Por Arantza Llaguno
Activista de Amnistía Internacional México
Años atrás la violencia digital no existía, corrijo, no se nombraba. Ante los ojos de la sociedad y las instituciones, cuando alguien difundía contenido sexual de otra persona sin su consentimiento en el mundo digital, era “porno venganza”, una práctica que ejercían jóvenes (generalmente hombres) en contra de sus ex parejas sexuales y/o sentimentales ( jóvenes mujeres).
La tecnología forma parte de nuestra vida diaria, nos facilita múltiples tareas, sin embargo, también se ha utilizado para violentar a las mujeres. Es el medio de una violencia que no tenía nombre.
¿Las más vulnerables? Jóvenes y niñas, así como activistas y aquellas involucradas en la política (ONU Mujeres,2025).
La violencia digital se nombró desde el Sur
Al día de hoy, así como podemos leer y escuchar cotidianamente el término de “empoderamiento de la mujer” es gracias a activistas del sur (León, 2001). También, el nombre de “violencia digital” surgió de la experiencia de miles de niñas y jóvenes de América Latina.
Olimpia Coral Melo representa la historia de muchas de ellas. Cuando era aún menor de edad, su nombre quedó ligado a un vídeo sexual difundido por su ex pareja. En segundos, el vídeo se viralizó sin su consentimiento. En su comunidad se le señaló y en internet recibía constantes amenazas e insultos (ciberacoso).
No había nada que la protegiera, ninguna ley. En esta historia, su agresor no era cuestionado porque no era visto como agresor. Se sintió sola y con miedo, intentó incluso renunciar a vivir.
Pero “el miedo cambió de bando” cuando inició un movimiento de defensoras digitales desde la colectividad para prevenir, reconocer y sancionar este tipo de violencia en México.
Su incidencia y activismo colectivo logró reformar la legislación de su estado, y no pararon de luchar hasta que la Ley Olimpia se hizo realidad en todo el país.
La resistencia desde el sur continua…
El movimiento de defensoras digitales sobrepasó las fronteras mexicanas. La Organización de las Naciones Unidas empezó a poner sobre la mesa que “lo virtual es real”. Los congresos de Estados Unidos y otros países de América Latina también iniciaron la discusión de la violencia digital y algunos aprobaron la Ley Olimpia. Este movimiento no va a parar hasta que América Latina y el mundo reconozcan los derechos digitales.
Este febrero, se llevó a cabo la Primera Cumbre Latinoamericana de Defensoras Digitales. ¿El objetivo? Promover la Ley Olimpia y otras normas comunitarias en el espacio digital. Desde la unión y la esperanza de una lucha compartida, lanzaron un llamado a gobiernos y plataformas digitales para garantizar una vida libre de violencia digital.
A pesar de los intentos para silenciarlas mediante ataques cibernéticos durante la cumbre, le hablaron a la región y al mundo. Explicaron que se han posicionado desde el territorio ya que los saberes de Europa y las grandes cumbres internacionales no fueron capaces de abordar la violencia digital.
La resistencia al “algoritmo patriarcal” se sigue construyendo a partir de la sororidad y la crítica decolonial. Nos enseñan y defienden continuamente que el conocimiento también surge de la experiencia y práctica colectiva, “desde abajo”. Mientras tanto, se apropian del espacio público digital para ser cada día más fuertes.
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