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viernes, septiembre 12, 2025

Andrés Paredes en el Museo Sívori: seres míticos, cosmos y tierra colorada

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En la primera sala del Museo Sívori, donde comienza la conmovedora exhibición de Andrés Paredes que lleva por título Un puñado de tierra, el texto curatorial de Sandra Juárez pregunta: “¿Cuánta tierra cabe en un puño? ¿Cómo impregna el alma el lugar en donde nacimos?”. Apenas uno empieza a caminar entre las instalaciones, donde late la vida de los árboles y los terrores de la tierra misionera, sabe que el territorio que explora el reconocido artista es la cultura guaraní, cuya cosmovisión en la obra es un regalo deslumbrante.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

El artista, que viene de ser un éxito en arteBA de la mano de la Galería Cott, y de recoger éxitos en un recorrido federal por otras provincias, aborda en esta ocasión la figuración para crear unos seres mitológicos que son un prodigio de imaginación.

La cultura guaraní es mucho más que las raíces que quedaron allá en Apóstoles, Misiones, donde Andrés nació. Es uno de los 30 pueblos jesuíticos que la Compañía de Jesús fundó a comienzos del siglo XVII. Hablar de la forma guaraní de mirar el mundo implica cruzar un territorio sin fronteras: desde el sur de Brasil, el vecino Paraguay y el noreste de la Argentina, en las provincias de Misiones y Corrientes.

Andrés Paredes no solo trae su territorio artístico y geográfico al Museo Sívori. Abre su alma a todo aquello que lo interroga y le hace decir, ante una consulta de Clarín: “Lo natural no se comprende sin lo sobrenatural”. Y en ese surco de dos andariveles, va abriendo una forma muy propia de mirar el mundo: toma lo que quiere transformar de la cultura guaraní, de las huellas de la cultura jesuítica, de la tierra y del firmamento, cuyo mapa de estrellas trazó para reponerlo en los 20 metros de instalación color tierra, donde vuelan sus seres míticos.

Es un artista que investiga mucho, sí. Pero también imagina a partir de lo que siente e intuye. Como señala el texto de sala de Silvina Amighini, curadora del Museo, las obras de Andrés son “orgánicas, sensibles y ancestrales” y convocan otro tiempo: el de la tierra y las estrellas. Nos aproxima a esa cosmovisión guaraní que no separa lo visible de lo invisible.

Nadie mejor que Andrés Paredes para contarnos los secretos de esa tierra colorada que guarda en su puño.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

“Por primera vez aparece la figuración en mi obra. La muestra abre con «Las estrellas piensan que nosotros somos los fugaces», y está representado el cielo que en septiembre está sobre Buenos Aires. Todas las estrellas surgen de una captura que hice del cielo. Lo que estás viendo es como la primera ley del Kybalión: el cielo y la tierra, ‘como es arriba es abajo’”, nos explica al mostrarnos su primera instalación figurativa de 20 metros de tela de largo, producida con tierra y acrílico, donde destacan los pequeños seres en blanco. Comienza a expresarse su espiritualidad personal de creencias, ideas, saberes y sueños que ha plasmado en la creación de sus seres mitológicos, como el tapir alado que es la imagen de la expo.

Seres de otra cosmovisión

Las figuras hablan de lo sobrenatural. Yo trabajo con la naturaleza pero me gusta la idea de pensar en una cita a la cosmogonía guaraní. Para los guaraníes, cuando una persona muere, su alma se va a las flores y los picaflores tienen la tarea de sacar el alma de las flores y llevarla al universo. Por eso todo empieza con esa situación en que uno no sabe dónde está. Cada religión tiene una trascendencia diferente y tiene que ver con lo universal y con el tiempo. Queremos llegar a los 80 años y las estrellas viven 500 millones de años. Y nosotros creemos que ellas son las fugaces. Esta obra habla de una dimensión del tiempo inspirada en la cosmovisión guaraní”, nos cuenta Andrés con entusiasmo.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

–¿Estas obras nos hablan de la naturaleza y también de la transformación?

–Sí, mi obra se basa en la transformación. En esta pieza trabajé con barro y acrílico. Son diferentes personajes sobrenaturales que he inventado en base a algunas cuestiones de mi territorio. Por ejemplo, los guaraníes creen que la Vía Láctea es el camino del tapir; es un animal que para ellos es un dios, que todas las noches va a buscar alimento y agua, y marca el mismo camino. Las pisadas del tapir en las hojas reflejan la luz de la luna y ellos, como ven el cielo, en lugar de llamarlo Vía Láctea, lo llaman mboreví rapé, que significa “el camino del tapir”. Así surge esta figura que es un tapir con alas y que puede volar sobre esa Vía Láctea. Otros seres son, por ejemplo, un tucán que se mezcla con una yarará; una sirena guaraní mezclada con una anguila, o ese coatí alado con un unicornio, que no existe, pero es como un sabio.

–¿Cuánto tiempo te llevó la creación de esta instalación?

–Mucho tiempo, vengo trabajando en esta muestra hace como cuatro meses. Las otras esculturas de esta sala (que cuelgan como árboles color terracota hechos de diversos materiales) están rellenas con lavanda, yerba mate, y en todas hay semillas de árboles nativos, lo que significa que aquí está lo latente de la vida que está brotando. Si vos tirás esa bomba de semillas a la tierra, nace un árbol nativo de Misiones. Y las orquídeas, que me mandaron de Misiones, se van a secar pero la planta va a vivir. Y el año que viene volverá a florecer. Hay 42 orquídeas, algunas van a durar mucho tiempo y otras irán cayendo, porque es parte del paisaje de la muestra.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

–¿Qué soñabas para esta muestra cuando empezaste a prepararla?

–Quería mostrar algo que vengo trabajando hace tiempo, en una muestra que empezó en 2020 en Corrientes, y es mi tierra colorada, mi territorio, que va más allá de una región delimitada porque la tierra colorada está en Brasil, en Paraguay, y en Misiones y Corrientes en la Argentina; y es la zona de los 30 pueblos jesuíticos y de la cultura guaraní. Hablar de mi tierra colorada va más allá de mi provincia, que me ha dado mucho apoyo para esta exposición. Traer mi territorio acá es también hablar de mi marco teórico, mi tierra colorada, desde diferentes lugares, inspirado también en esta poesía de Herib Campos Cervera que habla un poco de qué se lleva uno cuando se va de su tierra. En ese puñado de tierra hay un montón. Y hay gente que no puede volver y que solo conserva esa memoria de felicidad de su lugar de origen. Yo puedo volver, pero en esa tierra colorada están los mejores años de mi vida, la felicidad de mi infancia, vivir en la naturaleza, si tuviera que clasificarlo, para mí es hablar de arte y territorio.

–¿Uno se convierte un poco en extranjero en su propio país cuando se distancia de sus raíces?

–Sí, para mí, si uno no cultivó sus raíces no hay manera de crecer. Es mente en el cielo, pies en la tierra y de esa forma regás tus raíces.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

–¿Cuáles son las preguntas que te formulás con esta muestra?

–Yo hago varias preguntas, básicamente en tres instalaciones. En esta, sobre el ciclo de la vida y el tiempo; la sala de las cuevas; y la vanitas del barroco en la tercera sala. Son diferentes preguntas, pero la belleza tiene que estar presente en todas mis obras. Desde un papel calado que tardó cuatro años en hacerse, hasta obras que hablan sobre la fugacidad de la vida, que es un tema más delicado. Estos brotes, que son raíces (en la primera sala), se tejieron uno por uno, con cestería de lianas sacadas de la selva; se cosieron todas las bolsitas, se rellenaron, se tiñeron, hay mucha laboriosidad y se armaron acá, con el predominio del color de la tierra. En estas instalaciones está la pulsión latente de germinar. Y cierro esta sala con este papel calado a mano, que estuvo en la exposición que hice en Salta. Fueron como catorce salas, una locura. Esta obra habla de los ríos de América, de nuestro propio camino, y todo lo que se va interconectando.

–Pasemos a la segunda sala y estas cuevas con sus cristales maravillosos que parecen cuarzos.

–Estos cristales los inventé yo con una solución de bórax y un choque térmico. Son cristales sintéticos, no son cuarzos originales. Esta instalación se llama Materia vibrante. Estos cristales se producen con un proceso casi alquímico. Es una transformación alquímica y, sobre todo, la pregunta que me hago en esta parte de la muestra es qué sienten las piedras como materia vibrante. Es la parte más espiritual de la exposición, para preguntarnos: ¿qué podría sentir esa piedra? Y también para que cada uno se pregunte dónde encuentra su espiritualidad. Entrás a la cueva y salís redefinido, en un lugar donde la naturaleza es toda artificial. Y también te lleva a preguntarte en qué momento empezaste a creer en algo que no creían ni tus padres y empezaste a formar tu propia espiritualidad.

–¿Encontrás respuestas en la transformación de los materiales con que trabajás?

–Creo que también esto dispara la cuestión de lo sobrenatural, lo natural y lo artificial. Y en esta parte me inspiro en una filósofa ecologista norteamericana, Jane Bennett, conocida por su trabajo sobre la materia vibrante, que sostiene que nada es inerte. Si quiero mostrar qué sienten las piedras, no puedo extraer un cuarzo de la naturaleza. Me tomé la responsabilidad de crear cada elemento para responder esta pregunta. Como artista tengo que hacerme preguntas y las respuestas las dará la gente cuando vea estas cuevas.

–¿Cómo se llama el tránsito que hay entre la vanitas del barroco que cierra la exhibición y las cuevas?

–En este espacio hay obras que hice con la mano izquierda. En España quedé maravillado con la pintura de Tàpies y sentí que había algo para investigar. Tuve un acercamiento. Y me gusta citarlo, porque yo soy muy intuitivo para trabajar. Para mí es como un informalismo misionero. Uso el cemento y el barro, pero aparecen otros elementos que son míos. Durante la pandemia quería tener una herramienta que me hiciera perder el control y eso me lo posibilitó trabajar con la mano izquierda. La manera más fácil fue hacer un gesto distinto y que saliera lo que saliera. En esta parte hay obras que hice en la residencia en Atacama, Chile; en Brasil y en Paraguay, y las últimas son de Oberá, Misiones. Fueron lugares muy distintos.

–Y el cierre de tu muestra vuelve a tu territorio.

–Sí, vuelvo a mi tierra colorada con esta vanitas del barroco (N. de la R.: el nombre procede de la expresión religiosa “vanidad de vanidades, todo es vanidad”; es un género pictórico que reflexiona sobre la fugacidad de la vida y la inutilidad de los placeres mundanos). El barroco es muy cercano para mí. Yo nací en Apóstoles, uno de los 30 pueblos jesuíticos. Me tomo la licencia de decir que el barroco me pertenece un montón. La casa de mis padres está hecha con piedras que venían de la reducción jesuítica en el siglo XVII. Acá tengo una obra que habla sobre ese sincretismo guaraní–jesuítico, inspirada en san La Muerte, muy popular en Corrientes. Y aquí vuelvo a la materia.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori. Foto: Emmanuel Fernández.

–¿En qué experiencia artística te sentís más a gusto?

–Me gusta mucho la instalación porque cuando termina la muestra, se levanta todo y queda registrado en la memoria del espectador, en una foto, pero deja de existir físicamente. Generar esta experiencia estética en la gente creo que le puede cambiar la vida, sobre todo a los niños. Se exhibe belleza, exuberancia, pero también tiene mucho de inmersivo. En esta parte de la muestra se habla de la fugacidad de la vida y de un tema delicado como la muerte, para lo que en nuestra cultura no estamos preparados. Pero aquí se habla sobre volverse uno con el Universo cuando ocurre la muerte. Aquí se cierra el ciclo que comenzó en la primera sala. Las mariposas disecadas son de un mariposario de Misiones que tiene algunas especies ya protegidas. Me las ceden, pero tengo que sacarlas de Misiones con una autorización. Y estos hormigueros de tierra colorada también son rescatados de los espacios públicos en mi pueblo. Aquí coloqué mi epitafio, de cuando gané el primer premio en la propuesta de Maurizio Cattelan sobre las tumbas durante Art Basel Cities. Mi epitafio decía: “Yo estaba aquí de paso”, que también tiene mucho sentido para el visitante que viene y lo lee. Todos estamos de paso y somos finitos.

Un puñado de tierra, de Andrés Paredes, se puede visitar en el Museo Sívori (Av. Infanta Isabel 555, Parque Tres de Febrero), lunes, miércoles, jueves y viernes de 11 a 19 y fines de semana y feriados de 11 a 20. Martes cerrado.

Redacción

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