El apagón que ha dejado a millones de personas sin electricidad, transformando radicalmente la rutina diaria. La comunicación, que tanto depende de dispositivos móviles, se ha visto afectada de inmediato. Para muchos, como relata un chico que escuchaba un transistor como antaño en la terraza de un bar, la radio se ha convertido en el salvavidas informativo de la jornada: “Los teléfonos ya no sirven para nada. Hoy son un ladrillo. Solo la radio nos mantiene conectados con el mundo exterior”. Esta vuelta a la tecnología tradicional marca un contraste brutal con la híper conectividad a la que estamos acostumbrados.
Mientras tanto, la falta de energía plantea retos concretos para quienes dependen de servicios básicos. Marc García, dueño de un negocio de campamentos, explica su preocupación: varias escuelas están alojadas en sus instalaciones y debe asegurar las cenas sin posibilidad de cocinar. “Tendremos que arreglarnos con comida fría: bocadillos, frutas, gazpacho, conservas… No hay otra opción”, señala, mientras reorganiza sus provisiones y planifica con su equipo.
La movilidad tampoco se ha librado del impacto: Onil Barcelona cuenta que quedó atrapado en un convoy del metro cuando se cortó la electricidad. “Estuvimos muchos minutos encerrados antes de que pudieran evacuarnos. La gente estaba muy nerviosa”, relata. Por su parte, Teresa y Sibila, estudiantes, comentan que el apagón las sorprendió fuera de casa y ahora deben gestionar el contenido de sus congeladores. “Básicamente tenemos tupers congelados, es un piso de estudiantes, veremos cuánto podemos salvar”, dicen con resignación ante una noche larga e incierta.
Omar Calle, el propietario de un restaurante de Barcelona relata que hoy el supermercado estaba más frecuentado de lo normal, con una mayor demanda de lo habitual de agua y productos frescos.