Por Miguel Croceri (*)
En aquella parte de la ciudadanía opositora al gobierno de Javier Milei, y por lo tanto en las dirigencias y militancias que representan a esos sectores, existe un ánimo optimista luego de la derrota del oficialismo nacional en las elecciones legislativas de la provincia de Buenos Aires el 7 de este mes.
Simultáneamente, el conjunto de América Latina está amenazado por la agresión militar -potencial o real- de Estados Unidos, como nunca antes desde el fin de la era de las dictaduras militares pro-estadounidenses que dominaron a la región hasta la década de los años ‘80 del siglo pasado.
(Argentina se liberó del yugo dictatorial a fines de 1983, Uruguay en 1985 pero de forma condicionada bajo la extorsión de las fuerzas armadas golpistas y criminales, y también en 1985 Brasil inició una larga y engorrosa transición entre el régimen de facto y un gobierno surgido del voto ciudadano. Chile recién tuvo elecciones en 1990 pero con militares genocidas y cómplices civiles en altísimos cargos bélicos, parlamentarios y judiciales, al punto de que el dictador Augusto Pinochet siguió siendo jefe del Ejército hasta 1998, y aún después ocupó un cargo de senador vitalicio; renunció recién en 2002, a los 86 años de edad, cuando consiguió que la Corte Suprema fraguara un “sobreseimiento” en favor suyo por la condición de “demente incurable” para afrontar las investigaciones por delitos cometidos durante su gobierno. Crónica de Página 12, nota del 05/07/2002).
La actual administración norteamericana de Donald Trump lleva a cabo una estrategia de acoso militar contra Venezuela en particular, y por lo tanto contra la paz de toda América Latina. Pero además, los intereses de Estados Unidos en la región están representados por fuerzas políticas y líderes de derecha y/o ultraderecha, que no ascienden al poder a través de dictaduras -como en el siglo pasado- sino mediante procesos electorales.
En los próximos meses del año en curso y posteriormente a lo largo de 2026, tendrán lugar -si no existieran hechos que alteren los plazos legalmente establecidos en cada caso- elecciones presidenciales y también legislativas en distintos países, entre ellos Bolivia, Chile, Perú, Colombia y Brasil.
Al cabo de tales votaciones, y asimismo de los comicios parlamentarios argentinos del 26 de octubre venidero, quedará configurado el mapa político-institucional del sur del continente en la mitad de la tercera década del siglo.
La derecha en Bolivia, y en Chile las incógnitas
El 19 de octubre, una semana antes de los comicios legislativos que en nuestro país marcarán el futuro del mileísmo, deberá realizarse la segunda vuelta presidencial en Bolivia. El Estado Plurinacional fundado hace 20 años con el liderazgo de Evo Morales está atravesando una etapa de implosión y auto-destrucción probablemente sin antecedentes históricos en nuestra región, al menos cercanos en el tiempo.
El derrumbe, bajo la presidencia del actual mandatario Luis Arce, de la prosperidad conseguida por las mayorías sociales durante los gobiernos de Evo a partir de marzo de 2006 -una revolución democrática, popular, indigenista y nacionalista que sus impulsores denominaron “Proceso de Cambio”-, en simultáneo con divisiones feroces y violentas entre los sectores encabezados por Morales y Arce respectivamente, condujeron a la catástrofe electoral de distintos candidatos que representaban a todo ese espacio socio-político en la primera ronda electoral del pasado 17 de agosto.
Así fue que los dos candidatos que pasaron a la ronda siguiente para definir quién será el próximo presidente, son representantes de distintas variantes de la derecha subordinada a Estados Unidos y a las clases dominantes bolivianas: por un lado Rodrigo Paz Pereira (cuya identidad jurídica lleva el nombre del viejo “Partido Demócrata Cristiano” pero se trata de un agrupamiento ocasional generado recientemente para la actual coyuntura electoral), y por otro Jorge “Tuto” Quiroga (que lleva en su boleta electoral el nombre de Libertad y Democracia, “Libre”). Ambos competirán en el balotaje dentro de cuatro semanas. (Tema reseñado en un informe del portal de Telesur, nota del 28/08/25).
Otra instancia de votación presidencial determinante para la política latinoamericana se realizará el 16 de noviembre en Chile. Pero la Constitución del país exige que para definir el resultado en esa ocasión, cualquier postulante debe superar el 50 % de los votos. Esa posibilidad está descartada por todas las previsiones razonables, y por lo tanto las dos candidaturas más votadas competirán en la segunda vuelta prevista para el 14 de diciembre.
Por primera vez en cinco décadas y media -desde el triunfo en 1970 del líder de izquierda Salvador Allende, quien proponía la “vía chilena al socialismo” y en 1973 fue derrocado por las fuerzas armadas genocidas y murió mientras resistía el bombardeo aéreo militar sobre la casa de gobierno llamada “palacio La Moneda”-, una dirigente proveniente de la izquierda suma chances de lograr un alto porcentaje de votos pero a la vez tendría condiciones muy difíciles para ganar el balotaje: se trata de Jeannette Jara, integrante del Partido Comunista y quien fuera ministra de Trabajo del actual mandatario Gabriel Boric.
Varias incógnitas atraviesan las perspectivas de la disputa. Hasta el momento los estudios pre-electorales indican que la representante del progresismo -en ese país, centroizquierda e izquierda- tendría que enfrentar en segunda vuelta a un/una candidato/ta de la derecha y la ultraderecha, que en Chile siempre han unido sus votos para la instancia definitoria.
Los probables adversarios de Jara en un balotaje podrían ser la ex legisladora y ex ministra Evelyn Matthei -experimentada dirigente de 71 años e hija de Fernando Matthei, uno de los jefes de la dictadura (1973/1990) que junto con Pinochet y otros dos jerarcas genocidas formaron lo que se llamaba “junta militar de gobierno”-, o en su lugar el ultraderechista José Antonio Kast -quien ganó en la primera ronda de la elección de 2022 pero después fue derrotado por Boric en el balotaje-.
Además, entre un total de ocho candidatos/as se postula asimismo Johannes Kaiser, un extremista de derecha violento, impune y reivindicador de la dictadura, con un perfil similar al de Milei. (En un artículo de la cadena informativa pública francesa “France-24” puede verse un panorama general del proceso electoral en Chile. Nota del 25/08/25).
Colombia y Perú en la primera parte del ‘26
Dentro del primer semestre de 2026 está prevista la realización de comicios presidenciales en Colombia y Perú, mientras que en la segunda mitad del año se votará por el futuro mandatario de Brasil.
En el caso colombiano el proceso comenzará el 8 de marzo con la renovación del Congreso. Luego, el 31 de mayo tendrá lugar la elección del presidente de la República. Y si ningún candidato/ta superara esa vez el 50 % de los votos, se disputará una segunda vuelta el 21 de junio. Hasta ahora los pronósticos son completamente inciertos.
La única certeza por el momento es que Gustavo Petro, actual jefe del Estado y el primero con trayectoria política de izquierda que alcanzó ese lugar en dos siglos de vida independiente del país, no podrá presentarse a la reelección por impedimento constitucional.
La coalición que Petro lideró para ganar en 2022, llamada “Pacto Histórico”, elegirá candidato/ta en una consulta abierta -sin obligación legal de realizarla o participar- prevista para el 26 de octubre venidero (misma fecha de la votación parlamentaria en Argentina). (Ver información y análisis del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica, “Celag-Data”. Reporte del 29/08/25).
En cuanto al proceso en Perú, la primera instancia de votación presidencial fue convocada para el 12 de abril del año próximo. En el paía latinoamericano de mayor fragmentación en su organización político-partidaria e institucional, y de máxima dispersión de las ofertas electorales, se da por seguro que habrá una segunda vuelta, la cual está fechada el 12 de abril. Las candidaturas deberán formalizarse el 14 de marzo. Varios aspirantes están proscriptos y existen todo tipo de adulteraciones a la limpieza del comicio. (Tema desarrollado en otro informe de “Celag-Data”. Reporte del 26/04/25).
Hasta el momento las funciones presidenciales están al mando de Dina Boluarte, quien ocupó el cargo tras el derrocamiento -dispuesto por vía parlamentaria y forzado por presiones militares y judiciales- del presidente Pedro Castillo. Fue uno de los pocos mandatarios peruanos de la última década surgido del voto popular, pero solo pudo ejercer la presidencia durante un año y medio, antes de ser destituido por el Congreso, dominado por la derecha y la ultraderecha.
Perú sigue sometido al capitalismo salvaje extremo -generalmente llamado “neoliberal”- iniciado hace 35 años por Alberto Fujimori (fallecido en 2024). Este dirigente primero ganó la elección de 1990, y un año y medio después instauró una dictadura cívico-militar. En un contexto de terror político y persecución a opositores, ganó sucesivas reelecciones fraudulentas y gobernó hasta el año 2000, cuando huyó a Japón (país de sus ancestros). Muchos años después fue extraditado, sometido a procesos penales y condenado.
Desde aquella época el país sufre desigualidades sociales cada vez más desesperantes, violencia criminal especialmente en Lima y otros centros urbanos, continua inestabilidad política, y una corrupción generalizada en los gobiernos, el parlamento y el poder judicial.
Brasil: un año, una eternidad
Dentro de casi exactamente un año, si no ocurrieran sucesos impredecibles, la opinión pública continental y mundial estarán pendientes de la elección presidencial en Brasil. Pero dada la magnitud de la disputa de intereses contenida en ese país -derivada, a su vez, de la magnitud de su importancia económica, poblacional y geopolitica-, falta una eternidad hasta llegar a la fecha prevista.
El calendario de los plazos institucionales define que los comicios deben realizarse el 4 de octubre de 2026, y en caso de que ningún candidato lograra el 50 % de los sufragios, los dos más votados pasarán al segundo turno de votación cuatro semanas más tarde, el 26 del mismo mes.
Sin embargo (y como se mencionó al principio de este artículo), desde la época de los regímenes dictatoriales no existía una amenaza tan alevosa de Estados Unidos contra la paz en el sur continental.
La condena a prisión, el 11 de este mes, contra el ex presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, potenciaron las decisiones violentas de Donald Trump contra la soberanía y la convivencia pacífica en Brasil y el resto de la región.
Semanas antes, el gobierno imperial trumpista había desplegado agresiones armadas y propaganda de guerra contra Venezuela.
En estos momentos dramáticos de la historia, los gobiernos y dirigencias políticas de derecha y ultraderecha en América Latina no están sostenidos unicamente por las oligarquías de cada país y los poderes extranjeros, todo lo cual genera condiciones para que puedan ganar elecciones y así dejar de lado la implantación de las clásicas dictaduras.
Ahora, además, el poderío militar más gigantesco de toda la historia de la humanidad avanza contra los pueblos, los territorios y los recursos de la región, siempre con el objetivo de redoblar la supremacía de las clases dominantes locales, del capitalismo saqueador trasnacional y de la dominación geopolítica estadounidense.
(*) Publicado en www.vaconfirma.com.ar