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jueves, mayo 8, 2025

Andrés Neuman: «La vida de María Moliner es absolutamente fascinante»

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En una casa de la calle Don Quijote de Madrid, una mujer emprendió una tarea digna de la imaginación desatada de aquel personaje de Cervantes. Se llamaba María Moliner y tenía ya cincuenta años cuando decidió que el diccionario de la Real Academia Española necesitaba una reescritura que fuera más amena para los hablantes de la lengua. En su novela Hasta que empieza a brillar (Alfaguara) el escritor hispano-argentino Andrés Neuman traza un relato biográfico de Moliner para honrar su obra e iluminar una vida atravesada por las palabras.

El Diccionario de uso del español, publicado por primera vez en 1966, se convirtió en un material de consulta esencial para los hablantes nativos y los aprendices del idioma. “El Moliner” –como pasó a ser conocido, mimetizándose con su autora– estableció una discusión sutil con la Academia, no sólo por atreverse a introducir cambios en las definiciones, un acto de por sí rebelde, sino por la incorporación de las expresiones de la lengua hablada, acaso el gesto que lo consagró como el diccionario del pueblo.

Neuman –quien en su libro Barbarismos (2014) también jugó a desafiar las definiciones de las palabras– intuyó que las acepciones redactadas por Moliner podían leerse en clave biográfica. Moliner nació en el año 1900 y fue licenciada en Historia por la Universidad de Zaragoza, fue la primera profesora mujer en la Universidad de Murcia y se desempeñó en varias bibliotecas y archivos de España. Llegó a ser directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia.

Tuvo una destacada labor formando parte de las Misiones Pedagógicas de la Segunda República Española y como funcionaria, creando y organizando bibliotecas en todo el país. La llegada del franquismo al poder en 1939 significó un duro golpe en su vida personal y profesional y para la de su marido Fernando Ramón Ferrando.

Fue la primera mujer en ser propuesta como integrante de la Real Academia, puesto que finalmente no le fue concedido. El machismo imperante, la popularidad de Moliner y recelos profesionales son algunas de las posibles causas que se han propuesto para explicar el rechazo.

Neuman, que se encuentra en Buenos Aires para presentar el libro en la Feria del Libro el próximo 9 de mayo, conversó con Clarín.

–¿Por qué elegiste contar la vida de María Moliner?

–Estudié Filología y me apasiona la lingüística, los secretos que laten detrás de las palabras. Un día me pregunté por qué sabía tan poco sobre la autora de mi diccionario preferido. Empecé a investigar y me quedé asombrado: lejos de lo que solemos suponer, la vida de María Moliner es absolutamente fascinante, llena de peripecias y adversidades. Me pasé una década estudiando su biografía, su legado como bibliotecaria, artículos académicos, cartas, testimonios familiares, etcétera. Pero sobre todo releí su diccionario como si fuese una novela: ella lo escribió sola en su casa, durante más de quince años, hasta completar ochenta mil palabras. Sus definiciones no sólo son más claras y precisas que las académicas, sino también más sabias y generosas: es un libro que acompaña la vida. Sus ejemplos de uso son sutilmente revolucionarios, porque los inventó ella misma y están llenos de atrevimiento, espíritu crítico y conciencia histórica.

Andrés Neuman. Foto: Fernando de la Orden.
Andrés Neuman. Foto: Fernando de la Orden.

–El libro recorre distintas formas de ver la palabra y el lenguaje según distintos contextos. Entre los temas, hay uno que trabajaste anteriormente en otro de tus libros, que es el redescubrimiento del lenguaje a partir del momento en que los hijos aprenden a hablar. Por otro lado, un tema central es cómo el autoritarismo también ejerce la violencia a través de las palabras, ya sea por la deformación de las formas de nombrar las cosas o por los silencios que genera.

–Siempre me intrigó algo obvio pero misterioso: todo el mundo aprende a hablar su lengua materna, pero nadie puede recordarlo. Maternar o paternar es quizá lo más parecido a recuperar ese recuerdo. Sólo la infancia o la poesía interrogan al mundo palabra por palabra, y sólo la filosofía se pregunta qué es cada cosa. Todo eso se pone en juego en un diccionario. Moliner volcó en el suyo su experiencia como lexicógrafa y bibliotecaria, pero también como madre y abuela, porque es la obra que culmina una vida entera de sabidurías. Para hacer ese increíble trabajo, doña María tuvo que enfrentarse a tres formas de autoridad. La lingüística de la Real Academia, a la que ella le contesta, definición por definición, de manera brillante. La autoridad política de la censura franquista, frente a la cual tiene que aguzar el ingenio para ir sembrando entre líneas sus críticas y rebeldías. Y otra más transversal, que es la de género: hablamos probablemente de la lexicógrafa más influyente de todos los tiempos. Un silencio tremendo era el del exilio, concepto que apenas se definía en el diccionario académico, y que ella desarrolla con valentía. Otro asunto clave es la censura de los medios: Moliner aprovecha el verbo “bloquear” para dar dos ejemplos. Uno aparentemente inofensivo: una pelota en un deporte. Y en el otro se la juega: ¡una emisión de radio!

–La obra de Moliner y tu libro traen una discusión que sigue vigente respecto del rol de los intelectuales y los académicos con su vínculo con los sectores populares. ¿En qué sentido se diferenció el enfoque de Moliner?

–Doña María introdujo modernidades en su forma de trabajar con la lengua que hoy están en el centro de la mirada pública. Leía diarios, escuchaba la radio y tomaba notas. Iba al mercado a recolectar palabras. Atendía a la gente joven para observar cómo mutaban la oralidad y el léxico. Así introdujo por primera vez en un diccionario “bikini”, que estaba prohibido por el Régimen y ausente del diccionario oficial. ¡Y tuvo que describirlo de manera irónicamente pudorosa, para que la censura no la reprimiese! Supo ensanchar el patrimonio de la lengua y sacarla del canon más académico, visibilizando usos familiares y cotidianos. En vez de limitarse a reproducir citas célebres, inventó la mayoría de ejemplos con gran oído y elegancia. Así que su diccionario es una obra de ficción lingüística, un acto de libertad y de reapropiación del idioma por parte de cada hablante. También descentralizó el canon: fue una trabajadora nómada en su país, se pasó media vida cambiando de región y escuchando distintos acentos. No tenía afán centralista ni vocación imperial. Eso la hace mucho más legible, querida y cercana en Latinoamérica.

–Algo que también aparece muy marcadamente es el rol de la mujer en la época. ¿Era tu intención poner una mirada de género al contar esta historia?

–Más que intencionado, era sencillamente inevitable cuando se trataba de contar la vida de una mujer pionera en tantos campos, tan en la periferia del poder y acostumbrada a remar contra las adversidades. El papá la abandonó, se fugó a Buenos Aires y ella tuvo que trabajar desde niña para pagarse los estudios. Estuvo entre las primeras universitarias de España, fue la primera docente de la historia en la Universidad de Murcia y una de las grandes bibliotecarias del siglo veinte. Fundó una escuela en Valencia, un centenar y pico de bibliotecas rurales. Viajaba para cuidar personalmente cada una de ellas. Y propuso una ley para que todos los libros pudieran llegar hasta el pueblo más pequeño. Otro silencio impresionante que había en el diccionario oficial era el de los cuidados. Los ejemplos de la Real Academia no tenían sujeto, y doña María reescribe cada frase para visibilizar quién carga, hasta el día de hoy, con nuestras tareas de cuidado: las madres, las abuelas, las enfermeras… Cada frase del diccionario de Moliner es un pequeño acto de generosidad y reparación.

–¿Qué palabras destacarías del diccionario de María Moliner?

–‘Cuidar’, que doña María consideraba sinónimo de pensar, porque cuidarnos colectivamente es lo más inteligente que podemos hacer como especie. ‘Madre’, primera palabra en cualquier lengua, que para la Academia era una mera hembra paridora, y que ella dignifica con toda sensatez: “mujer que tiene o ha tenido hijos”, incluyendo así la posibilidad de la adopción y también de la pérdida, porque doña María había perdido una hija. Y ‘amor’, que en el Moliner encuentra el antídoto contra los amores tóxicos: “alegrarse con lo que es bueno para la otra persona y sufrir con lo que es malo”. Hace falta mucho amor a la lengua y a la vida para llegar a esa síntesis.

Andrés Neuman. Foto: Fernando de la Orden.Andrés Neuman. Foto: Fernando de la Orden.

Andrés Neuman básico

  • Nació en 1977 y pasó su infancia en Buenos Aires. Hijo de músicos argentinos exiliados, terminó de criarse en Granada, donde estudió Filología, trabajó como profesor universitario y vive con su familia.
  • A los veintidós años resultó finalista del Premio Herralde con su aclamada primera novela, Bariloche. Le siguieron La vida en las ventanas, Una vez Argentina, El viajero del siglo (Premio Alfaguara y Premio de la Crítica), Hablar solos, Fractura y Hasta que empieza a brillar.
  • Ha publicado libros de cuentos como Alumbramiento y Hacerse el muerto; poemarios como Mística abajo, Vivir de oído e Isla con madre; el diario de viajes por Latinoamérica Cómo viajar sin ver; el elogio de los cuerpos no canónicos Anatomía sensible; el díptico sobre su hijo que forman Umbilical y Pequeño hablante; y el diccionario satírico Barbarismos.
  • Obtuvo los premios Federico García Lorca, Antonio Carvajal e Hiperión de Poesía, el Firecracker Award for Fiction, otorgado por la comunidad de revistas, editoriales independientes y librerías de Estados Unidos, y la Mención Especial del jurado del Independent Foreign Fiction Prize.
  • Formó parte de la lista Bogotá-39 y fue seleccionado por la revista británica Granta entre los mejores narradores en lengua española de su generación. Sus libros están traducidos a veinticinco lenguas.

Andrés Neuman presentará Hasta que empieza a brillar el sábado a las 17:30 en la sala Carlos Gorostiza.

Redacción

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