligencia artificial o la bioeconomía, e incluso defender intereses compartidos en comercio agrícola y seguridad energética. Según estimaciones de la Cepal, una estrategia de integración en torno a la transición energética y la economía digital podría sumar hasta 1,5 puntos porcentuales adicionales al crecimiento anual de la región en la próxima década. Sin coordinación política, ese potencial permanece latente.

Un reflejo de la propia debilidad regional

Más allá de candidaturas y declaraciones, la región volvió a exhibir su mayor debilidad: la falta de articulación. “Naciones Unidas no es un ente independiente, sino el reflejo de lo que los Estados acuerden”, recordó Whyte. En esa lógica, la dispersión latinoamericana no solo limita su peso en los foros multilaterales, sino también su capacidad de aprovechar un escenario internacional donde la disputa entre potencias redefine alianzas y abre espacios para quienes logren actuar de manera coordinada.

Redacción

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