«Estoy pensando que tal vez seré candidata a secretaria general”, dijo Michelle Bachelet durante la charla «Beijing+30: Abordando los desafíos del siglo XXI para la igualdad de género», realizada en marzo en New York. A su izquierda, se encontraba sentada la ex primera dama estadounidense y ex secretaria de Estado Hillary Clinton, quien aplaudió enfáticamente el anuncio, tal como hizo la excanciller argentina Susana Malcorra, quien fuera candidata en 2016.
El anuncio de Bachelet se dio luego de desistir a concurrir a unas enmarañadas elecciones presidenciales venideras en Chile. “Ahora deben ser otros los que asuman el desafío presidencial. La buena política exige renovación. En nuestro sector hay personas muy valiosas y capacitadas que sabrán defender las demandas que el pueblo chileno anhela y merece”, manifestó la exjefa de Estado mediante un video en el que criticó la polarización y el autoritarismo que “amenaza a la democracia”.
La alusión corresponde a un contexto global: el crecimiento de la extrema derecha, que tiene su correlato chileno con las candidaturas de José Antonio Kast, quien perdiera el ballotage contra Gabriel Boric, y Johannes Kaiser, exponente del Partido Nacional Libertario y hermano de Axel Kaiser, a quien Javier Milei elogió públicamente. Más allá de las consideraciones en torno al trasvasamiento generacional, siempre necesario, en su desistencia esquiva una posibilidad concreta en la vorágine electoral latinoamericana: una hipotética derrota deshonrosa, visto y considerando el alto porcentaje de voto opositor a la actual administración de La Moneda.
Bachelet tiene un historial propio con la Organización de Naciones Unidas. Fue la primera directora de ONU Mujeres, justo en el intermedio entre sus dos presidencias, cuando su país era gobernado por Sebastián Piñera. Luego, en el segundo mandato del ya fallecido expresidente, Bachelet fue Alta Comisionada de los DD.HH. de la ONU. La actual embajadora de Chile ante Naciones Unidas, Paula Narváez, miembro del Partido Socialista de Chile como Bachelet, destacó que el nombre de la expresidenta “surge espontáneamente” en conversaciones informales sobre el futuro de la organización. Pero también abrió un paraguas en el mismo video: los cinco miembros del Consejo de Seguridad tienen poder de veto. Es decir que China, Estados Unidos, Francia, Rusia y el Reino Unido son capaces de barajar y dar de nuevo en caso de querer obstaculizar alguna candidatura.
Las otras precandidatas latinoamericanas
Rebeca Grynspan fue vicepresidenta de Costa Rica entre 1994 y 1998 y hoy es responsable de la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de Naciones Unidas. “Este es un momento para América Latina y el Caribe, le toca. Y creo que tiene muchos candidatos con las condiciones necesarias para ocupar ese puesto de manera excelente, y por lo tanto debe haber competencia”, le confesó Grynspan en febrero pasado a El País. Conoce el paño: fue secretaria general adjunta de la ONU durante el período de Ban Ki Moon al frente del organismo.
Trata de presentar un perfil ideológico más lavado y difuso que el de Bachelet, posiblemente para evitar vetos. “No creo en las etiquetas. Todo lo que teníamos claro cuando yo estaba en la Universidad ahora está muy mezclado. Por lo tanto, me definiría menos cajoneramente que en el pasado. Me parece que lo que me define es buscar eso, creer que se puede efectivamente mejorar la vida de las personas”, dijo en la entrevista que citamos en el diario español, donde también descartó volver a la política doméstica de su país. “Grynspan está haciendo buenos contactos con todos los países y tiene buena relación con Estados Unidos”, le resume a Cenital en off una fuente al tanto de las negociaciones, que la menciona como posible second best de muchos gobiernos frente a un hipotético veto a Bachelet.
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Alicia Barcena aparece como la carta del México de Claudia Sheinbaum. La cercanía de su país con EE.UU. funciona como una amenaza, a pesar de que el propio Trump fuera elogioso con la presidenta mexicana: “Una mujer fantástica y muy buena”, llegó a decir en el ida y vuelta arancelario. Barcena es la actual secretaria de Medio Ambiente de su país y tiene importantes antecedentes en la ONU: de 1998 al 2000 fue coordinadora del Programa para el Medio Ambiente y a partir de 2006 fue jefa de gabinete del entonces secretario general, el ghanés Kofi Annan. También tuvo un recordado paso por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que condujo entre 2008 y 2022, para luego ser ministra de Relaciones Exteriores del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
“Las Naciones Unidas requieren una cirugía mayor, y una de mis propuestas sería eliminar el veto del Consejo de Seguridad, con cinco miembros permanentes que votan uno contra los otros. El Consejo de Seguridad tiene atribuciones para generar paz o guerra, y el veto es lo que impide avanzar en ese sentido”, declaró Barcena, con bastante audacia, a Wired. “Es tiempo de mujeres y las Naciones Unidas deben ser encabezadas por alguien de América Latina. Por eso, yo apoyaré a cualquier mujer que se presente en esta región”, sintetizó su posición, mostrando interés en querer ser, pero en simultáneo con predisposición para ceder si su país así lo requiere en detrimento de otra candidatura.
El futuro de la ONU
“Pese a su gris desempeño, fue reelecto. Hoy sabemos que no será recordado por su aporte a la paz y la seguridad internacionales”, escribió Juan Gabriel Tokatlian en octubre, en referencia a Antonio Guterres y su magro accionar en torno a Gaza y Ucrania. También allí destacaba una encuesta del sitio PassBlue con doce precandidatas latinoamericanas para el próximo período al frente de la ONU. La encabezaba la propia Bachelet, seguida por Mia Mottley, primera ministra de Barbados, y María Fernanda Espinosa Garcés, expresidenta de la Asamblea General de la ONU y excanciller ecuatoriana. “Me siento muy honrada por el apoyo recibido y creo que es fundamental que las mujeres estén presentes en todos los espacios de toma de decisiones”, expresó en ese momento Bachelet, en un correo electrónico enviado a PassBlue. Completaban la nómina Bárcena y Grynspan, a quienes ya hicimos referencia, y hasta aparecía la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, hoy a cargo del Banco de Desarrollo de los BRICS.
El único latinoamericano que lideró la Secretaría General fue el peruano Javier Pérez de Cuellar, entre 1982 y 1991. Era otro mundo: dejó su asiento a la par que la Unión Soviética caía y Francis Fukuyama decretaba el “fin de la historia”. Hoy, tres décadas y media después, asistimos a otra guerra fría, de características tecnológicas y económicas, entre la potencia emergente, China, y la declinante, Estados Unidos, con un gran cuestionamiento –por acción u omisión– de los organismos multilaterales, incluso de parte de sus creadores.
Sobre este último punto es importante hacer un apartado: la vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca significó el fin de la participación de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. “Siempre he sentido que la ONU tiene un enorme potencial, pero no está cumpliendo con él en este momento. Durante mucho tiempo ha sido ineficaz. Hay grandes esperanzas en ella, pero, para ser honesto, no está bien gestionada», declaró al mismo tiempo que comenzaba la retirada del Acuerdo de París y de la Organización Mundial de la Salud, hitos de sus primeros 100 días, que también incluyeron escaramuzas (discursivas y un poco más) en torno a Groenlandia, Panamá y el Golfo de México.
La ONU necesita barajar y dar de nuevo, en un contexto global desafiante en términos económicos, políticos, ambientales y sociales. ¿Será con una mujer latinoamericana al frente?
Foto: depositphotos
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