La segunda temporada de El Eternauta fue confirmada por Netflix, y la noticia cayó como nevada sobre Buenos Aires: inesperada, intensa, magnética. La serie, que ya era furor antes de su estreno, continuará. Y lo hará bajo el mismo cielo opresivo, entre la nieve que no perdona y una historia que volvió a instalarse en el centro de la cultura popular de Argentina.
El final de los seis capítulos dejó una estela de preguntas que encendieron las búsquedas: «El Eternauta 2», «segunda temporada», «cuándo se estrena…». Los que vieron a Ricardo Darín como Juan Salvo enfrentarse a la invasión quieren respuestas. Y continuidad.
Héctor G. Oesterheld escribió una segunda parte. Pero la pregunta es otra: ¿cuál de todas tomará Netflix? ¿La más conocida, la más fiel, la más política, la más experimental? Porque El Eternauta no tiene un solo camino. Y cada versión dice algo distinto del tiempo en que fue contada.

¿Cuántos libros y comic hay de la serie de El Eternauta?
Primero hay que decirlo: la saga del personaje creado por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López roza lo infinito. Como su protagonista, El Eternauta parece no tener fin: viaja en el tiempo, se reinventa y, como todo clásico, se vuelve inmortal. Las aventuras de Juan Salvo —ese nombre que ya anticipa su destino— son muchas, y su recorrido editorial puede resultar tan fascinante como confuso.
Tras la publicación original de El Eternauta entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero, con ilustraciones de Solano López, pasaron casi dos décadas hasta que apareció una continuación. Fue en 1976 cuando Oesterheld escribió El Eternauta II, ya en la clandestinidad, poco antes de ser secuestrado por la dictadura militar argentina.

Sin embargo, la saga —y la serie— continuaron su camino incluso con su creador oficialmente detenido y desaparecido. En 1983 apareció El Eternauta – Tercera parte, escrita por Alberto Ongaro y dibujada por Oswal y Mario Morhain. En los años 90 llegarían nuevas ramificaciones, como El mundo arrepentido y Odio cósmico, firmadas por distintos guionistas e ilustradores. La producción nunca se detuvo: la entrega más reciente es El manuscrito, un homenaje a Oesterheld que puede leerse gratis.
La versión de Alberto Breccia: ¿remake, «segunda temporada» o versión nueva?
En el extenso intervalo entre El Eternauta y El Eternauta II —como se dijo, ambas creaciones de Oesterheld y Solano López— ocurrió algo así como un oscuro y extraño milagro. Doce años después de la hoy clásica versión, Oesterheld reescribió el guion, o al menos adaptó su línea argumental, para crear una nueva historieta con el mismo nombre, pero un giro radical: el dibujo estuvo a cargo de uno de los grandes maestros del cómic mundial, Alberto Breccia.
Son otros tiempos. Termina la llamada “época de oro” de la historieta argentina, pero al mismo tiempo el medio gana legitimidad con la Primera Bienal Mundial de la Historieta. El cómic empieza a ser un poco menos popular, y a la vez, más serio.

En ese contexto, aparece la versión de El Eternauta publicada en 1969 por la revista Gente, que rompió con todas las convenciones de la historieta tradicional. Breccia —que ya había trabajado con Oesterheld en historietas brillantes como Sherlock Time, Mort Cinder y Ernie Pike— utilizó técnicas mixtas: tintas, texturas, fotografías intervenidas. El resultado es una atmósfera opresiva y cargada de sentido metafórico.
Breccia, expresionista, experimental, radical, uno de los artistas más innovadores de la historieta mundial, transformó El Eternauta en una obra inquietante, con collages y sombras ( y sobre todo espacios en blanco), que rompían con cualquier canon visual conocido hasta entonces.
Pero el cambio no fue solo estético: esta versión introdujo un giro político contundente y contemporáneo. En él, son las grandes potencias —Estados Unidos y la entonces Unión Soviética— quienes entregan América del Sur a los invasores.

El resultado fue una historieta revolucionaria. El estilo visual y el subtexto político no eran accesorios: están integrados al corazón del relato. Como señaló el especialista en cómics y escritor Juan Sasturain, esta versión de El Eternauta “en nada se parece a la anterior”.
Críticas a El Eternauta de Alberto Breccia: censurado y de culto
La invasión alienígena de esta versión de El Eternauta ya no era solo un gancho narrativo: era una alegoría del imperialismo, de los sistemas de control, del miedo como herramienta de dominación.
Esta lectura política y sombría incomodó a editores, lectores y al poder de turno, en la Argentina bajo el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía. La publicación de la tira en la revista Gente se interrumpió. La combinación de guión denso y estética desafiante no encajó con la publicación.

Ante la negativa de la revista a continuar con la publicación, Oesterheld intentó condensar la historia y darle un cierre en pocos capítulos. La versión de 1969 terminó siendo muchísimo más breve: ocupa menos de una décima parte de la historieta original, que se había publicado durante dos años. El apuro dejó marca: el propio Breccia consideró hasta el final de su vida que la verdadera obra maestra era la versión ilustrada por Solano López, no la suya.
Durante décadas, esta versión fue difícil de conseguir. Solo con los años, y gracias a la recuperación del legado de Oesterheld, la obra empezó a valorarse por su potencia anticipatoria.
El Eternauta: un Alberto Breccia total
Para Breccia, El Eternauta de 1969 fue un manifiesto artístico. Con total libertad creativa, hasta que la revista retiró la tira, rompió con las viñetas regulares, los fondos nítidos y los personajes reconocibles (uno de las principales quejas de los editores del semanario).
El trazo es deformante. Algunas técnicas: luces quemadas, contrastes violentos y composiciones que se acercaban más al grabado expresionista que al dibujo tradicional. Alberto Breccia —que también tuvo una sólida, aunque menos conocida, carrera como pintor— volcó en esta obra influencias palpables: desde el cine alemán hasta el cine de vanguardia soviético, con ecos de Serguéi Eisenstein.

Poder experimentar con El Eternauta en 1969 le abrió el camino hacia obras maestras de su madurez, como sus versiones ilustradas de «El corazón delator», de Edgar Allan Poe, o «La gallina degollada», de Horacio Quiroga. Breccia —que de joven trabajó junto a su padre y sus hermanos como “tripero” en un matadero del barrio de La Matanza— usaba una navaja Gillette o espátula, tanto como pluma o pincel.
Su técnica no dibujaba: destripaba la imagen, la abría en capas, como si la historieta fuera carne viva, lista para revelar lo que late adentro. Como solo un genio se atreve a hacer.
El Eternauta, temporada 2: ¿legado de Breccia?
¿Tomará la segunda temporada algo del espíritu Breccia? La primera ya mostró una mirada propia: actualizó el relato, dio escenas memorables, identidad visual y, nuevamente, una Buenos Aires nevada. El Eternauta siempre fue una forma distinta de mirar el tiempo que nos toca —con pandemia, nieve o crisis política—. Y como suele decirse en los buenos cómics… continuará.