El 20 de marzo habría cumplido 61 años, pero su vida se detuvo antes. Una tarde de julio de 2017, mientras descansaba en una playa de Saint Tropez, en Ramatuelle, donde vivía, escuchó gritos agudos de auxilio desde la costa.
Eran dos niños que no podían salir del mar, arrastrados por la corriente en un día de mar inusualmente embravecido, con bandera de prohibición de baño.
Ella, entonces de 51 años, no dudó. O quizás no midió los riesgos: se zambulló al mar para rescatarlos. Uno de los niños era hijo de unos amigos y, de alguna manera, al no estar sus padres, estaba bajo su cuidado.
Los niños fueron rescatados con dificultad por los guardavidas. Anne también, pero apenas resistió con vida cuando tocó la arena firme y salvadora de la costa.
Alcanzó a preguntar “¿los niños están bien?”, no pudo ser reanimada y murió agotada por el extremo esfuerzo y el cansancio.
Anne Dufourmantelle: la filósofa del riesgo
Si la sensación conmovedora de tragedia y admiración es ineludible, quizá lo sea aún más el hecho de que la protagonista del drama fuera una intelectual. Anne Dufourmantelle, destacada filósofa y psicóloga francesa, escribió más de veinte obras, y uno de sus ensayos más conocidos se titula Elogio del riesgo.
La pensadora francesa, que deslumbra en sus fotos por su belleza de aire melancólico pero sensual, se apartaba de cualquier arquetipo. Su formación académica, que culminó en la Sorbona de París, siempre estuvo orientada a cuestionar los límites del ser humano frente al peligro.
En 1994, obtuvo su doctorado en filosofía. Practicaba equitación, vivió parte de su vida en América Latina y hablaba varios idiomas. Según su hermana Emmanuelle, “leía en la calle, caminando, siempre con un libro en la mano”.
En sus ensayos, hay referencias al cine, a la filosofía, pero también a la literatura del siglo XX. Dufourmantelle, al combinar su rigor intelectual con periodismo, psicoanálisis o cultura, no se limitaba a la especulación abstracta, sino que buscaba confrontar los temores de la existencia.

En su obra Elogio del riesgo (2011), Dufourmantelle argumenta que la seguridad absoluta —esa ilusión tan tentadora del “riesgo cero”— no es más que una fantasía. Otras obras reconocidas suyas, también traducidas al castellano, son En caso de amor, Inteligencia del sueño y Potencia de la dulzura, entre otras.
El sacrificio de una pensadora
Para ella, el riesgo era el vehículo necesario para experimentar la vida. Superar los miedos reales y enfrentarse a lo incierto se convertían, así, en un imperativo existencial.
El peligro, en la obra de esta asombrosa pensadora —que no dudó un instante en poner el cuerpo para salvar la vida de otros—, es un elemento esencial para la supervivencia humana.
Dufourmantelle desafía el confort de la certeza. No ofrece respuestas tranquilizadoras; pero su obra invita a arriesgarse. Lo que dejó en su vida y en su pensamiento es que la única forma de encontrarse con la vida plena es aceptar lo impredecible, sin garantías, sin seguridades.
Fragmentos de Elogio del riesgo
“Arriesgar la vida” es una de las expresiones más bellas de nuestro idioma. ¿Significará necesariamente enfrentar la muerte y sobrevivir?… ¿o bien habrá, inserto en la vida misma, un dispositivo secreto, una música capaz por sí sola de desplazar la existencia hacia esa línea de batalla que llaman deseo?
Acordarse es olvidar. Estamos en una época amnésica que reverencia la memoria como jamás se había hecho antes. Digitalizada, formateada, adulada pero bajo licencia de explotación, se la quiere proteger a toda costa, construirle altares y poder usarla.
La infidelidad es una herida para cada uno de nosotros, muchas veces incurable. Infiel, ¿a quién, a qué? El término implica la existencia, en negativo, de una fidelidad originaria, una fidelidad prometida, supuesta o esperada, que bordea nuestros apegos. Y quién sabe si el ser infiel no significa el riesgo de un gran amor.
En cuanto a nuestras fidelidades, nos persiguen cual si fueran unos “tú debes” de los que ignoramos el destino pero ante los que nos doblegamos como si nuestra vida dependiera de ello. Tenemos que inventar verdaderas infidelidades, líneas de fuga abiertas, fervientes, fértiles, como las de En el camino de Kerouac, ese inmenso texto metafórico de una libertad muy distinta de la del viaje. Lo verdaderamente incurable es la fidelidad.
Al peligro hay que enfrentarlo. Es lo mínimo que podemos hacer para salvar algo de valentía. Bien podremos recuperarnos de todos los dolores, catástrofes y duelos, siempre quedará un lugar para lo malo. No seremos salvados por adelantado.