En línea con Francisco, que los promovió y les abrió las puertas del Vaticano desde el comienzo de su pontificado, el Papa León XIV reivindicó contundentemente el papel de los movimientos populares “ante una sociedad dominada por sistemas injustos”. Fue al encontrarse por primera vez con dirigentes de esas agrupaciones sociales, provenientes de una treintena de países, entre los que se contaban varios de la Argentina, en el marco de un coloquio en la Santa Sede.
Se trató del Quinto Encuentro Internacional de Movimientos Populares, ocasión en la que el pontífice ratificó que “la Iglesia apoya sus luchas justas por la tierra, el techo y el trabajo” -las famosas tres “T” que había señalado su antecesor- y les dijo que los considera “campeones de la humanidad, testigos de la justicia, poetas de la solidaridad”. La serie de encuentros se había iniciado en 2014 en el Vaticano con la presencia de Francisco.
Entre unos dos mil participantes estaban Alejandro “Peluca” Gramajo, secretario general de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), la organización que fundó Juan Grabois y desde cuyas tareas sociales se relacionó con el entonces cardenal Jorge Bergoglio; la secretaría adjunta, Norma Morales; el referente carbonero Sergio Sánchez y una representante de trabajadores textiles, Johana Duarte.
Grabois informó que no participó del encuentro por coincidir con la campaña electoral que lo tuvo como uno de los candidatos a diputados por Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires. No obstante, envió un video que se proyectó en una de las sesiones. Grabois está cumpliendo el segundo quinquenio como miembro del Dicterio (ministerio) para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede.
León XIV sostuvo que “así como la Iglesia acompañó la formación de los sindicatos en el pasado, hoy debemos acompañar a los movimientos populares” y apoyar “sus luchas justas por la tierra, el techo y el trabajo”. No obstante, dijo que “es hermoso ver” que estos grupos “están impulsados, más que por la exigencia de la justicia, por el anhelo de amor, más allá de todo individualismo y prejuicio”.
“De hecho, cuando se crean cooperativas y grupos de trabajo para alimentar a los hambrientos, dar cobijo a los sintecho, socorrer a los náufragos, cuidar a los niños, generar empleo, facilitar el acceso a la tierra y construir viviendas, debemos recordar que no estamos haciendo una ideología, sino que estamos viviendo realmente el Evangelio”, afirmó el pontífice al hablarles en el Aula Pablo VI.
Más adelante, advirtió contra “la indiferencia estructural que se está propagando y que ignora el drama de los pueblos despojados, robados, saqueados y condenados a la pobreza” y señaló que “desde el centro no hay una gran conciencia de los problemas que afectan a los excluidos”.
“Cuando se habla de ellos en los debates políticos y económicos, se tiene la impresión de que se trata de ‘una cuestión que se añade casi por obligación o de manera periférica, si es que no se los considera un mero daño colateral. De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar”, dijo y subrayó: “Por el contrario, los pobres están en el centro del Evangelio”.
En ese sentido, citando a Francisco en Evangelii Gaudium, afirmó que “mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales”.
Afirmó luego que “la creatividad con la que Dios ha dotado a los seres humanos y que ha generado grandes avances en múltiples ámbitos, aún no ha logrado abordar eficazmente los retos de la pobreza, por lo que no ha conseguido revertir la tendencia a la exclusión dramática de millones de personas que permanecen en los márgenes”.
“Hoy en día, la exclusión se ha convertido en el nuevo rostro de la injusticia social. La brecha entre una pequeña minoría, el 1 % de la población, y la gran mayoría se ha ampliado de manera dramática”. destacó.
Consideró, por otra parte, que “aunque cada vez más personas tienen acceso a Internet, las necesidades básicas siguen sin satisfacerse. Debemos asegurarnos de que, al satisfacer necesidades más sofisticadas, no descuidemos las fundamentales”.
A esto sumó “la crisis climática” que se ve “en cada fenómeno meteorológico extremo, ya sean inundaciones, sequías, tsunamis o terremotos: ¿quiénes son los que más sufren? Siempre son los más pobres”.
Mencionó, además, “las angustias y esperanzas de los más pobres frente a los modelos de vida que se promueven constantemente en la actualidad. Por ejemplo: ¿cómo puede un joven en situación de pobreza vivir con esperanza y sin ansiedad cuando las redes sociales exaltan permanentemente un consumo desenfrenado y un éxito económico completamente inalcanzable?“.
También señaló que el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones depende de minerales que a menudo se encuentran en el subsuelo de países pobres.
“El litio es otro ejemplo: la competencia entre las grandes potencias y empresas por su extracción supone una grave amenaza para la soberanía y la estabilidad de los Estados pobres, hasta el punto de que algunos empresarios y políticos presumen de promover golpes de Estado y otras formas de desestabilización política, precisamente para apoderarse del ‘oro blanco’ del litio”, advirtió.
Por otra parte, criticó las políticas anti inmigratorias del presidente Donald Trump. aunque sin nombrarlo. “Cuando se abusa de los migrantes vulnerables, no se está ejerciendo la soberanía nacional de manera legítima, sino que se están cometiendo o tolerando graves delitos por parte del Estado”, dijo.
En ese sentido, denunció que “se están adoptando medidas cada vez más inhumanas, incluso celebradas políticamente, para tratar a estos “indeseables” como si fueran desechos y no seres humanos. El cristianismo, en cambio, se refiere al Dios amor, que nos hace a todos hermanos y hermanas y nos pide que vivamos como tales”.
Sostuvo, en otro orden, sostuvo que “los sindicatos característicos del siglo XX representan actualmente a un porcentaje cada vez menor de trabajadores y los sistemas de seguridad social están en crisis en numerosos países. Por lo tanto, ni los sindicatos ni las asociaciones de empresarios, ni los Estados ni las organizaciones internacionales parecen capaces de abordar estos problemas”.
“Por lo tanto, los movimientos populares, junto con las personas de buena voluntad, los cristianos, los creyentes y los gobiernos, están llamados con urgencia a colmar ese vacío, iniciando procesos de justicia y solidaridad que se extiendan por toda la sociedad”.
Consideró, pues que “así como la Iglesia acompañó la formación de los sindicatos en el pasado, hoy debemos acompañar a los movimientos populares” y apoyar “sus luchas justas por la tierra, el techo y el trabajo”.
“Sus numerosas y creativas iniciativas pueden transformarse en nuevas políticas públicas y derechos sociales”, subrayó. Y dijo que “al igual que mi predecesor Francisco, creo que los caminos justos parten desde abajo y desde la periferia hacia el centro”.





