La Patagonia ya es emblema nacional y su nombre quedó blindado frente al mundo. Bajo el liderazgo de Ana Viola y la Cámara de Bodegas Exportadoras de la Patagonia, se logró proteger un patrimonio que trasciende al vino y abarca todos los sectores productivos. Un paso histórico que refuerza la identidad del sur argentino.
La Patagonia no es solo un paisaje de montañas, vientos y horizontes infinitos: también es una marca de identidad que resume el esfuerzo de cientos de productores que hicieron de esa tierra austral un sello de calidad. En ese terreno estratégico, la figura de Ana Viola, CEO de Bodega Malma y presidenta de la Cámara de Bodegas Exportadoras de la Patagonia, se erige como referente en la defensa de un nombre que, más que una etiqueta, representa un patrimonio colectivo.
Desde San Patricio del Chañar, Neuquén, Viola lidera una bodega que logró abrir mercados internacionales con vinos de alta gama, desplegando una visión estratégica que combina innovación, hospitalidad y compromiso con la región. Malma, con sus diferentes líneas, supo posicionar etiquetas que hoy circulan en exigentes góndolas y cartas de vinos del exterior, llevando el ADN patagónico a consumidores de múltiples latitudes.
Pero más allá de los logros empresariales, la dirigente asumió un rol crucial: proteger el uso legítimo del nombre “Patagonia” en el universo vitivinícola y más allá. En los últimos meses, la Cámara alcanzó un hito histórico: la palabra Patagonia fue registrada como emblema nacional, lo que significa que en los países que reconocen la legislación argentina y un marco regulatorio internacional, ninguna empresa puede registrar esa denominación como marca comercial, en ninguna clase de productos o servicios. Aunque el impulso surgió desde el vino, la protección abarca a todos los sectores productivos.
Se trata de una conquista estratégica: blindar un patrimonio común frente a intentos de apropiación indebida y asegurar que solo los productos genuinamente originados en la Patagonia argentina puedan llevar ese nombre. Viola ha encabezado gestiones en organismos, ferias y foros, subrayando que “Patagonia” no es simplemente un recurso de marketing, sino el resultado de años de inversión, adaptación al clima extremo y consolidación de un estilo de producción único.
La tarea no es menor: en un escenario donde las marcas territoriales pueden diluirse en manos ajenas, la unidad de las bodegas patagónicas bajo la Cámara se convirtió en bandera. Gracias a este avance legal, la región cuenta hoy con una herramienta internacional de resguardo que fortalece su posicionamiento global.
En paralelo, Viola conduce una bodega que se distingue por innovación y enoturismo. Malma diversificó su propuesta con experiencias que integran hospitalidad, vino y arraigo territorial, consolidando lazos con la comunidad y proyectando un modelo de desarrollo sostenible.
Su liderazgo no pasa desapercibido: fue reconocida entre las 50 mujeres más influyentes de la industria del vino, un logro que coloca a la Patagonia en el mapa global no solo por sus vinos, sino también por la calidad humana y profesional de quienes la representan.
La historia de Ana Viola sintetiza un desafío colectivo: convertir a la Patagonia en una marca de prestigio irrenunciable. Con visión estratégica, compromiso institucional y una firme defensa del origen, su trabajo demuestra que los vinos del sur argentino no solo compiten, sino que conquistan mercados y consolidan una identidad que hoy más que nunca necesita ser resguardada.
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